Semana tumultuosa
Hay semanas en que la lectura de la prensa se transforma en una penitencia y bien puede decirse que esta ha sido una de ellas. Inauguraba el tramo el diputado popular Fern¨¢ndez de Troc¨®niz, (popular es un decir: pocos habr¨¢ que hayan ganado tanta impopularidad con tan reducida gavilla de palabras). En opini¨®n del diputado, las pensiones de las mujeres deber¨ªan ser m¨¢s bajas, ya que viven mucho m¨¢s que los varones.
Eso, sin duda, es un fastidio. La gente, piensa Troc¨®niz, se empe?a en no morirse. Manda huevos, como dir¨ªa la tercera autoridad de la inmarcesible patria. A la vista est¨¢ que, de todos los problemas que azotan a la seguridad social, la culpa la tienen los ciudadanos; en este caso, las mujeres, por su absurda man¨ªa de resistirse a palmar. La frialdad del comentario, el machismo impl¨ªcito en el mismo y la sobrecogedora aplicaci¨®n de un criterio economicista a la supervivencia de la gente merece que el diputado Troc¨®niz acceda al t¨ªtulo de Tonto de la Semana, por un¨¢nime votaci¨®n de la prensa independiente. Lo cierto es que, aprovechando su manera de razonar, se me ocurre una interesante sugerencia que me implica directamente: ?Podr¨ªa Troc¨®niz darme ya una pensi¨®n? La verdad es que preferir¨ªa dejar de trabajar. Por otra parte, es cierto que s¨®lo tengo 39 tacos, pero no tendr¨ªa que preocuparse demasiado: soy fumador. Que empiece a echar las cuentas: a m¨ª me quedan menos telediarios que a su arruinada carrera pol¨ªtica.
Al mismo tiempo, la semana ha venido salpicada de nuevos dramas familiares, de esos que estremecen al distinguido p¨²blico: padres que asesinan a sus hijos, hijos que asesinan a sus padres, sierras el¨¦ctricas, martillos, hoces, lanzallamas, apisonadoras. Por misteriosas razones, el cuadrante sudoriental de la pen¨ªnsula es escenario de escabechinas sin cuento, aunque la generalidad de la tragedia no excluye que ma?ana pueda repetirse en Mondo?edo, en Matar¨® o en Sopelana. Son mujeres maltratadas, ni?os aniquilados, hombres desquiciados que la emprenden con el pr¨®jimo en busca de la venganza m¨¢s cobarde y m¨¢s terrible. Una venganza b¨ªblica, de esas que ordenaba el inmisericorde Dios del Antiguo Testamento.
Uno s¨®lo acierta a sobrecogerse. Y quiz¨¢s a apuntar con tiento cierta conclusi¨®n: los hijos se han transformado en una cosa, en una propiedad. La divisi¨®n de la patria potestad entre dos personas hace de ellos objetos de litigio, como un piso o una moto. Ahora s¨ª que es posible proyectar sobre los hijos todas esas venganzas que uno querr¨ªa dirigir contra su c¨®nyuge. Es como si todos dijeran: 'De esta te acuerdas'. Te vas de casa: mato a nuestros hijos. Me enga?as con otro: mato a nuestros hijos. Te vas de putas: mato a nuestros hijos. Qu¨¦ tiempos los del romanticismo, en que los males de amor desembocaban s¨®lo en el suicidio, un restringido e inocuo suicidio, y dejaba indemnes a todos los dem¨¢s.
Por otra parte, los proyectos de la ministra de Educaci¨®n siguen dando que hablar. Pilar del Castillo mete el bistur¨ª en cualquier nivel educativo y se origina de inmediato una sangr¨ªa. Lo suyo no es cirug¨ªa: es un serrucho. Y adem¨¢s act¨²a a espaldas del personal. Los rectores, los directores de instituto, se enteran por la prensa. Esto de la mayor¨ªa absoluta se ha convertido en una patente de corso. Parece que ganar unas elecciones deja las manos libres, m¨¢s libres que ganar una guerra civil (si lo hubiera sabido el Caudillo). Habr¨ªa que recordar que la legitimidad parlamentaria y la correlativa comodidad que proporciona no est¨¢ re?ida con el di¨¢logo, con la posibilidad de contrastar cada proyecto legislativo con los sectores sociales interesados. No entender esto es no entender nada, pr¨¢cticamente nada.
Menos mal que, en la Comunidad Aut¨®noma Vasca, la educaci¨®n es una competencia exclusiva. De haber sido compartida, la propia ministra tendr¨ªa que corregir todas y cada una de las pruebas que se hicieran por aqu¨ª: desde los ex¨¢menes de primaria hasta las tesis doctorales. Incluso los ex¨¢menes y las tesis que se hicieran en euskera. No es extra?o que se desmaye a veces, ante la perspectiva de tanto trabajo por delante.
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