Ginebra, pero menos

El presidente Bush ha cambiado de opini¨®n y decidido aplicar la Convenci¨®n de Ginebra a la guerra de Afganist¨¢n y, por tanto, vagamente, a los talibanes presos en aquel pa¨ªs y en Guant¨¢namo. No as¨ª a los miembros de la red terrorista Al Qaeda. El argumento es que Afganist¨¢n -por muy sui generis que pudieran ser los combatientes de un r¨¦gimen reconocido solamente por tres pa¨ªses antes de su desplome- es parte del tratado que estableci¨® en 1949 un trato humano para los prisioneros. La ley internacional protege a los soldados capturados en el entendeimiento de que la responsabilidad ¨²ltima de sus acciones recae en el Estado al que defienden. A juicio de Bush, la Convenci¨®n no ser¨ªa aplicable a los secuaces de Osama Bin Laden al no ser soldados de ning¨²n Estado.

En el cambio de actitud de Bush han influido la presi¨®n y el malestar creciente de sus aliados y las denuncias de las organizaciones de derechos humanos, malestar que alcanz¨® incluso al propio secretario de Estado, Colin Powell. La raz¨®n decisiva, sin embargo, es que la falta de cualquier garant¨ªa para los talibanes puede servir de argumento para el trato que eventualmente reciban soldados de EE UU capturados en los conflictos que se avizoran, como parte de la guerra global contra el terrorismo.

La interpretaci¨®n restrictiva de la Convenci¨®n de Ginebra en lo que toca a los miembros de Al Qaeda es cuando menos arbitraria, puesto que corresponder¨ªa a un tribunal examinar cada caso y resolver el estatuto aplicable. La Casa Blanca dice que cuando se firm¨® esa Convenci¨®n no se preve¨ªa una lucha contra el terrorismo de las caracter¨ªsticas actuales. No es dif¨ªcil, sin embargo, averiguar la causa real. Si es enjuiciado, un prisionero de guerra tiene derecho a un abogado, a apelar su sentencia y a ser repatriado al final de las hostilidades; en un interrogatorio no puede ser obligado a otra cosa que a dar su nombre y rango. Y el motivo por el que EE UU ha llevado a sus detenidos hasta Guant¨¢namo, y sigue all¨ª construyendo celdas, es que esa localizaci¨®n remota est¨¢ fuera de la jurisdicci¨®n de los tribunales federales estadounidenses, y en realidad de cualesquiera otros. Washington ni siquiera ha establecido los mecanismos legales de los futuros juicios. Ginebra, pues, servir¨¢ a los talibanes para evitarles maltratos f¨ªsicos y asegurar su alimentaci¨®n y cuidado m¨¦dico.

Los presos de Guant¨¢namo y Afganist¨¢n, unos y otros, tienen derecho a un trato humano y, en su caso, a un juicio justo. Un pa¨ªs que se jacta del respeto a las leyes no puede colocarse por encima de ellas. Y si George Bush, el jefe de la ¨²nica superpotencia, pretende que la lucha emprendida tras el 11 de septiembre lo es para enaltecer la causa de la justicia y los valores de la civilizaci¨®n, est¨¢ obligado a ser el primero en dar ejemplo.