Toros con ojos verdes
El pasado fin de semana me fui a Sevilla, a dar un garbeo por la V Feria del Toro (y a llenar el buche de hortiguillas de Chipiona, tortillitas de camar¨®n, sopitas de galera, rabo de toro, manzanilla y jam¨®n del bueno). En Sevilla, y m¨¢s concretamente en Triana -yo soy trianero-, me encuentro como pez en el agua. C¨®mo comprendo a mi padre cuando dec¨ªa que, de jubilarse alg¨²n d¨ªa de los libros, de los peri¨®dicos y el teatro, se ir¨ªa a vivir a Sevilla.
En la Feria del Toro, Salvador T¨¢vora presenta su ¨²ltimo espect¨¢culo, realizado expresamente para la feria: una fantas¨ªa vaquera, como ¨¦l lo llama, con el t¨ªtulo de Villal¨®n, ganadero y poeta. Ese Villal¨®n, por si alguien lo ignora, no es otro que don Fernando Villal¨®n-Daoiz y Halc¨®n, conde de Miraflores de los ?ngeles, ganadero y poeta, el amigo de Lorca y de Alberti, si bien algo mayor que ambos (Villal¨®n naci¨® en Sevilla en 1881 y muri¨® en Madrid en 1930).
Salvador T¨¢vora presenta en la Feria del Toro de Sevilla su ¨²ltimo espect¨¢culo: 'Villal¨®n, ganadero y poeta'
Curioso personaje ese Villal¨®n. Yo le ten¨ªa por un se?orito andaluz, consentido y marchoso, oveja negra -aunque dentro de un orden en el mundillo de las apariencias- para insomnio de una familia que le leg¨® el t¨ªtulo de Miraflores de los ?ngeles, que es como lo pinta Manuel Barrios. Un poeta atractivo, pero menor, colorista y fandanguero, como le describe su primo Manuel Halc¨®n; autor de versos f¨¢ciles de recordar en la madrugada del aguardiente: Y mis cabestros pasaron / por el puente de Triana / seis toros negros en medio / y mi novia en la ventana. Pero, seg¨²n me cuenta T¨¢vora, Villal¨®n era algo m¨¢s que eso. Don Fernando, poeta de pura cepa, era adem¨¢s brujo, maestro en artes y ciencias ocultas, un tipo decididamente al margen de los suyos, de aquella aristocracia conservadora e hip¨®crita de la Sevilla de finales del XIX y comienzos del XX, una aristocracia -los suyos- que le negar¨¢ la entrada en la Real Maestranza de Caballer¨ªa y lo tratar¨¢ como a un excomulgado, por no decir un apestado. Un tipo que al morir deja un testamento -nombra albacea a Jos¨¦ Bergam¨ªn- en cuya segunda cl¨¢usula puede leerse lo siguiente: 'Maldigo al infame de mi hermano Jer¨®nimo, que me hipotec¨® la casa de San Bartolom¨¦ n¨²mero 1, y luego me ech¨® de ella; y a toda su descendencia, en caso de que Dios se la concediese para oprobio de la raza'. Ese era tambi¨¦n y antes que nada don Fernando Villal¨®n-Daoiz Halc¨®n, conde de Miraflores de los ?ngeles.
El espect¨¢culo de T¨¢vora es, qu¨¦ duda cabe, un homenaje al Villal¨®n ganadero y poeta antes que una reivindicaci¨®n de la figura del excomulgado. Y no es que a mi amigo Salvador le falten arrestos para llevar a cabo una acci¨®n semejante, lo que ocurre es que la Real Maestranza de Caballer¨ªa pesa lo suyo en esa Feria del Toro -cuyo comisario no es otro que el conde de la Maza-, y ya es bastante osad¨ªa por parte de Salvador el resucitar a Villal¨®n ante la mirada y la conciencia de los suyos y de sus descendientes, como para mover viejas heridas.
El homenaje de T¨¢vora es, pues, el homenaje al poeta, precursor de Lorca y de Alberti -el Alberti que le roba un verso para titular su primer libro de poemas: '?Marinera de mis mares! / yo soy marinero en tierra / si no me embarco en tu nave'-, y sobre todo, el homenaje al ganadero. El ganadero que en su finca de Mor¨®n de la Frontera escribe: 'Aqu¨ª, en esta tierra que piso, cuna de la civilizaci¨®n ib¨¦rica, el H¨¦rcules egipcio, hijo de Osiris, fundador de Hispalia, dio la primera nota taurina en el mundo. Aqu¨ª fue su lucha decisiva con Geri¨®n, tirano de Tartessos, para arrancarle la posesi¨®n de los c¨¦lebres toros colorados que guardaba el terrible perro Orthos...'. El ganadero de una raza de toros ilidiables, una raza de toros con los ojos verdes.
El nuevo espect¨¢culo de Salvador no es cruento, en ¨¦l no se mata a ning¨²n toro. El ¨²nico toro bravo que sale en el mismo es un toro cuatre?o, negro zaino, un hermoso animal que se deja acariciar por la luz de la luna (es decir, la luz de un ca?¨®n). La estampa del toro en la oscuridad, acariciado por la luna, es de una gran belleza, una imagen capaz de emocionar a los m¨¢s virulentos enemigos de la 'fiesta', como mi buena amiga Pilar Rahola, que tanto mal le quiere a T¨¢vora y para la que en las calles de Sevilla he descubierto una pintada descaradamente ecol¨®gica y que a buen seguro le ha de agradar: 'Las corridas de toros son pal chocho de las vacas'.
Un toro hermoso, una vaquilla, unos cabestros, un picador y un torero, jinetes en preciosos caballos -ah¨ª est¨¢ don ?ngel Peralta, con sus a?itos, tieso y estupendo, evocando a Villal¨®n-; poes¨ªa y cante, guitarra, flauta y cornet¨ªn. Con esos elementos compone T¨¢vora su 'fantas¨ªa campera', en la l¨ªnea de su Don Juan en los ruedos, una fantas¨ªa que culmina con la imagen de ese toro imposible de los ojos verdes, que desciende del cielo, mientras escuchamos la copla de Antonio Murciano: 'A caballo de un cantar / por los prados de la muerte / va Fernando, mayoral / de toros con ojos verdes'.
T¨¢vora est¨¢ muy satisfecho con el espect¨¢culo. Me dice que ha sorprendido satisfactoriamente a ciertos maestrantes que, en un principio, se mostraban contrarios al mismo (sin haberlo visto) no s¨®lo por el homenaje a Villal¨®n, sino porque a ciertos maestrantes no les va ese lado tr¨¢gico y po¨¦tico de los toros que muestra Salvador. Para esos caballeros, los toros son ante todo una fiesta, nacional o no. Otro al que ha sorprendido el espect¨¢culo ha sido al Rey, que jam¨¢s hab¨ªa presenciado en directo un espect¨¢culo de La Cuadra de Sevilla. Parece ser que el Rey ha hecho unos grandes elogios del espect¨¢culo y que el presidente Chaves, atento a los mismos, le ha dicho a T¨¢vora aquello de 'tenemos que hablar'. A ver si, gracias a Villal¨®n y al Rey, el Gobierno de Andaluc¨ªa le proporciona a La Cuadra de Sevilla ese teatro, un teatro con plaza de toros, que hace a?os que viene pidiendo y que hace a?os, muchos a?os, que se lo tiene ganado con creces.
T¨¢vora se marcha la semana pr¨®xima a Londres (con Carmen, una Carmen con pu?alada y sangre, pero no de toro), y de all¨ª a Bogot¨¢ (donde s¨ª sacrificar¨¢n un toro). Le pregunto c¨®mo est¨¢ su pleito con la Generalitat, motivado por la prohibici¨®n de representar Carmen en la Monumental de Barcelona con la muerte de un toro. Me dice que desconoce si la Generalitat ha recurrido ante el Tribunal Supremo contra la sentencia (favorable a T¨¢vora) del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a. Y al decirme esto, se sonr¨ªe. 'Estar¨ªa bueno', me dice, 'que el Supremo diese la raz¨®n al alto tribunal catal¨¢n frente a la Generalitat. Que los jueces de Madrid diesen la raz¨®n a los jueces catalanes, y a m¨ª, frente al Gobierno de la Generalitat. Si al Gobierno catal¨¢n no le agrada que maten toros en las plazas de toros, lo que tienen que hacer es prohibir las corridas de toros'. Lo dicho: 'Las corridas de toros pal chocho de las vacas', pero traducido al catal¨¢n.
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