Cuatro siglos de m¨²sica en las manos
Los visitantes de una muestra abierta en C¨®rdoba tocan violines fabricados en el siglo XVII
Sobre la mesa se desplegaban, relucientes, los responsables de miles de conciertos, sonatas, clases de canto, danzas cortesanas y fiestas campestres: una extensa colecci¨®n de instrumentos de cuerda y arco (formada por 80 violines, violas, violonchelos y contrabajos, algunos de los cuales databan de principios del siglo XVII) llen¨® de historia y de entusiasmo la sala de exposiciones de Unim¨²sica, en C¨®rdoba, a lo largo del viernes y el s¨¢bado.
No era, como siempre, cuesti¨®n de pegar la nariz al cristal, de ver y no tocar. Al contrario, no hab¨ªa vitrinas ni vidrios protectores: uno pod¨ªa acercarse cuanto quisiera, pasar los dedos sobre las curvas de un viol¨ªn particularmente hermoso, e incluso cogerlo y hacerlo girar para mirarlo a gusto. Y si sab¨ªa, pod¨ªa probar c¨®mo sonaba e interpretar la pieza que se le ocurriese.
Las piezas expuestas est¨¢n tasadas en m¨¢s de 1,2 millones de euros
'Para un coleccionista la urna est¨¢ bien, pero para un m¨²sico lo m¨¢s importante es el sonido', explicaba ayer Jos¨¦ Pe?alver, el luthier (constructor, reparador y restaurador de instrumentos de cuerda) que posee la mayor parte de esta colecci¨®n. Juli¨¢n Salcines, el coordinador de la muestra, lo corroboraba, y se?alaba orgulloso, instando a un visitante a que cogiese un car¨ªsimo viol¨ªn italiano del XVIII: 'Aqu¨ª se pueden tocar instrumentos que normalmente s¨®lo se ven en los museos y en los libros'.
El visitante, con el miedo cerval del que toma en brazos por primera vez a un beb¨¦ de pocos d¨ªas, deseaba haber ido al conservatorio y haber aprendido lo suficiente para hacer justicia a la situaci¨®n. Y justamente para suplir sus carencias estaba Josep Trescol¨ª, un int¨¦rprete valenciano que se sentaba al fondo de la sala, dispuesto a recibir peticiones del p¨²blico. Toc¨®, por ejemplo, una suite de Bach en un violonchelo fabricado por Amati en 1646, un instrumento peque?o, de la talla conocida como 'se?orita' o siete octavos, que ya no se hace. 'Es la primera vez que tengo oportunidad de tocar uno tan antiguo', dec¨ªa, 'es un lujo'.
Juli¨¢n Salcines y Juan Pe?alver iban mostrando las joyas de la colecci¨®n a los interesados, que eran muchos. '?ste es el m¨¢s antiguo, un Ornati de 1633', se?alaban con reverencia. '?ste es un Montagnana de 1723; es el m¨¢s caro, cuesta 323.000 euros (unos 53 millones de pesetas)'. Hab¨ªa tambi¨¦n alg¨²n Stradivarius, uno de los m¨ªticos violines construido por Antonio Stradivari y los suyos en Cremona (Italia); hab¨ªa instrumentos que hoy est¨¢n en desuso, olvidados, como la pochette, que utilizaban los maestros de danza para marcar el comp¨¢s, o la viola de amor, o la f¨ªdula... Muy valiosos; las piezas que viajaron a C¨®rdoba est¨¢n tasadas en m¨¢s de 1,2 millones de euros (unos 200 millones de pesetas).
No todo eran instrumentos. En las paredes de la sala pod¨ªan verse tambi¨¦n muestras de distintos barnices, que tienen mucho que ver con la calidad de sonido de un viol¨ªn, porque, seg¨²n explicaba Juan Pe?alver, 'deben ser el¨¢sticos, dejar que la madera vibre: si la dejan r¨ªgida, no sirven'. Los luthiers como Pe?alver (titulado en la prestigiosa escuela de Cremona que lleva el nombre del maestro Stradivari) siguen elaborando los barnices 'igual que en el siglo XVII, a partir de aceites bals¨¢micos, resinas y colores naturales'. Hab¨ªa compuestos de nombres tan ex¨®ticos como sangre de drago, palosanto, copal o trementina.
Y de materiales ex¨®ticos, tambi¨¦n, se constru¨ªan los instrumentos de cuerda. Pe?alver y Salcines contaban que hacen falta tres maderas diferentes para fabricar un viol¨ªn, 'de arce, de abeto rojo macho y de ¨¦bano', ninguna de las cuales se da en Espa?a. Sobre una mesa lateral se ve¨ªan violas a medio construir, clavijas sueltas, trozos de viol¨ªn; al lado, un despliegue de l¨¢minas que permit¨ªa seguir el complejo proceso de creaci¨®n de estos artefactos, ligeros y vivos. Jos¨¦ Enrique Ruiz, profesor de viol¨ªn en el Conservatorio Profesional de C¨®rdoba, andaba encantado probando un instrumento tras otro. 'Una maravilla', aseguraba, 'aunque esta sala no tenga la ac¨²stica id¨®nea, suenan de maravilla. No son nada chillones, est¨¢n perfectamente equilibrados'. Y al fondo se o¨ªa cada vez m¨¢s m¨²sica.
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