Memoria de la c¨¢rcel franquista
A Mari Paz le cuesta trabajo hablar de aquello. Baja la voz. Y hay como un fondo de dolor en sus palabras. Piensa en los muertos, en los heridos. En la barbarie. Ella, que nunca quiso la violencia, que tanto ha confiado en la palabra como arma de batalla. Un arma para abrir el pensamiento del otro... Recuerda que en su casa, ese d¨ªa, estaba trabajando un ebanista y que al llegar aquella ma?ana le hab¨ªa dicho: 'He pasado por la Puerta del Sol y hab¨ªa un jaleo espantoso. Han puesto una bomba'.
-Yo pens¨¦: 'Qu¨¦ barbaridad. Seguro que han sido los anarquistas'.
No se pod¨ªa imaginar que ten¨ªa algo que ver con aquello la persona que hab¨ªa estado en su casa, la que hablaba de los cuadros del Museo del Prado. Un joven agradable, callado y tan culto. Por la tarde, su marido y ella se fueron hasta la Puerta del Sol, como miles de madrile?os, a ver qu¨¦ hab¨ªa pasado.
La de Zamora no era una prisi¨®n c¨®moda, sino todo lo contrario. El fr¨ªo en invierno era aterrador. A esa prisi¨®n lleg¨®, acompa?ado por dos polic¨ªas, el cura Paco en mayo de 1973
Ballesteros sali¨® de Yeser¨ªas en julio de 1975. Y Franco muri¨® en noviembre. Terminaron juzg¨¢ndola por asociaci¨®n il¨ªcita. S¨®lo ten¨ªan pruebas de propaganda ilegal
A medida que transcurr¨ªa el interrogatorio, Mari Paz Ballesteros se daba cuenta de que algo no iba bien. La polic¨ªa sab¨ªa demasiadas cosas. M¨¢s tarde supo que los datos se los hab¨ªa proporcionado Eva Forest
-Un s¨¢bado por la noche est¨¢bamos cenando en casa de unos amigos y apareci¨® su rostro en televisi¨®n: Juan Manuel Galarraga. Mi marido y yo fuimos desde la casa de estos amigos, desde el paseo de La Habana hasta Fernando VI, andando, hablando. Fue un golpe tremendo.
En el mes de julio hab¨ªa ido a su casa la persona de contacto para decirles que hab¨ªa que hacer un refugio para guardar propaganda, libros... Luego, cuando a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n se enter¨® de los datos de la tragedia, empez¨® a recordar, como en una pel¨ªcula, la conversaci¨®n que hab¨ªa mantenido con Francisco, lo de la cafeter¨ªa y lo de los polic¨ªas y lo de Franco. Le dijo a su marido: 'Son ellos'.
Jura que a ella le hab¨ªan asegurado que eran personas que no entra?aban ning¨²n riesgo. Que ni siquiera sab¨ªa que eran de ETA. Es verdad que algo se imaginaba. Pero nada parecido. Al d¨ªa siguiente, domingo, recibi¨® una llamada. Era Alfonso Sastre. ?l y Eva Forest eran quienes la hab¨ªan puesto en contacto con Francisco.
'En los largos a?os de prisi¨®n conoc¨ª a centenares de resistentes a quienes se les conmut¨® la pena de muerte y hubieron de pasar veinte a?os de prisi¨®n ininterrumpidos. No descubr¨ª en ninguno de ellos el rictus del carnicero, ni la mirada extraviada del dogm¨¢tico asesino'. As¨ª escrib¨ªa en 1984 Eliseo Bayo al evocar el atentado de la calle del Correo. Doce muertos y ochenta heridos provocados por la explosi¨®n de una bomba en la cafeter¨ªa Rolando. (...).
Cadena de detenciones
Enseguida se sucedieron las detenciones. La vinculaci¨®n real con los terroristas era lo de menos. Eliseo Bayo fue uno de los que la polic¨ªa arrest¨®. Tambi¨¦n fue a parar a la c¨¢rcel su mujer, la feminista Lidia Falc¨®n. Y algunos otros: etarras como Jos¨¦ Ignacio M¨²gica Arregui, Ezkerra, Jos¨¦ Miguel Be?ar¨¢n Orde?ana, Argala, y Juan Manuel Galarraga, Potxolo. Y supuestos colaboradores, adem¨¢s de la actriz Mari Paz Ballesteros y su marido, Vicente Sainz de la Pe?a, director teatral; el piloto de Iberia Bernardo Vadell y su esposa, Carmen Nadal; Antonio Dur¨¢n, alba?il y militante de Comisiones Obreras. Y el autor teatral Alfonso Sastre, junto a su mujer, Eva Forest... Eliseo Bayo fue puesto en libertad sin cargos. ETA jam¨¢s reivindic¨® el atentado.
Acudi¨® Mari Paz Ballesteros al Caf¨¦ Comercial, en la plaza madrile?a de Bilbao, donde la hab¨ªa citado Alfonso Sastre. All¨ª escuch¨® que Eva Forest se hab¨ªa marchado al Pa¨ªs Vasco para enterarse de lo que hab¨ªa ocurrido. Cuando volvi¨® Eva, la polic¨ªa la detuvo. (...)
Luego, con el tiempo, se dio cuenta de que algunas cosas ten¨ªa que haberlas sospechado. Y cita una carta de Eva Forest que empez¨® a tener sentido tras la explosi¨®n. Es una misiva en la que le da las gracias por todo lo que ha pasado, cosas que sin su ayuda, le dice Eva, no hubiera sido posible hacerlas.
-Una carta absolutamente incriminatoria -concluye.
Alfonso Sastre le pidi¨® que fuera a ver a Manuela Carmena y le contara todo. As¨ª lo hizo. Y -'?se puede contar ya?'- Carmena desconect¨® todos los tel¨¦fonos. Luego supo que ella ten¨ªa otro escondrijo en casa.
-Me encontr¨¦ con Juan Genov¨¦s en la capilla ardiente de Luis Morris. Le cont¨¦ lo que pasaba. Me dijo: 'Cualquier cosa que no quieras tener en casa, t¨² me lo tiras por la verja del jard¨ªn'. Pero ya no me dio tiempo. Aquella misma noche me detuvieron...
Su llegada a la Direcci¨®n General de Seguridad. El calabozo. La manta sucia. La soledad. La celda que daba al callej¨®n posterior al edificio. (...)
-Siempre con una luz d¨¢ndome en la cara. Todo era al rev¨¦s. Cuando ten¨ªas sed, no hab¨ªa agua. Cuando te daban de comer, no ten¨ªas hambre. Me dec¨ªan: 'Qu¨¦dese con las galletas, mujer. Coma algo, coma algo'. Y cuando quer¨ªas ir al ba?o, te llevaban a un agujero, era una taza turca, con la puerta de vaiv¨¦n. Y sin papel. Al segundo d¨ªa aprend¨ª para qu¨¦ hab¨ªa que quedarse las galletas. Hac¨ªan las veces de papel...
Estuvo dos d¨ªas en la celda, en la mazmorra que dice ella. Y un d¨ªa, cree que era viernes, la subieron para interrogarla. Le dieron un botijo para beber y comenz¨® el interrogatorio:
-?Es usted del partido comunista?
-Yo no soy del partido comunista.
-?Usted es amiga de Esnaola?
El inter¨¦s de la polic¨ªa por cargar sobre el PCE el atentado llev¨® a una curiosa situaci¨®n: que cuando los acusados acudieron a buscar la defensa en los despachos de abogados comunistas, ¨¦stos rechazaran implicarse en el caso. Tambi¨¦n por entonces, sectores de la izquierda difundieron el rumor de que hab¨ªan sido ultraderechistas los que hab¨ªan perpetrado el atentado con el fin de provocar una reacci¨®n contra la oposici¨®n cada vez m¨¢s clara contra el r¨¦gimen. Se lleg¨® a asegurar, incluso, que la polic¨ªa conoc¨ªa con dos d¨ªas de antelaci¨®n la hora de la explosi¨®n y que por esa raz¨®n hab¨ªa tan pocos agentes en la cervecer¨ªa Rolando. Nada de ello era verdad.
A medida que transcurr¨ªa el interrogatorio, Mari Paz Ballesteros se daba cuenta de que algo no iba bien. La polic¨ªa sab¨ªa demasiadas cosas, conoc¨ªa detalles que era imposible que hubiera observado. Por ejemplo: hab¨ªa ido un obrero a hacer el refugio en su casa. Ella nunca le vio la cara.
-Para que no viera ¨¦l la m¨ªa, me dijeron: 'Ponte una braga en la cara'. Y eso lo sab¨ªan ellos. ?C¨®mo era posible?
Hay un tono de amargura cuando a?ade:
-Lo supe luego: los datos se los hab¨ªa proporcionado Eva Forest. Nos hab¨ªa delatado a todos. Fue una maniobra para enredar. Ya en la c¨¢rcel, cuando intenta-mos aclararlo, se neg¨®. Dec¨ªa que cuanto menos supi¨¦ramos, mejor.
De olvidos y traiciones
Tiempo despu¨¦s sabr¨ªa Mari Paz de olvidos, de traiciones. De abandonos. Lamenta, ya sin odio, como un simple dato m¨¢s para la historia, que nadie le tendiera la mano. Ni siquiera cuando ya en la democracia, la izquierda asumi¨® el poder.
-Yo fui excluida. La televisi¨®n qued¨® en manos del PCE. Y el PCE me margin¨®. S¨®lo hubo tres personas que me ayudaron. Estando en la c¨¢rcel, Nuria Espert; ella me mand¨® un mensaje dici¨¦ndome: 'Esperar¨¦ hasta el ¨²ltimo momento para incluirte en mi pr¨®xima producci¨®n'. Fue Divinas palabras. Nuria me acogi¨®, me arrop¨®, me cuid¨®, me protegi¨®. (...) Otro que me ayud¨® fue Adolfo Marsillach. Cuando acab¨¦ con Nuria, me incluy¨® en el reparto de Las arrecog¨ªas del beaterio de Santa Mar¨ªa Egipciaca. Yo le dije: 'Pero, Adolfo, este papel que me ofreces est¨¢ sin escribir'. Y ¨¦l me contest¨®: 'No te preocupes. S¨¦ que lo haremos muy bien. Te llamo porque eres una buena actriz, porque entre los dos lo haremos y porque, adem¨¢s, as¨ª te ayudo'...
Pero est¨¢bamos en que a Mari Paz Ballesteros s¨®lo la hab¨ªan ayudado Nuria Espert, Adolfo Marsillach y una tercera persona: Antonio Chic.
-Era realizador de televisi¨®n en Barcelona y me dijo: 'S¨®lo tengo este peque?o papel para ti. Pero quiero comprobar, si te parece bien, si est¨¢s vetada o no'. Y no lo estaba.
Eso fue muchos a?os despu¨¦s de salir de la c¨¢rcel. A Yeser¨ªas, Mari Paz fue trasladada de noche. All¨ª le dieron una pastilla de jab¨®n Lagarto y un estropajo de esparto.
-No se me olvidar¨¢ nunca la funcionaria que me miraba mientras me limpiaba. Porque te ten¨ªas que duchar delante de ellas.
Luego le abrieron la ficha. La metieron en el departamento. Yeser¨ªas le pareci¨® el para¨ªso. Comparada con la DGS, el para¨ªso. Se pod¨ªa lavar. Ten¨ªa una cama con ropa limpia. La gente era amable. Los funcionarios -sonr¨ªe al contarlo- le parec¨ªan bondadosos y simp¨¢ticos.
Luego empezar¨ªan las declaraciones ante el juez. El amanuense, el secretario que recog¨ªa por escrito los interrogatorios, era un chico joven, callado, que estaba haciendo las milicias universitarias. Sab¨ªa lo que hablaban unas y otras. Y, tiempo despu¨¦s, ya en democracia, aquel muchacho busc¨® a Mari Paz.
-Me dijo: 'Despu¨¦s de vuestros interrogatorios tuve que ir a un psiquiatra. Yo asist¨ª a ese enredo terrible que Eva Forest iba montando'. Y efectivamente, Eva, me lo dijo despu¨¦s en la c¨¢rcel, ten¨ªa la intenci¨®n de convertir aquello en un proceso contra el r¨¦gimen. Trat¨® de llevar la direcci¨®n del proceso a trav¨¦s de Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s. A m¨ª me aconsejaron que no designara a ning¨²n abogado del Pa¨ªs Vasco, porque eso me iba a implicar mucho m¨¢s.
Ella busc¨® a Gonzalo Casado. Al principio no encontraba abogado. Nadie quer¨ªa hacerse cargo del caso. Desde diciembre hasta enero de 1975 estuvo sin asistencia letrada. Y mientras, cuenta, el sumario iba subiendo, 11.000, 12.000, 13.000 folios. Y aquel muchacho escuchando todo, viendo la trama en que unos envolv¨ªan a los otros. Mari Paz segu¨ªa defendiendo a Eva. (...).
Lidia Falc¨®n, tambi¨¦n encausada, tambi¨¦n en Yeser¨ªas, cuenta que vivi¨® situaciones muy similares a las descritas por Mari Paz Ballesteros. Tanto en la DGS como en la prisi¨®n. La descripci¨®n de las condiciones en que transcurrieron sus d¨ªas en la Puerta del Sol sorprende por su similitud: la falta de ropa limpia, de papel higi¨¦nico. Sin compresas. Sin poderse ba?ar. Ella, adem¨¢s, golpeada, torturada f¨ªsica y psicol¨®gicamente. Y narra que al comentarlo con Eva Forest, ella se mostr¨® sorprendida porque, dijo, a ella s¨ª le hab¨ªan dejado ducharse, le dieron compresas, le daban una toalla limpia todos los d¨ªas...
Como casi todos los que han pasado por prisi¨®n, Mari Paz tiene recuerdos contradictorios. Unas veces guarda memoria amable, luminosa, descarta la parte m¨¢s sombr¨ªa. (...)
As¨ª que Mari Paz Ballesteros unas veces refleja casi agradecimiento por las funcionarias, y alaba su amabilidad, y elogia con afecto a sus compa?eras de c¨¢rcel. Aunque luego reconoce que la convivencia era muy dura. Que no hab¨ªa intimidad. Que, cuando menos, dorm¨ªan tres en la misma celda. Y que a ella le toc¨® compartir una con Eva Forest. Y que Eva se levantaba a las tres de la madrugada y se pon¨ªa a escribir con la luz encendida. Y no le dejaba dormir. Y discut¨ªan. (...)
Ella sali¨® de Yeser¨ªas el 28 de julio de 1975. Y Franco muri¨® en noviembre. Pas¨® del Tribunal Militar al Tribunal de Orden P¨²blico. Terminaron juzg¨¢ndola por asociaci¨®n il¨ªcita. No ten¨ªan pruebas. S¨®lo ten¨ªan pruebas de propaganda ilegal. Y en el a?o 1976, cuando tiene efecto la amnist¨ªa, sali¨® libre. Sali¨® en libertad provisional, pagando 50.000 pesetas. Su marido, Vicente Sainz de la Pe?a, fue puesto en libertad seis meses despu¨¦s. A ¨¦l le pusieron una fianza de 250.000 pesetas.
Esos seis meses de prisi¨®n adicional de su marido le duelen todav¨ªa. Porque est¨¢ convencida de que la culpa la tuvo Alfonso Sastre.
El proceso y el miedo
El 20 de diciembre de 1973 se iniciaba el proceso 1001 en el Tribunal de Orden P¨²blico contra la coordinadora de CC OO: Marcelino Camacho, Eduardo Saborido, Nicol¨¢s Sartorius, Francisco Garc¨ªa Salve (el cura Paco), Fernando Soto, Juan Mu?iz Zapico, Francisco Acosta, Miguel ?ngel Zamora, Pedro Santiesteban y Luis Fern¨¢ndez. Ese mismo d¨ªa se produc¨ªa la muerte del presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco. (...)
Las condenas confirmaron los peores temores. El fiscal hab¨ªa solicitado entre 12 y 20 a?os de c¨¢rcel por asociaci¨®n il¨ªcita. El tribunal impuso exactamente esas penas, y en alg¨²n caso, algo m¨¢s: Marcelino Camacho, 20 a?os; Eduardo Saborido, 20 a?os, seis meses y 10.000 pesetas de multa (en este caso, m¨¢s que la petici¨®n fiscal, por lo que ya cont¨® el propio Saborido de llevar documentaci¨®n falsa); Nicol¨¢s Sartorius, 19 a?os; Francisco Garc¨ªa Salve, 19 a?os; Juan Mu?iz Zapico, 18 a?os; Fernando Soto, 17 a?os, cuatro meses y un d¨ªa (el fiscal le ped¨ªa 16 a?os); Francisco Acosta, 12 a?os y un d¨ªa; Miguel Zamora, 12 a?os y un d¨ªa; Pedro Santiesteban, 12 a?os y un d¨ªa, y Luis Fern¨¢ndez Costilla, 12 a?os y un d¨ªa. (...)
C¨¢rcel para curas
La c¨¢rcel de Zamora era una prisi¨®n especial que, adem¨¢s de una parte destinada al cumplimiento de penas de los cl¨¦rigos, dispon¨ªa tambi¨¦n de un penal adjunto que acog¨ªa a menores. No ten¨ªa, en contra de lo que se pudiera creer, m¨¢s suave trato que las dem¨¢s prisiones. Las visitas estaban restringidas y la lectura de diarios se reduc¨ªa a los locales, al Ya y el Marca, todos con ventanitas, todos convenientemente censurados por el capell¨¢n de la prisi¨®n. No era una c¨¢rcel c¨®moda, sino todo lo contrario. El fr¨ªo en invierno -y sin calefacci¨®n alguna- era aterrador...
?sa es la prisi¨®n a la que llega, acompa?ado por dos polic¨ªas, el cura Paco en mayo de 1973. Todos estaban all¨ª por motivos pol¨ªticos. Todos menos uno, cuyo nombre no quiere recordar, o no recuerda, que algunas cosas es mejor olvidarlas, borrarlas de la memoria. Era un sacerdote que hab¨ªa sido condenado por haber cometido abusos con un ni?o. Hac¨ªa su vida aparte. Ni ellos hablaban con ¨¦l, ni ¨¦l tampoco ten¨ªa especial deseo de cruzarse con ellos (...).
En las celdas de castigo no daban el rancho normal. En las celdas de castigo, cuenta Garc¨ªa Salve que les daban un potaje de jud¨ªas. Con tocino. Cuenta que con mucho tocino. Cuenta que tanto tocino le hac¨ªa engordar cada vez que entraba en ellas. Porque entr¨® varias veces, cuenta. Y cuenta que la cena consist¨ªa en un huevo cocido y un caldo que, como hac¨ªa tanto fr¨ªo, lo utilizaba alguno para calentarse los huevos... 'Pero los huevos suyos, que se helaban y se encog¨ªan y se met¨ªan para adentro, ?sabes?'. No hab¨ªa calefacci¨®n, ninguna calefacci¨®n. Y el fr¨ªo agarrotaba los m¨²sculos, dejaba el cuerpo como encogido, como dormido. ?Dios, qu¨¦ fr¨ªo, qu¨¦ fr¨ªo pas¨® en Zamora!
-?A que no sabes a qu¨¦ me acostumbr¨¦ yo all¨ª? A comer los huevos con c¨¢scara y todo. Era calcio.
Los curas hac¨ªan huelga de hambre para protestar por las condiciones de la c¨¢rcel. Y la direcci¨®n les met¨ªa en celdas de castigo. Y all¨ª segu¨ªan con la protesta. Una vez tuvieron que dejarla, cuenta, porque Javier Amuriza entr¨® en una especie de coma. Y se asustaron todos, claro, y lo dejaron para que pudiera comer, salir de all¨ª.
El 6 de noviembre de 1973, los sacerdotes presos en la c¨¢rcel de Zamora realizaron una huelga de hambre que acab¨® en mot¨ªn. Fue una acci¨®n dura y desesperada. Firmaron un documento en el que ped¨ªan el traslado a otras prisiones, y a los obispos, que iniciasen con ellos una huelga de hambre. En el documento explicaban que hab¨ªan intentado por medio del di¨¢logo conseguir algunas reivindicaciones. Entre ellas, poder disponer de celdas individuales: 'Los sacerdotes encarcelados en la prisi¨®n concordataria de Zamora, viendo que son in¨²tiles todos los medios legales y las gestiones hechas oralmente y por escrito, nos hemos visto obligados a quemar y destrozar por nuestra cuenta esta vergonzosa c¨¢rcel, puesta por la Iglesia y el Estado en favor de sus intereses y en contra de nuestras convicciones m¨¢s profundas'.
El mot¨ªn de Zamora
La protesta tuvo repercusi¨®n internacional, y dentro del pa¨ªs se produjeron actos de solidaridad como el registrado en el Seminario de Madrid, donde se encerraron un centenar de personas, de las cuales cuarenta eran cl¨¦rigos.
Toda gran historia tiene su peque?a historia. Y el mot¨ªn de Zamora de 1973 tuvo su chispazo en los insomnios -terribles- de Jon Etxabe. Dice Paco Garc¨ªa Salve que el cura vasco cada vez llevaba peor su falta de sue?o. Se desesperaba: ten¨ªa insomnio y 30 a?os de condena. Se pasaba las noches paseando arriba y abajo, entre las camas de sus compa?eros, insultando, murmurando en vasco. En la sala-dormitorio era imposible pegar un ojo. Todos trataban de aguantarle en silencio. Nadie le dec¨ªa nada, pero, a medida que se repet¨ªan las noches en blanco, se fue planteando la necesidad de exigir celdas individuales.
Era, adem¨¢s, una reivindicaci¨®n que entraba dentro de la l¨®gica. No se ped¨ªa nada extraordinario. La protesta se organiz¨® con todo detalle: unos quemar¨ªan los colchones, otros romper¨ªan los cristales, Julen se encargar¨ªa de tirar el televisor al patio. (...)
-A m¨ª me dijeron que cuando saliera de la celda de castigo, pidiera ir a duchas, y cuando oyera el foll¨®n, empezara a romper todo lo que estuviera a mi alcance.
As¨ª lo hizo. ?l y todos los dem¨¢s. Cada uno cumpli¨® exactamente con su cometido. Cuando lo llevaron a duchas, en el momento en que le hab¨ªan dicho, Garc¨ªa Salve comenz¨®, con furia destructora, a romper cuanto encontraba a su paso: cristales, puertas, baldosas, grifos... De arriba ven¨ªa un humo denso y acre. Hab¨ªan empezado a quemar los colchones, que soltaban una humareda espantosa. Julen y Jon hab¨ªan cogido un banco de madera entre los dos y hab¨ªan reventado uno de los tabiques entrando en la salita que se utilizaba como capilla. Los ornamentos fueron pasto de las llamas. Los funcionarios acudieron asustados ante el estruendo y la humareda. Los sacaron al patio.
-Aquel mot¨ªn sirvi¨® para conseguir celdas individuales. (...)
Francisco Garc¨ªa Salve tiene que marcharse, dice. Est¨¢ ya jubilado. Pero su mujer lo necesita. ?l se cas¨® despu¨¦s de salir de la c¨¢rcel. Termin¨® Derecho, la carrera que empez¨® desde la prisi¨®n. Ahora tiene prisa. Ya est¨¢ un poco alejado de estas cosas. Y lo mira todo desde la distancia. (...)
-Despu¨¦s de mucho tiempo encerrado, lo m¨¢s terrible es que entras en un bar, por ejemplo, y tienes miedo a que alguien, al lado, te proh¨ªba pedir un caf¨¦. Pedir un caf¨¦ sin que nadie te controle. Tardas tiempo en perder ese miedo. Ese miedo a pedir un simple caf¨¦.
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