Viaje sin billete al desenga?o
El sue?o de Karim, un menor que entr¨® en Espa?a bajo un cami¨®n, se desvanece
Fue el primer d¨ªa de septiembre de 2001. 'Un s¨¢bado', recuerda perfectamente Karim. Se ape¨® del autocar en la plaza de Espa?a y llam¨® por tel¨¦fono a T¨¢nger: 'Estoy en Barcelona', le dijo a su madre. Con una mezcla de irritaci¨®n y tristeza, la mujer rog¨® al menor de sus tres hijos que regresara a casa.
Pero han pasado seis meses y Karim, de 17 a?os y hu¨¦rfano de padre, sigue en Barcelona esperando ver cumplido el sue?o que le embarc¨® en esta inmigraci¨®n precoz de indudable riesgo. Quiere 'papeles' y un trabajo, y anhela una vida mejor que la que le ofrec¨ªa su T¨¢nger natal. Nada de eso ha encontrado en Barcelona, al menos todav¨ªa.
Como otros tantos menores magreb¨ªes, Karim -el nombre es ficticio, para preservar su intimidad- emprendi¨® su viaje al primer mundo desde un aparcamiento de camiones de T¨¢nger. Protegido por la oscuridad de la noche, el joven se escondi¨® en los bajos de un tr¨¢iler que transportaba conservas con destino a Algeciras y se aferr¨® a los ejes de las ruedas delanteras. Helado por el fr¨ªo y el miedo, el muchacho tom¨® en Algeciras un autocar hacia Barcelona, en esta ocasi¨®n ya en un asiento, como un pasajero m¨¢s.
'Marruecos no es tan diferente de Espa?a como me hab¨ªan hecho creer', afirma el joven de 17 a?os
'En T¨¢nger, todos queremos ir a Barcelona o Bilbao, porque se rumorea que es donde hay m¨¢s oportunidades de prosperar', explica el joven. Ahora se siente 'enga?ado' porque ha podido constatar que Marruecos 'no es tan diferente de Espa?a' como le hab¨ªan hecho creer.
Arrastrado por unas expectativas que jam¨¢s se cumplen, el flujo de menores magreb¨ªes hacia Espa?a no cesa: las administraciones calculan que en los ¨²ltimos dos a?os han vivido en Barcelona unos 350 ni?os desamparados, muchos de los cuales han hecho de la calle su hogar y de la peque?a delincuencia su modus vivendi.
Karim se encuentra diariamente con compatriotas tambi¨¦n menores que duermen bajo un puente o en l¨²gubres casas abandonadas, y vagabundean por las calles de Barcelona bajo los efectos delirantes de la cola o de las pastillas. Entre 50 y un centenar de ni?os se hallan en esta situaci¨®n, seg¨²n la Generalitat, que asegura que no se dejan tutelar.
Karim comprende que muchos de ellos prefieran la 'libertad' de la calle a la disciplina de un centro de menores, aunque sea a costa de permanecer en la marginaci¨®n y la precariedad. 'Los centros de la Generalitat no les van a proporcionar de inmediato lo que ellos ven¨ªan a buscar: un trabajo y dinero para enviar a sus familias', argumenta.
A diferencia de la gran mayor¨ªa de menores inmigrantes, Karim lleg¨® a Barcelona con un n¨²mero de tel¨¦fono en el bolsillo de familias marroqu¨ªes instaladas en la capital catalana. Le acogieron unos d¨ªas, hasta que se puso a disposici¨®n de los educadores de calle del Ayuntamiento y se incorpor¨® al programa Marhaba del Casal dels Infants del Raval, un proyecto socioeducativo que pretende tender a estos menores un puente que les aleje de la calle para incorporarles a la red de atenci¨®n de la Generalitat, de la que de entrada suelen recelar.
Seg¨²n los responsables de Marhaba, razones para desconfiar de la Generalitat no les faltan a estos menores. Los educadores acusan a la Generalitat de desatender a los menores, al 'limitarse a ofrecerles alimentos y un techo sin proporcionarles un proyecto educativo y de orientaci¨®n laboral'. La acusaci¨®n, a la que se ha sumado la fiscal¨ªa, fue ayer desmentida por la directora general de Atenci¨®n al Menor, Anna Sol¨¦.
La mayor¨ªa de edad les llega a muchos de estos menores sin haber recibido la protecci¨®n de las administraciones. Seguir¨¢n en la calle, pero a su precaria situaci¨®n se a?adir¨¢ la problem¨¢tica de los adultos inmigrantes en situaci¨®n irregular. A Karim le falta casi un a?o para cumplir los 18 y para entonces espera haber obtenido los anhelados papeles. Hamid, su educador, no puede garantiz¨¢rselo. Tampoco la Generalitat. 'Nosotros siempre lo pedimos, pero es algo que depende de la Delegaci¨®n del Gobierno', afirma Anna Sol¨¦.
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