Un 22 de febrero m¨¢s
Un 22 de febrero m¨¢s, un d¨ªa se?alado, para unos con un nombre propio; para otros, sin embargo, el recuerdo tiene rostro de cualquier otra fecha en el calendario. Porque no es cuesti¨®n de ponerle cara a un homenaje, ni de ensalzar la vida de un hombre determinado; es el momento de reivindicar la vida como algo que se teme perder, como algo que tantos han perdido, como si no se tratara del mayor de nuestros derechos, un derecho reconocido por todos, un derecho robado por muchos, un derecho arrancado a tantos.
Un 22 de febrero m¨¢s, remueve demasiados sentimientos para los que se sintieron atacados; puede que sea una fecha que no necesita nada, s¨®lo llegar, para sentir estremecimiento en el interior de muchos de nosotros; una fecha llena de im¨¢genes, de s¨ªmbolos, de gestos, de tristeza y de impotencia enaltecida cuando se siente que no sirvi¨® para acabar con la mayor de las desgracias.
Un 22 de febrero m¨¢s, habr¨¢ quien eche en falta al paseante m¨¢s asiduo de los hoy llamados Jardines de la Libertad, un lugar simb¨®lico cuya denominaci¨®n sorprende, y al mismo tiempo fortalece por la causa de su nombre. Un lugar tranquilo, dominado por voces j¨®venes en el lugar de la sabidur¨ªa, fue atacado por el estruendo de un ruido ya nunca olvidado.
Un 22 de febrero m¨¢s, un hombre de mirada marcada por la realidad que expresaba, de un tiempo que no le gustaba y que quer¨ªa cambiar, fue eliminado por la fuerza de la violencia y la falta de respeto a los ideales, esperanzas y sue?os de un pueblo que a¨²n hoy siente la p¨¦rdida de un gran representante, de un buen pol¨ªtico, de una gran persona.
Un 22 de febrero m¨¢s, quien representaba la sombra de la seguridad, de la relativa tranquilidad para Fernando, un joven de mirada confiada, ca¨ªa derrotado en la ciudad que le vio crecer e ilusionarse; un joven con un futuro prometedor, lleno de planes y expectativas. Un s¨ªmbolo, una imagen, el rostro de miles de hombres y mujeres que velan por quienes se convierten en parte de sus familias.
Un 22 de febrero m¨¢s, dos vidas humanas cayeron desapareciendo como tantos otros lo hicieron antes, como muchos lo han hecho despu¨¦s y como, desgraciadamente, tantos otros lo har¨¢n en adelante.
?Cu¨¢ntos 22 de febrero son recordados a lo largo de todo el a?o?, ?cu¨¢ntas familias tienen en los calendarios de sus vidas un d¨ªa marcado con la se?al de la muerte?, ?cu¨¢ntos funerales tienen que sucederse para que asistamos al ¨²ltimo y definitivo?, ?cu¨¢ntas l¨¢grimas son necesarias para conseguir que se arrepientan de sus actos?, ?cu¨¢ntas preguntas somos capaces de hacernos y para cu¨¢ntas no encontramos respuesta?
Es una locura atender a la cotidianidad de la vida cuando somos realmente conscientes de que existen muchas personas sin derecho a la rutina. Es incre¨ªble dormir, cuando analizamos el atentado contra los Derechos Humanos que tantas veces se suceden en nuestros lugares de residencia. Es un vac¨ªo terrible sentir una amenaza por disentir de una idea. Es injusto participar en una guerra en la que s¨®lo un bando utiliza armas, porque el otro s¨®lo se alienta con la palabra, la tolerancia y el respeto. Es terrible no recordar cada una de las vidas que han ido desapareciendo por el fanatismo exacerbado de los que no son capaces de creer en nada. Es una pena no poder augurar un fin a esta situaci¨®n que ti?e de melancol¨ªa demasiados corazones, y de rojo demasiados cuerpos.
Y con todo, y por todo, sentimos la necesidad de ox¨ªgeno; un ox¨ªgeno que nos regenere por dentro para no caer en el dominio de los malos sentimientos. Es f¨¢cil desear muchas situaciones y es dif¨ªcil explicar el porqu¨¦ de un momento tan terrible. Pero peor a¨²n es encontrarte frente a frente con quien acaba de destrozar la vida y ser incapaz de regalar una palabra de consuelo que quiz¨¢s pudiera hacerle sentir mejor.
Quiz¨¢s alg¨²n d¨ªa frases como ¨¦stas en los medios de comunicaci¨®n tengan el ¨²nico sentido del recuerdo de algo que desgarraba las ilusiones y sue?os de un pueblo; puede que llegue el momento en el que sintamos de verdad que ha llegado la ¨²ltima de las v¨ªctimas de una batalla en la que la mayor¨ªa no queremos participar; a lo mejor ese d¨ªa podemos olvidarnos de los sentimientos de amenaza con los que muchos vivimos; porque al final no estamos hablando de decisiones pol¨ªticas, ni de nada que no sea la vida, el derecho fundamental por excelencia. Ojal¨¢ no haya ning¨²n Fernando Buesa m¨¢s, y ning¨²n Jorge D¨ªez m¨¢s y as¨ª nunca tengamos que recordar un 22 de febrero m¨¢s. Aunque hoy nuestro recuerdo es Eduardo.
Javier Rojo es secretario general de los socialistas alaveses
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