El s¨ªndrome Bl¨¢zquez
Hace ya unos cuantos d¨ªas, el consejero de Econom¨ªa de la Comunidad de Madrid, aludiendo a la pol¨¦mica acerca de la ubicaci¨®n de las pasarelas de moda, se despach¨® contra los catalanes, a los que describi¨® apasionados por un cierto folclorismo, en el que inclu¨ªa su lengua y su Diada, mientras que Madrid estar¨ªa poblado de serios y esforzados trabajadores que no se ocupan de tama?as futesas. La declaraci¨®n apenas mereci¨® unos cent¨ªmetros cuadrados de papel impreso en Madrid pero a ella se han dedicado pesadas resmas en Barcelona. Por m¨¢s que Ruiz-Gallard¨®n haya dado pruebas de actitudes muy distintas, el se?or Bl¨¢zquez no se ha dignado en rectificar lo que no puede ser descrito sino como un insulto.
Lo malo del caso es que este incidente tiene lugar en un contexto peculiar de un tiempo y de una sociedad. El comienzo del milenio no nos remite tanto a la confrontaci¨®n entre izquierda y derecha como a conflictos de identidad, y ¨¦stos son tan graves que rompen la disciplina de partidos e incluso motivan posiciones sucesivas, a veces muy contradictorias, en las personas. En Espa?a, pa¨ªs de identidades compartidas y conc¨¦ntricas y de impacto reciente de la inmigraci¨®n, este tipo de cuestiones van a estar sobre el tapete durante mucho tiempo y con mayor impacto en la opini¨®n p¨²blica que cualquier otro.
Lo l¨®gico es, entonces, tratar de estas cuestiones con esp¨ªritu de di¨¢logo y prudente sensatez sin desmesuras ni voluntad de plantear duraderos conflictos ag¨®nicos. Pero existe una tentaci¨®n indudable a hacerlo. Lo de Bl¨¢zquez no pasa de una an¨¦cdota r¨²stica pero hay indicios de mayor peso. En un libro publicado el a?o pasado por la Fundaci¨®n FAES, vinculada al PP, Fernando Garc¨ªa de Cort¨¢zar asegura que la naci¨®n espa?ola ha sido 'la m¨¢s perjudicada' por la transici¨®n a la democracia. A continuaci¨®n, en esas mismas p¨¢ginas, I?aki Ezquerra propone situarse 'm¨¢s all¨¢ del as¨¦ptico patriotismo constitucional', ingresando en la 'experiencia gozosa de la realidad nacional', por supuesto espa?ola. Un tercer vasco, procedente ¨¦ste de medios radicales, Mikel Azurmendi, huido de su Universidad por temor al avasallamiento nacionalista, parece haber encontrado, en su descenso hacia el Sur, peligros semejantes que provienen de la morisma y le inducen a condenar la multiculturalidad. Mientras tanto, un orfe¨®n de intelectuales retroprogres auspician, con la llegada del hiyab a las aulas, la pr¨®xima implantaci¨®n de la ablaci¨®n del cl¨ªtoris.
Todo eso suena desmesurado e in¨²tilmente polarizador. En 1978 no muri¨® Espa?a, sino una forma de entenderla y bien muerta est¨¢. Hoy, el orgullo leg¨ªtimo de ser espa?ol no se entiende sin la conciencia de pluralidad. Es l¨ªcito sentirse ¨²nicamente espa?ol pero se debe dar por supuesto que hay formas de serlo que incluyen otras identidades e incluso excluyen de forma espec¨ªfica la espa?ola. De la misma manera, en los problemas de identidad con respecto a la inmigraci¨®n debemos pensar que en realidad esa muestra de respeto por el pa?uelo que nos piden los marroqu¨ªes no es algo tan diferente a la satisfacci¨®n con que vemos que parte de las escuelas de California ense?en en castellano.
Mal haremos, en cambio, en plantear todas estas cuestiones de forma pugnaz y conflictiva. Contribuye a ello Aznar, que no acaba de darse cuenta de que est¨¢ ya m¨¢s en la historia que en la pol¨ªtica y que en esta materia puede dejar una pesada herencia a su sucesor. Bien vendr¨ªa que leyera el libro del historiador Ricardo Garc¨ªa C¨¢rcel Felipe V y los espa?oles, que ha obtenido un merecido premio (Plaza y Jan¨¦s). En ¨¦l queda patente que la historia de Espa?a desde el siglo XVIII ha oscilado entre unas visiones m¨¢s unitarias y otras m¨¢s plurales, pero estas ¨²ltimas nunca se han esfumado. La gran lecci¨®n del libro es, sin embargo, que cuando ha habido confrontaci¨®n no ha concluido en victoria ni en soluci¨®n, sino en enconamiento. A Bl¨¢zquez no le zaheriremos con recomendaciones de lecturas pero s¨ª con invocaciones a la cortes¨ªa: cuando se pide perd¨®n por una frase inoportuna se queda muy bien.
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