Monta?as nevadas
Leo en un titular de estos d¨ªas: 'Fidalgo impone su mayor¨ªa en Comisiones Obreras y se desprende de su n¨²mero dos'. Ya no son verticales como cuando el franquismo, pero tienen, igual que las monta?as, una c¨²spide helada y una falda por la que es necesario trepar si se quiere llegar a la cima. Hacer un ochomil no es tarea sencilla (que se lo digan a Juanito Oiarzabal). Uno puede quedarse sin resuello, sin bombona de ox¨ªgeno, sin ganas. Uno puede morir en el empe?o.
A veces la monta?a tiene forma de banco, otras de sindicato, otras de ejecutiva federal, otras de ayuntamiento o de gobierno. Puede tener mil formas, lo mismo que las nubes, pero siempre se ajusta, igual que el mar en llamas de Pere Gimferrer, a la misma mec¨¢nica ancestral. Lo sabe bien Fidalgo y lo sabe Bot¨ªn (peque?o y arriscado monta?¨¦s, hijo y padre de lustrosos botines) y lo sab¨ªa Nicol¨¢s Redondo antes de que la cima del PSE se transformase en siniestro Calvario. As¨ª son las monta?as. As¨ª somos.
Podemos convertir cualquier cosa en monta?a, cualquier casa, cualquier antedespacho y hasta cualquier esquina: los mendigos se organizan en redes mafiosas (cuentan en un programa de televisi¨®n) y se reparten las mejores esquinas de las grandes ciudades. Pobre del pobre, juran, que se atreva a instalar su miseria sin autorizaci¨®n en la calle del aire, se lo pueden llevar con viento fresco y los pies por delante. As¨ª son las monta?as. En su cumbre hay mordiscos, codazos, empujones, navajazos, venenos, asechanzas, insidias, espejismos, traiciones. As¨ª somos. No s¨®lo los banqueros, no s¨®lo los pol¨ªticos. El espect¨¢culo del patronato de la azacaneada Fundaci¨®n Jorge Oteiza es un retablo de las maravillas, una monta?a rusa en movimiento. Como para instalarse de por vida dentro de alguna caja metaf¨ªsica.
As¨ª somos. Fidalgo se desprende de su n¨²mero dos, pero ahora mismo un n¨²mero lejano, borroso todav¨ªa, inicia el lento ascenso a la monta?a.
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