Tres f¨®rmulas de integraci¨®n en colegios de Vic, El Ejido y Madrid
Varios colegios idean experiencias innovadoras frente al reto de la inmigraci¨®n
La entrada el pasado lunes de F¨¢tima Elidrisi con el hiyab (pa?uelo) cubri¨¦ndole la cabeza en un colegio p¨²blico de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) ha reavivado el debate sobre el modelo de integraci¨®n que han de seguir los centros educativos con los inmigrantes.
'Hubo un gran acuerdo. Padres, pol¨ªticos y profesores acabamos trabajando juntos'
'Un mediador cultural nos ayuda a mantener un contacto fluido entre el centro y las familias'
'Ten¨ªamos que elegir entre los espa?oles y los pobres. Optamos por los segundos'
La escuela es ahora un mosaico. Diferentes nacionalidades, culturas y creencias conviven en las aulas. No siempre es f¨¢cil. A veces el problema es el idioma; otras, los prejuicios, en muchas ocasiones, la pobreza. La b¨²squeda de un modelo o, por lo menos, de instrumentos que ayuden a enfrentarse con agilidad a los nuevos retos se ha convertido en un factor clave de la integraci¨®n. Tres experiencias realizadas en centros de Vic (Barcelona), El Ejido (Almer¨ªa) y Madrid han ideado sus propias f¨®rmulas. ?ste es el resultado:
MUCHOS PA?SES Y UNA SOLA ESCUELA
BARCELONA
Un 80% de alumnos inmigrantes, graves problemas de integraci¨®n y nulo apoyo por parte de las administraciones. Este era el panorama de los dos colegios p¨²blicos del centro de Vic (Barcelona) hace cinco a?os. Esta ciudad de 30.000 habitantes fue una de las primeras de Catalu?a que recibi¨® la oleada de la nueva inmigraci¨®n. Un 12% de sus habitantes han nacido fuera de Espa?a y sus escuelas han puesto manos a la obra para evitar que la incomprensi¨®n de este fen¨®meno quebrara la paz social. Cinco a?os de imaginativas apuestas han permitido eliminar los guetos escolares e integrar sin grandes traumas a los reci¨¦n llegados. Esta es la historia del Modelo Vic, como lo llama el alcalde, Jacint Codina, un camino hacia la integraci¨®n que sus impulsores creen exportable a toda Espa?a.
A mediados de los ochenta, decenas de hombres marroqu¨ªes llegaron a la ciudad atra¨ªdos por el sector textil, peletero y c¨¢rnico. Al poco llegaron sus mujeres y con ellas, los ni?os. Se concentraron en determinados barrios del centro de la ciudad, donde la vivienda, por vieja y degradada, era m¨¢s barata. Las dos escuelas p¨²blicas de la zona, Sant Miquel dels Sants y Jaume Balmes, fueron pronto el espejo de la nueva situaci¨®n. Ambos centros acogieron masivamente a estos ni?os, al mismo tiempo que se iban de all¨ª los compa?eros aut¨®ctonos. 'Tem¨ªamos que la llegada de inmigrantes ralentizara el ritmo de las clases y que bajara la calidad de la ense?anza', dice uno de los padres que evit¨® llevar a sus hijos a la misma escuela de los inmigrantes.
Los dos colegios del centro se convert¨ªan en guetos mientras las dos escuelas p¨²blicas de la periferia, m¨¢s modernas y lejos de los barrios degradados, acog¨ªan a los ni?os aut¨®ctonos. El alcalde (CiU) escuch¨® los miedos de padres y profesores y cort¨® por lo sano. Sin atender cr¨ªticas ni reticencias, ni siquiera las de su partido, impuls¨® la fusi¨®n de las cuatro escuelas e inici¨® un di¨¢logo con todos los grupos pol¨ªticos, padres y docentes para repartir equitativamente los alumnos con necesidades especiales entre todos los centros, tambi¨¦n entre los concertados. As¨ª pues, laicos y religiosos. Cinco a?os m¨¢s tarde, las cuatro escuelas p¨²blicas se han convertido en dos, que acogen cada una cerca de un 21% de alumnos hijos de inmigrantes. 'Algunos cursos de los centros concertados religiosos tienen m¨¢s inmigrantes que los p¨²blicos', asegura la concejal de Educaci¨®n, Dolors Rovira.
?C¨®mo se ha llegado a esto? El director del colegio p¨²blico Balmes- Andersen, Pere Roca, lo explica as¨ª: 'Hubo un gran acuerdo social. Padres, pol¨ªticos y profesores acabamos trabajando juntos. Sab¨ªamos que nos enfrent¨¢bamos a un gran reto'. Pero hubo momentos delicados. Al conocerse las intenciones del ayuntamiento de repartir a los inmigrantes, algunos padres de las dos escuelas de la periferia matricularon a sus hijos en los centros concertados. No fueron muchos, pero los suficientes para alarmar a los maestros, que temieron que el centro se convirtiera en un gueto. 'Sab¨ªamos que la calidad de la escuela no pod¨ªa bajar por la llegada de inmigrantes pero hab¨ªa que buscar m¨¢s medios y m¨¢s personal para el colegio', explica el director. La escuela y el ayuntamiento arrancaron una promesa de la Generalitat para dotar al centro de m¨¢s personal y renovar las instalaciones. 'Se trataba de decir a los aut¨®ctonos que la llegada de inmigrantes, lejos de reportar problemas, les beneficiaba', recuerda el jefe de estudios del Balmes-Andersen, Ramon Sitj¨¤.
De momento, las administraciones han respetado los acuerdos y las obras est¨¢n bastante avanzadas. Adaptar esta escuela ha costado 2,7 millones de euros. Pero tambi¨¦n ha tenido que cambiar el sistema educativo. Los alumnos de todos los cursos se dividen en cuatro grupos diferentes durante las horas de matem¨¢ticas y catal¨¢n. 'Los separamos para que cada alumno pueda aprender lo m¨¢ximo posible en funci¨®n de lo que ya sabe'. Y al contrario de lo que podr¨ªa parecer, los grupos con niveles m¨¢s bajos de catal¨¢n no s¨®lo est¨¢n ocupados por ni?os inmigrantes. Ramon Sitj¨¤ recuerda que 'la lengua s¨®lo es un impedimento los primeros meses, el ritmo de cada uno depende de muchas otras cosas'.
Quedan retos pendientes. Las actividades extraescolares, por ejemplo. 'Nos est¨¢ costando mucho que los hijos de inmigrantes, sobretodo las chicas, acepten ir de colonias', explica el director del centro. El r¨ªgido control familiar y la falta de costumbre de este tipo de salidas en Marruecos tienen buena parte de la culpa. Pero hay causas m¨¢s mundanas que nada desde?ables. 'Parece un problema tonto, pero nadie se ha parado a pensar que estos ni?os a veces no tienen un simple saco de dormir ni una mochila. Hay que pensar en ello y evitar que un ni?o se quede sin colonias por algo tan f¨¢cil de arreglar', dice el profesor.
Por contra, la escuela no ha conocido problema alguno por detalles como el uso del velo isl¨¢mico de las ni?as musulmanas. 'Algunas llegan a la escuela con pa?uelo, pero se lo acaban quitando en clase. El otro d¨ªa encontr¨¦ tres o cuatro tirados en un rinc¨®n', recuerda entre sonrisas Ramon Sitj¨¤. El jefe de estudios afirma que nunca han prohibido el uso del velo. 'Nos limitamos a explicarles que llevar una gorra, un pa?uelo o lo que sea, no es lo m¨¢s c¨®modo para recibir clase'.
TENDER PUENTES DE UN IDIOMA A OTRO
ALMER?A
En el Instituto de Ense?anza Secundaria Murgi de El Ejido (Almer¨ªa) se dieron cuenta hace unos cinco a?os de que el goteo de alumnos inmigrantes crec¨ªa progresivamente y se estaba convirtiendo en una realidad que les iba a obligar a replantearse el modelo educativo con el que se hab¨ªan manejado hasta entonces. Hoy el Murgi tiene 850 alumnos y unos 70 son inmigrantes. La mayor¨ªa proceden de Marruecos, aunque los hay de China, Francia, Rusia, Colombia, Argentina, Brasil, Ruman¨ªa, Bulgaria, Ecuador, Argentina, Alemania...
Conocer el n¨²mero exacto de ni?os inmigrantes es complicado porque la cifra puede variar de un d¨ªa para otro. 'Los inmigrantes se van incorporando seg¨²n llegan a la provincia. Hace s¨®lo unas semanas, se incorporaron dos hermanas colombianas', dice Manuel Mil¨¢n, el director.
Mil¨¢n reconoce que la llegada de alumnos de otros pa¨ªses les pill¨® un poco por sorpresa. A pesar de que los famosos cultivos bajo pl¨¢stico de El Ejido han atra¨ªdo una gran concentraci¨®n de inmigrantes, sobre todo magreb¨ªes, desde hace a?os. 'Lo ve¨ªamos venir', afirma Mil¨¢n. Esa situaci¨®n les llev¨® a buscar nuevas f¨®rmulas para facilitar la integraci¨®n y la convivencia entre todos.
Una de esas f¨®rmulas, que se ha revelado como un eficaz instrumento para facilitar la incorporaci¨®n a las aulas de los alumnos que desconocen el espa?ol han sido las Aulas Temporales de Adaptaci¨®n Ling¨¹¨ªstica (ATAL). Comenzaron en Almer¨ªa a finales de los noventa. Hoy hay 30 profesores en toda la provincia que -salvo los que est¨¢n en dos aulas fijas de sendos colegios de primaria- visitando peri¨®dicamente aquellos centros con gran presencia de inmigrantes para ofrecerles ayuda personalizada que les introduzca en el idioma lo antes posible.
Tom¨¢s S¨¢nchez es uno de estos profesores, que atiende, entre otros, al insituto Murgi. 'En este centro los alumnos inmigrantes con dificultades idiom¨¢ticas pasan 13 horas semanales en el aula temporal. Despu¨¦s yo dedico dos horas m¨¢s para hablar con sus tutores o con la orientadora. Tenemos el apoyo de un mediador cultural que suele ser contratado por los servicios sociales de los ayuntamientos o por organizaciones como ATIME [una asociaci¨®n de atenci¨®n a los inmigrantes] o Almer¨ªa-Acoge. Su funci¨®n es ayudarnos a mantener un contacto m¨¢s fluido entre el centro y las familias de estos ni?os', dice S¨¢nchez.
Para favorecer la integraci¨®n real se intenta que los alumnos inmigrantes que est¨¢n en estas aulas puente pasen el mayor tiempo posible en sus clases ordinarias, con el resto de los compa?eros espa?oles. 'Tratamos de que las horas de idioma no coincidan con clases de pl¨¢stica o de educaci¨®n f¨ªsica, donde el idioma es m¨¢s prescindible, para que as¨ª puedan pasar m¨¢s tiempo con el resto de sus compa?eros', comenta Elena Vi?olo, la orientadora del centro.
El director asegura que jam¨¢s han recibido ninguna queja por parte de los padres de alumnos espa?oles y que el nivel acad¨¦mico no se ha resentido en ning¨²n momento por la presencia de alumnos inmigrantes, un temor que expresan en otros sitios. 'S¨ª es cierto que el ¨ªndice de fracaso escolar entre el alumnado inmigrante es mayor del que nos gustar¨ªa. Hay que tener en cuenta que es un cambio grande para estos alumnos que, en muchas ocasiones, se incorporan a las clases a mitad de curso'. Mil¨¢n no esconde tampoco que les cuesta implicar a los padres de alumnos inmigrantes en la actividad del instituto. 'No es algo general, pero es verdad que a veces es complicado que los padres de algunos de ellos, sobre todo de los magreb¨ªes, atiendan nuestras llamadas, quiz¨¢s porque el trabajo les deja poco tiempo'.
El instituo elabor¨® el pasado curso un Plan para la Atenci¨®n Educativa del Alumnado Inmigrante, que quieren volver a repetir. En ¨¦l se incluyen actividades como conferencias impartidas por miembros de ATIME y se prefijan las necesidades que el centro se propone cubrir. Se comprometen, entre otras cosas, a comprar los libros y el material did¨¢ctico a aquellos alumnos inmigrantes con escasos recursos, o a facilitar ayudas para las actividades extraescolares.
Las semanas culturales del centro tambi¨¦n han cambiado: talleres de henna, intercambios gastron¨®micos o charlas sobre valores como la convivencia y la tolerancia, forman ya parte ineludible del programa de actividades.
Tom¨¢s S¨¢nchez resume lo que persigue el modelo educativo del instituto: 'Se trata de trabajar por la interculturalidad. En las aulas temporales yo intento que aprendan nuestro idioma pero me esfuerzo porque no olviden el suyo y no renuncien a sus costumbres. Ellos aprenden, pero nosotros tambi¨¦n'.
ENTRE AL?, BUDA Y JESUCRISTO
MADRID
-Mire, es que yo soy comunista y no creo en Dios. A ver si me va a adoctrinar al ni?o.
Felisa Ferro, (sor Felisa, para todo el que pisa el colegio concertado Santa Isabel, en pleno centro de Madrid) no se escandaliz¨® lo m¨¢s m¨ªnimo cuando un padre latinoamericano le plante¨® esta cuesti¨®n. 'Nosotros somos un centro cat¨®lico y ¨¦se es nuestro ideario. Pero si viene un ni?o musulm¨¢n, budista o ateo, dialogamos con los padres y se les explica esta cuesti¨®n. Luego ellos eligen', asegura la directora. La situaci¨®n que plantea no es hipot¨¦tica: lo ex¨®tico en este centro es ser hijo de espa?oles.
El colegio (que pertenece a la Federaci¨®n de Religiosos de la Ense?anza) opt¨® hace 20 a?os por convertirse en un centro para los hijos de inmigrantes. 'Cuando, en los a?os ochenta, comenzaron a llegar ni?os de otros pa¨ªses [ahora los hay de 37 nacionalidades] se fueron yendo los espa?oles, que prefer¨ªan un centro con un alumnado m¨¢s homog¨¦neo. El colegio se nos ven¨ªa abajo y no dimos cuenta de que ten¨ªamos que elegir: ?o los espa?oles o los pobres. Optamos por los segundos', relata esta septuagenaria, que pasea el h¨¢bito entre ni?os de diferentes culturas.
Los 725 alumnos del centro (el 52% inmigrantes) acuden a clase de religi¨®n, salvo cuando no conocen el idioma, una hora que aprovechan para mejorar esta destreza. 'A los cat¨®licos se les imparte como experiencia, y a los no cat¨®licos como una realidad cultural de occidente. Al final es donde van a vivir', explica Ferro. 'Adem¨¢s hay unos valores comunes en todas las religiones, como son la solidaridad el sentido del deber, tolerancia o respeto. Y esos son los que tratamos de impartir a nuestro escolares', dice la directora y recuerda que m¨¢s de una vez ha echado una buena rega?ina a alg¨²n alumno musulm¨¢n por no cumplir con el precepto de rezar cinco veces al d¨ªa o no pisar la Mezquita de Madrid.
Clase de religi¨®n. Una treintena de j¨®venes de 12 a?os uniformados escuchan atentamente a Sor ?ngela, una de las tres profesoras que hay de la congregaci¨®n. Un crucifijo preside el aula. 'Abraham era un pastor y recorri¨® todo este camino para llegar a Egipto, al igual que vosotros hab¨¦is hecho un viaje muy largo hasta llegar aqu¨ª', les dice a los menores. 'Todos estos est¨¢n bautizados', aclara al finalizar la clase. 'Pero cuando no lo est¨¢n, no hay problemas. Les hablamos de las tres grandes religiones monote¨ªstas y les decimos que hay otras, aunque sin gran precisi¨®n. La cat¨®lica la impartimos como una cultura. Si preguntan por Jesucrito, les explicamos que muri¨® por nosotros y que es un profeta como Mahoma'.
Los alumnos del centro est¨¢n m¨¢s que acostumbrados a tener compa?eros evang¨¦licos, musulmanes y budistas. ?Les ha servido de algo? 'Yo s¨¦ que los budistas tienen mucha paz, que los monjes se afeitan la cabeza y que van vestidos de naranja', explica Paloma, una de las dos chicas que es espa?ola en el grupo. Enrique, de Ecuador, tambi¨¦n ha aprendido de sus compa?eros marroqu¨ªes. 'Yo soy cat¨®lico, pero s¨¦ que, a veces, Mahoma les dice que no pueden comer y que tienen que rezar mirando a la mezquita'.
La directora sabe la dificultad que entra?a educar en la diversidad y de la falta de recursos para desarrollar bien la tarea. 'Los ni?os inmigrantes suelen tener problemas de autoestima. Han estado a?os sin ver a sus padres, llegan a Espa?a y est¨¢n solos. Nos encontramos con un bajo nivel previo de instrucci¨®n y, en muchos casos, con la barrera del lenguaje. Luego est¨¢ la movilidad: son ni?os que cambian constantemente de domicilio y sus familias est¨¢n poco en casa porque trabajan muchas horas', dice Ferro. 'Tenemos la sensaci¨®n de estar siempre empezando de cero, pero si no educamos en la convivencia, dentro de unos a?os tendremos unas bolsas de marginaci¨®n tremendas en nuestro pa¨ªs'.
Este reportaje se ha elaborado con informaci¨®n de Miquel Noguer (Barcelona), Ana Torregrosa (Almer¨ªa) y Ana L. Escudero (Madrid)
Este reportaje se ha elaborado con informaci¨®n de Miquel Noguer (Barcelona), Ana Torregrosa (Almer¨ªa) y Ana L. Escudero (Madrid)
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