Controlar, segregar y uniformar
Critica el autor la estrategia seguida por el Gobierno central para introducir su reforma educativa y los principios que la inspiran.
Cuando escribo estas l¨ªneas, en la cuarta semana de febrero, seguimos sin conocer el borrador de la ley de Calidad Educativa. Sorprendente, cuando ya han corrido r¨ªos de tinta al respecto. No me parece una cuesti¨®n sin importancia, porque dice mucho sobre sus intenciones el que el Gobierno del PP haya planificado su ley de Calidad como si de una operaci¨®n militar se tratara.
La ofensiva empez¨® hace meses a trav¨¦s de un implacable bombardeo medi¨¢tico: un rosario de declaraciones sobre el elevado fracaso escolar, el bajo nivel del alumnado, la insoportable situaci¨®n de indisciplina de algunos centros, la utilizaci¨®n de la autonom¨ªa para el 'adoctrinamiento nacionalista'... Una tormenta informativa que, con absoluta falta de rigor, mezclaba cuestiones bien distintas y en la que no hab¨ªa lugar para sopesar el alcance real de cada una, sus causas o, en los casos con alg¨²n fundamento, plantear alternativas. El objetivo era otro: trasladar a la sociedad una imagen catastrofista que abonara el terreno para considerar positivo cualquier cambio.
Que el Gobierno del PP haya sido capaz de liderar una ofensiva medi¨¢tica tan indiscriminada y de tama?a intensidad contra el sistema educativo -y muy especialmente contra los centros p¨²blicos- es otro dato a analizar. Que se atreva a hacerlo cuando lleva seis a?os en el Gobierno del Estado, lo que le adjudicar¨ªa buena parte de la responsabilidad de la situaci¨®n dibujada, es a¨²n m¨¢s surrealista. Sobre todo mientras han negado a los centros educativos p¨²blicos los medios humanos y materiales que hubieran contribuido -de verdad- a mejorar la calidad de la ense?anza y el asentamiento de la reforma. Y hay tambi¨¦n que se?alar que este bombardeo ha causado da?os colaterales: entre ellos, el prestigio del sistema educativo y el de los trabajadores-as de la ense?anza.
Desde hace unas semanas, y de nuevo a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, nos van llegando noticias de las primeras escaramuzas que preludian el asalto: se empiezan a filtrar aspectos parciales del borrador de la ley. Aspectos inconexos y variopintos, de un calado muy diferente en cada caso: itinerarios para la ESO, examen de rev¨¢lida para obtenci¨®n del t¨ªtulo de Bachillerato, reforma de los contenidos de Primaria, introducci¨®n de la Educaci¨®n para la Salud -al hilo del botell¨®n-, medidas para atajar la indisciplina en los centros, abordar la cuesti¨®n de la emigraci¨®n -en medio de la pol¨¦mica sobre el pa?uelo-, nuevo cambio de los contenidos de Secundaria... Anuncios escalonados que proyectan una imagen de improvisaci¨®n y de absoluta chapuza. Un ejemplo de c¨®mo no se puede abordar una reforma educativa. No quiero entrar a valorar cada una de las l¨ªneas propuestas: est¨¢n sin concretar, sin desarrollar, sin explicar. Es, probablemente, parte de la estrategia del PP: que los ¨¢rboles de las medidas concretas no nos dejen ver el bosque de lo que suponen globalmente. Por eso mismo, me parece m¨¢s interesante intentar analizar el esp¨ªritu que se oculta tras ellas, el mismo reflejado, por cierto, en la reforma de los contenidos m¨ªnimos de Secundaria, o en la recientemente aprobada LOU.
Controlar y reglamentar. El PP acabar¨¢ por declarar obligatoria la Enciclopedia Alvarez. Est¨¢ obsesionado por colgar del sobaco de cada ense?ante un grueso volumen que recoja hasta el detalle lo que debe ense?ar, lo que tiene que decir en el aula y lo que hay que exigir a cada alumno. Y para que nadie se salga del redil, por asegurarse de ello con los ex¨¢menes y sistemas de control que hagan falta. La vuelta de la rev¨¢lida no es s¨®lo dejar la obtenci¨®n o no del t¨ªtulo de Bachiller en funci¨®n del resultado, siempre incierto, de un examen: centrar¨ªa la actividad docente de los bachilleres en la preparaci¨®n para superar esa prueba, con la que, por cierto, se pretenden medir demasiadas cosas. Toda una filosof¨ªa sobre el quehacer educativo.
Segregar. Conciben la ense?anza como una competici¨®n en la que no tiene sitio el d¨¦bil o el distinto. No se trata de facilitar los medios para compensar las desigualdades de origen: al que tropiece se le excluye, la calidad se consigue dejando fuera de juego a quien no da el nivel. Nos ponen el se?uelo de conseguir grupos homog¨¦neos, como si ello fuera posible, como si los intereses y capacidades de cada alumno y alumna no fueran siempre diversos y como si la labor del ense?ante no tuviera obligatoriamente que adaptarse a esa realidad. Adem¨¢s, la segregaci¨®n que proponen no se dar¨ªa tan s¨®lo con alumnos: lo mismo ocurrir¨ªa con los centros. No quiero ni pensar lo que ser¨ªa la planificaci¨®n de la ESO en la comunidad aut¨®noma con tres modelos ling¨¹¨ªsticos y cuatro itinerarios diferentes. Una sencilla multiplicaci¨®n nos da el bonito resultado de 12 opciones distintas por cada nivel. Cada cual puede sacar sus propias cuentas y prever de qu¨¦ se ocupar¨ªan muchos centros, especialmente de la red p¨²blica.
Uniformar. Uno de los aspectos m¨¢s interesantes de la LOGSE es su aceptaci¨®n de la diversidad y el pluralismo: el acento puesto en la necesidad de responder a cada situaci¨®n concreta por medio de la autonom¨ªa de cada profesor-a en el aula, de cada centro educativo, de cada comunidad aut¨®noma. Un planteamiento que deja espacio a la pluralidad de visiones e ideolog¨ªas, a la creatividad, a la negociaci¨®n. Ahora el PP quiere imponer la uniformidad, la suya, tal y como entienden su modelo de lo deseable. En ese modelo no caben ideas que se alejen del pensamiento ¨²nico, ni culturas distintas -no digamos nada si se reclaman como nacionales-, ni autonom¨ªa de centros, ni libertad de c¨¢tedra del profesorado, ni ning¨²n tipo de pluralidad. La gris uniformidad llevada hasta sus m¨¢s sangrantes extremos.
El ideal del PP ser¨ªa convertirnos a todos y todas en clones, pero eso s¨ª, en lugar del equ¨ªvoco pelaje rizado de la oveja Dolly, con un lustroso bigotazo que demuestre a las claras las esencias hormonales de la raza.
Javier Lozano es miembro del sindicato de la ense?anza STEE-EILAS.
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