Galopando con la Vend¨¦e
Miro con preocupaci¨®n, y bastante desesperaci¨®n, a una izquierda desaparecida, cuyo mejor campo de enfrentamiento elegido es el de la rev¨¢lida, para constatar, poco a poco, que la contradicci¨®n principal, como dir¨ªa Mao, ha hecho desaparecer el resto de las contradicciones y conflictos, conform¨¢ndose el enfrentamiento entre Vitoria y Madrid como el centro y el monopolio de la diatriba pol¨ªtica en nuestro pa¨ªs. Como sucediera hace a?os en el Ulster, parece que no hay izquierda, y que esa contradicci¨®n principal la ofusca y la descoloca, impidi¨¦ndole observar que el resto de las contradicciones, esas que se llamaban de clase, tambi¨¦n est¨¢n ah¨ª.
La hist¨®rica tentaci¨®n obrerista en cualquier partido de clase, sobre todo cuando el sindicalismo forma parte principal de su cultura, es abstenerse en esa pelea burguesa por considerarla ajena a sus intereses. Pero, en el fondo, en cualquier enfrentamiento subyace el modelo de sociedad que se defiende, debiendo apreciar en todo caso cu¨¢l de ellos es m¨¢s conservador y contrario al progreso, y, si es posible, apuntalar el propio.
No siempre la izquierda ha estado atinada. Los sentimientos le han hecho ir m¨¢s de una vez en direcci¨®n equivocada
No deber¨ªa la izquierda prendarse de un nacionalismo que debe m¨¢s al tradicionalismo que a la ilustraci¨®n
No siempre la izquierda ha estado atinada; tard¨® mucho en decidirse entre monarqu¨ªa o rep¨²blica aqu¨ª, en Espa?a, porque ambos sistemas le parec¨ªa igual de burgueses. Los sentimientos, en contradicci¨®n con el racionalismo, le ha hecho cabalgar m¨¢s de una vez en el escuadr¨®n de la caballer¨ªa blanca.
Es hist¨®ricamente constatable que determinados mensajes rom¨¢nticos, ¨¦tnicos, castizos, le han atra¨ªdo a una izquierda como la espa?ola, de claros or¨ªgenes anarquistas y libertarios. Y, cuando la situaci¨®n se complicaba, se dejaba llevar por esos instintos, que tan malos resultados dieron hasta la llegada de la transici¨®n democr¨¢tica. Fue en ella donde apareci¨® una izquierda con responsabilidad y sensata, no por un exceso de cultura pol¨ªtica -que s¨®lo daba la apariencia de tenerla- sino por un recuerdo p¨¦simo e inmediato de lo que signific¨® la guerra civil. Luego el pragmatismo se entroniz¨® y pareci¨® que nunca m¨¢s iba a tener que teorizar, hasta que volvi¨® a la oposici¨®n.
Y entonces se encontr¨® con una derecha que ya no delegaba en los espadones la soluci¨®n de los graves problemas en los que siempre se met¨ªa, que hab¨ªa meditado mucho en los largos a?os de la traves¨ªa del desierto en los que el PSOE lo era todo; una derecha que se ha modernizado y que, salvo tics que todos tenemos, ha empezado a actuar en espacios que s¨®lo hab¨ªan sido territorios para la izquierda.
Es una derecha que no ha tenido que soportar las huelgas generales que soport¨® el PSOE, que ha realizado determinadas descentralizaciones de temas estrat¨¦gicos, como la sanidad, y se mueve en los ¨¢mbitos intelectuales con mucha soltura. Mientras la izquierda siga pensando, falsamente, que los representantes de esa derecha siguen siendo los herederos del franquismo, y se conforme con eso, jam¨¢s se podr¨¢ convertir en una alternativa cre¨ªble de gobierno.
En este largo periodo de despiste, lo que hace m¨¢s da?o, aparentemente, a esa derecha heredera del franquismo es el nacionalismo, concretamente el nacionalismo vasco. Ah¨ª s¨ª que juegan esos instintos libertarios para que la izquierda observe embelesada la osad¨ªa de una nacionalismo -no hay nacionalismo sin osad¨ªa- que se atreve a plantar cara a tan inamovible adversario pol¨ªtico.
Evidentemente, no es hora para exaltaciones orteguianas de la idea de Espa?a, y la izquierda no debiera -que no lo est¨¢- prendarse de ella. Pero tampoco del fen¨®meno especular y m¨¢s cutre -todo hay que decirlo- de un nacionalismo perif¨¦rico que debe mucho m¨¢s al tradicionalismo que a la ilustraci¨®n que aborrece, y cuyo empe?o, bajo formas populistas, es la sustituci¨®n en el Pa¨ªs Vasco de un sector de clase, poderosa en el pasado, por otra de nuevo cu?o burocr¨¢tico-pol¨ªtico.
No hay que dejarse seducir por ninguna de las dos. Pero en esa confrontaci¨®n que va apareciendo como la principal, es lamentable que los elementos populistas de una derecha y el hecho de que la otra arrojase a la izquierda del poder (que la otra tambi¨¦n lo hizo para irse con los de la kale borroka) enturbien la posibilidad de observar aspectos fundamentales para la izquierda, como ver qui¨¦n es la que defiende la libertad y los derechos de la ciudadan¨ªa en general, es decir, la Constituci¨®n, y la que antes se cortar¨ªa la mano que firmarla. Porque no existe ning¨²n derecho, ninguna liberaci¨®n, de rodillas, leyendo el Manifiesto de los Persas, y se hace necesario recordar, por el contrario, que toda la historia de nuestra izquierda empez¨® en la Revoluci¨®n Francesa, sigui¨® con Babeuf y en esas estamos, haciendo esfuerzos para no despistarnos y acabar en la caballer¨ªa de la Vend¨¦e.
Si antes fue el obrerismo, despu¨¦s el pragmatismo, y despu¨¦s el recuerdo de los or¨ªgenes libertarios, no vaya a pasar que la izquierda carezca de pol¨ªtica en el siglo XXI. Que no suceda que la izquierda empiece a delegar, como hizo la derecha en el XIX y XX, en los m¨¢s osados monta?eses de comuni¨®n y asalto diario, reconvertidos en burgues¨ªa nacional, m¨¢s bien, nacionalista.
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