Redondo
El otro d¨ªa vi a Nicol¨¢s Redondo en una entrevista larga que le hicieron en televisi¨®n. Estuvo muy bien: sencillo, sincero, sensato, sustancial. Tambi¨¦n estuvo y est¨¢ solo, que es otra palabra que empieza por la letra 's'. La diferencia entre Redondo y la mayor¨ªa de los pol¨ªticos que nos rodean resulta abrumadora: cuando Nicol¨¢s habla, dice cosas; mientras que generalmente los pol¨ªticos, cuando hablan, cosifican lo que dicen, esto es, convierten sus palabras en meros instrumentos con los que intentan conseguir ocultos fines, como, por ejemplo, remachar su poder personal o el de sus partidos, o disimular que no tienen ni repajolera idea de lo que est¨¢n hablando, o transmitir como loros descerebrados las instrucciones de conveniencia que otros han dictado.
Y as¨ª, mientras una infinidad de figurones consiguen la haza?a verborreica de hablar durante diez minutos sin expresar absolutamente nada, hete aqu¨ª que Redondo se moja y se involucra en todo cuanto dice. Esto, unido a una trayectoria de radical honestidad, le ha puesto en el punto de mira de los matones de ETA; pero, adem¨¢s, y esto tal vez sea a¨²n m¨¢s triste, le ha llevado a la decapitaci¨®n pol¨ªtica por parte de sus compa?eros, de sus propios colegas, los cuales prefirieron, una vez m¨¢s, primar los intereses sobre la ¨¦tica.
Redondo no es Einstein, Redondo no es Gandhi, Redondo no es un personaje de dimensi¨®n hist¨®rica y mundial. Pero es algo mucho mejor, mucho m¨¢s necesario: es un hombre digno, capaz de implicarse en su tiempo y su entorno con responsabilidad y con decencia. No hay mucha gente as¨ª. El Gobierno del PNV, que tan interesado est¨¢ en conservar a los caballos, gallinas y ovejas de raza vasca (acaban de editar un libro geneal¨®gico al respecto), deber¨ªa preocuparse mucho m¨¢s de la conservaci¨®n de Redondo y de los dem¨¢s pol¨ªticos vascos honestos y sinceros, que est¨¢n en franco riesgo de extinci¨®n (o los matan, o tiran la toalla, agotados, o les fosfatinan sus compa?eros). Escuchaba el otro d¨ªa a Nicol¨¢s en televisi¨®n, en fin, y pensaba una vez m¨¢s que su defenestraci¨®n es una gran p¨¦rdida. Porque ¨¦l, y otros como ¨¦l, nos ense?an que se puede vivir la peque?ez de nuestras vidas con grandeza.
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