So?ar Madrid
La autora expone las ideas que, a su juicio, deber¨ªan inspirar al equipo que pretenda gobernar la ciudad para sacarla de la 'pesadilla' y el 'caos' que sufre.
Madrid se ha convertido en una ciudad embarullada, insolidaria e inh¨®spita: en un brindis al caos. Y es lamentable, porque hasta hace no muchos a?os Madrid era el mejor de los lugares posibles para vivir, una ciudad cosmopolita, abierta, culta y relativamente c¨®moda porque los madrile?os se sent¨ªan identificados con ella, apreciaban las mejoras que poco a poco se iban realizando y sobrellevaban con resignaci¨®n, pero cierta iron¨ªa, la insoportable realidad del exceso de tr¨¢fico, el inevitable plus de capitalidad, el desordenado crecimiento urban¨ªstico y las genialidades de sus alcaldes, todos ellos convencidos de que ten¨ªan la soluci¨®n a todos los males. Pero al menos conservaba la placidez de sus atardeceres, la costumbre de extender el d¨ªa hasta bien entrada la noche y la afici¨®n a vivir la calle.
La seguridad tiene que ver con valores como el respeto, el civismo y la solidaridad
Antes se animaba al ciudadano a ser sujeto activo de la cultura, no mero receptor cultural
As¨ª fue hasta que alguien debi¨® de pensar que los madrile?os s¨®lo ten¨ªan un sue?o: el de que no les dejasen en paz. As¨ª se ha llegado al Madrid de hoy, una ciudad-pesadilla en la que el caos circulatorio, la incomodidad vial, la insolidaridad, la inseguridad, el ruido y la especulaci¨®n la han situado como una ciudad al borde de un ataque de nervios. No hace falta escuchar a muchos vecinos para comprender que el a?o y medio que falta hasta las pr¨®ximas elecciones municipales va a hacerse largu¨ªsimo.
Y, no obstante, Madrid no ha hecho nada para merecer semejante tortura. Con un criterio determinado eligi¨® un equipo municipal para que gobernase la ciudad, sin duda confiando en su sensatez. Tres a?os m¨¢s tarde no creo, sinceramente, que nadie se sienta bien gobernado. Se esfum¨® cualquier idea novedosa; se falt¨® al respeto al vecino; se secaron las iniciativas antes de florecer; se convirti¨® el programa electoral en desecho de tienta. Madrid necesita un programa de verdad, una ilusi¨®n regeneradora, un principio de rectificaci¨®n. Y alguien que la gobierne capaz de so?ar Madrid.
Se est¨¢ abundando en la idea de que Madrid es una de las ciudades m¨¢s inseguras del mundo, pidi¨¦ndose como alternativa el incremento de polic¨ªas en la calle. La seguridad como valor superior al de la libertad, o, como dec¨ªa Goethe: 'Es preferible la injusticia al desorden'. Este planteamiento no es s¨®lo conservador o reaccionario; tambi¨¦n desconoce por completo el hecho de que la seguridad tiene que ver con otros valores, como el respeto, la buena educaci¨®n, el civismo y la solidaridad. Un presidio es m¨¢s seguro que una plaza p¨²blica, sin duda, pero lo m¨¢s seguro de todo es un cementerio, y en Espa?a ya hemos conocido muchos a?os de paz de cementerio. La seguridad comienza cuando se comprende que la polic¨ªa no es s¨®lo un instrumento para resolver, sino para prevenir, cuando se garantiza la libertad en lugar del orden. Se trata de obtener los mismos resultados, pero desde planteamientos diferentes: los que separan a la derecha de la izquierda.
La seguridad tiene mucho que ver con la solidaridad. La buena vecindad no tiene que desatenderse por grande que sea un n¨²cleo urbano. Considerar al pr¨®ximo como ciudadano y vecino significa procurarle atenci¨®n si la precisa y respeto por merecerlo. Y auxiliarle si se encuentra en un estado de inseguridad o indefensi¨®n. La idea de la convivencia tambi¨¦n se aprende. Y se ense?a.
Las ciudades modernas no tienen defensa frente al crecimiento vial y urban¨ªstico. El mercado inmobiliario es imparable, y la circulaci¨®n de veh¨ªculos de motor, inevitable. No pueden ponerse puertas al campo ni restricciones a la libertad de circulaci¨®n. Madrid es una ciudad colapsada por los camiones de mercanc¨ªas, los autobuses escolares, los autobuses urbanos y los coches oficiales, y, al ser todos ellos servicios imprescindibles, no cabe m¨¢s que la ordenaci¨®n de una y otro del modo que resulte menos inc¨®modo para el vecino. Cualquier programa electoral que prometa soluciones al tr¨¢fico o disminuci¨®n del crecimiento urban¨ªstico est¨¢ prometiendo lluvias en julio y rosas para diciembre. Pero una cosa es comprometerse con el imposible y otra facilitar, como ahora se hace, el tr¨¢fico mediante t¨²neles que no desembocan en ninguna parte. O imponer restricciones a medias a la circulaci¨®n y mantener una red de servicios p¨²blicos municipales ca¨®tica. Las l¨ªneas paralelas de autobuses, en lugar de transversales, y la cadencia de sus frecuencias restan eficacia a un servicio que es esencial en cualquier gran ciudad.
El desarrollo urban¨ªstico, por su parte, carece de credibilidad porque est¨¢ sometido a demasiadas servidumbres, la principal de ellas la exasperaci¨®n ilimitada de las 'sagradas leyes del mercado', cuyas correcciones y limitaciones para dotarlas de un alma, al menos incipiente, ni siquiera asoman a la imaginaci¨®n de nuestros romos gobernantes pese a estar previstas y protegidas por nuestra Constituci¨®n, en potencia. El origen de Madrid fue un pu?ado de calles en desorden y su expansi¨®n siempre tuvo naturaleza aleatoria. Los nuevos barrios han corregido esa tendencia, pero se ha olvidado de que tan importante es su creaci¨®n como su mantenimiento. Que Madrid no es s¨®lo el barrio de Salamanca, por decirlo con mayor claridad. Tomemos como ejemplo los servicios de amejoramiento, limpieza y servicios de ese barrio, y hagamos que todo Madrid sea como el barrio de Salamanca.
Y que se reabra el debate tanto acerca de la regulaci¨®n de '... la utilizaci¨®n del suelo de acuerdo con el inter¨¦s general para impedir la especulaci¨®n' (art¨ªculo 47 de la Constituci¨®n) como sobre el Plan General, particularmente en lo referente a la zona norte, los pasillos ferroviarios y las salidas de la ciudad.
Una vez Madrid fue capital de Europa, precisamente cuando se decidi¨® que los vecinos ten¨ªan derecho a conocer cuantas creaciones art¨ªsticas se realizaban en el mundo y se les facilitaba participar en la creaci¨®n mediante el pleno uso y rendimiento de los centros culturales de distrito, la conservaci¨®n de eventos anuales culturales, la programaci¨®n de los centros municipales, la colaboraci¨®n con la iniciativa privada y el apoyo del Ayuntamiento a las programaciones art¨ªsticas de caf¨¦s y foros privados. Era cuando al ciudadano se le animaba a ser sujeto activo de la cultura, no mero receptor cultural sin capacidad para la protesta, condenado al silencio. La regeneraci¨®n cultural es la llave de una ciudad nueva. Y nadie est¨¢ hablando en estos t¨¦rminos porque las grandes preocupaciones culturales de los gobernantes son que al anochecer permanezcan en sus casas todos los vecinos y, frente a los j¨®venes, ganarles la batalla del botell¨®n, que, si no se le da alternativa (en Amsterdam, el municipio abri¨® una gran nave donde pod¨ªan cobijarse los j¨®venes), est¨¢ perdida de antemano. El ejemplo de Barcelona es ilustrativo, como ayer el de Amsterdam y hoy el de Berl¨ªn. A m¨¢s cultura, menos botell¨®n, y al exceso de botell¨®n, mayor posibilidad de acceso a los locales juveniles, evidentemente sin dispensa de alcohol.
La atenci¨®n a los vecinos en dificultades, sin atender su origen ni procedencia, como nunca se les pregunt¨® en Madrid y ello hizo c¨¦lebre a la ciudad, es una prioridad. Buenos servicios, como el Samur, han de complementarse con una adecuada y completa asistencia domiciliaria a enfermos y mayores, una mayor dotaci¨®n presupuestaria a los servicios de guarder¨ªas y albergues, una red de servicios a la inmigraci¨®n que facilite su ordenaci¨®n y una gran campa?a que invite a la comprensi¨®n, basada en la educaci¨®n, la convivencia y la comparaci¨®n demogr¨¢fica de inmigrantes con otras capitales europeas an¨¢logas a Madrid. Sin renunciar a la integraci¨®n como fundamento de todo ello, lo que resolver¨¢ buena parte de las carencias en cuanto a seguridad, libertad y cultura que hoy afectan a Madrid.
?stas son algunas ideas (entre otras muchas necesarias) que, en su d¨ªa, habr¨ªan de inspirar a cualquiera que sea el equipo que pretenda gobernar Madrid, y que s¨®lo cabr¨ªa esperar que pusiese en marcha un gobierno abierto, progresista e ilusionado. Lo que no es el gobierno municipal que hoy ha convertido Madrid en una ciudad embarullada, insolidaria e inh¨®spita.
Francisca Sauquillo es diputada socialista en el Parlamento Europeo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.