Marcados de por vida por un crimen
Los amigos del joven asesinado en la Villa Ol¨ªmpica relatan al tribunal c¨®mo han cambiado sus vidas desde entonces
Con la voz entrecortada y protegidos por un biombo, ayer declararon en la Audiencia de Barcelona los dos amigos que acompa?aban a Carlos Javier Robledo la noche del 1 de abril de 2000, cuando un grupo de 10 j¨®venes les propinaron una paliza mortal en la Villa Ol¨ªmpica. ?Eso ha marcado su vida?, le pregunt¨® el fiscal. 'Para siempre', respondi¨® Juan Carlos B., el testigo. Robledo, su amigo de la infancia, muri¨® en sus brazos, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. 'Cuando lo vi en el suelo tendido boca abajo y le di la vuelta, sab¨ªa que iba a morir. Estaba agonizando, ten¨ªa los ojos muertos'. La madre de la v¨ªctima no pudo soportarlo y por primera vez perdi¨® la entereza que ha demostrado estos d¨ªas en el juicio y sali¨® de la sala de vistas a llorar. Los otros familiares contuvieron las l¨¢grimas.
Un abogado defensor denuncia coacciones entre los acusados para ocultar los hechos
La justicia no entiende de sentimientos, pero ayer s¨®lo aflor¨® eso en la sala de vistas. Juan Carlos B., al igual que el otro testigo y amigo, Miguel C., coincidieron en su declaraci¨®n en que no pudieron identificar con certeza la actuaci¨®n que tuvo cada uno de los nueve acusados que se sientan en el banquillo. Si que recordaban a Valent¨ªn Moreno, condenado a ocho a?os de internamiento. '?l fue el que le dio a Robledo un pu?etazo en la cabeza que le dej¨® doblado. Se ech¨® la mano a la boca y ya no pudo levantarse', dijo Miguel C. Los dos desmontaron algunas coincidencias de las declaraciones de los acusados: iban en grupo y no separados, como dijeron; nadie les provoc¨®, sino que fueron ellos los que empezaron a pegar a Robledo y sus amigos sin mediar palabra, y que cuando les pidieron la cazadora que hab¨ªan dejado como cebo para iniciar la pelea, se les dio. Adem¨¢s, ninguno de los 10 agresores recrimin¨® al resto lo que estaban haciendo y cuando acabaron de patear a Robledo, se fueron juntos en tres coches.
'Una pelea es cuando unos pegan y otros dan, pero all¨ª no hubo pelea porque unos pegaban y otros s¨®lo recib¨ªamos', dijo Juan Carlos B. ?l tambi¨¦n fue pateado en la cara y todo el cuerpo, pero pudo levantarse y huir. Cuando volvi¨®, Robledo ya estaba agonizando. Miguel C. estaba dentro de un coche y no pudo salir porque se lo imped¨ªan los mismos que antes le hab¨ªan pegado y robado el reloj. Los dos est¨¢n en tratamiento psiqui¨¢trico y el primero admiti¨® ayer sin reparos que desde entonces tiene miedo, que no sale por las noches.
Jorge Tienda, abogado de uno de los acusados, denunci¨® ayer coacciones entre los acusados para no explicar la verdad y que cada palo aguante su vela. Es la ley del silencio. No est¨¢ escrita en ning¨²n c¨®digo pero funciona, aunque la justicia sea ajena a eso.
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