Echaremos de menos a Tobin
James Tobin -profesor de Yale, premio Nobel y asesor de John F. Kennedy- falleci¨® el pasado lunes. Fue un gran economista y un hombre extraordinariamente bueno; pienso que su desaparici¨®n simboliza la desaparici¨®n de una era en la que el debate econ¨®mico era m¨¢s agradable y mucho m¨¢s honesto que en la actualidad.
Tobin era uno de esos te¨®ricos de la econom¨ªa cuya influencia era tal que muchos que nunca hab¨ªan o¨ªdo hablar de ¨¦l eran sin embargo disc¨ªpulos suyos. Fue adem¨¢s un personaje p¨²blico, durante un tiempo el defensor m¨¢s prominente de una ideolog¨ªa que podr¨ªamos llamar keynesianismo de libre mercado, la creencia de que los mercados son una buena cosa, pero que como mejor funcionan es con el Gobierno preparado para limitar sus excesos. En cierto modo, Tobin fue el Nuevo Dem¨®crata original; es ir¨®nico que algunas de sus ideas esencialmente moderadas hayan sido secuestradas ¨²ltimamente por extremistas de la derecha y de la izquierda.
Tobin fue uno de los economistas que llev¨® la revoluci¨®n keynesiana a Estados Unidos. Antes de esa revoluci¨®n, no exist¨ªa al parecer un terreno intermedio en la econom¨ªa entre el fatalismo del laisser-faire y la intervenci¨®n autoritaria del Gobierno, y dado que en general se consideraba que la pol¨ªtica del laisser-faire era la causante de la Gran Depresi¨®n, resultaba dif¨ªcil ver c¨®mo podr¨ªa sobrevivir la econom¨ªa de libre mercado. John Maynard Keynes cambi¨® todo aquello: se?al¨® que, usando juiciosamente la pol¨ªtica monetaria y fiscal, un sistema de libre mercado pod¨ªa evitar depresiones futuras.
?Qu¨¦ a?adi¨® James Tobin? B¨¢sicamente, cogi¨® el keynesianismo en bruto y mec¨¢nico que prevalec¨ªa en la d¨¦cada de los cuarenta y lo transform¨® en una doctrina mucho m¨¢s compleja, que se centraba en las compensaciones que obtienen los inversores cuando equilibran el riesgo, los beneficios y la liquidez.
En la d¨¦cada de los sesenta, el sutil keynesianismo de Tobin le convirti¨® en el adversario intelectual m¨¢s famoso de Milton Friedman, que entonces defend¨ªa una doctrina rival (y m¨¢s bien ingenua) conocida como monetarismo. Por si sirve de algo, la insistencia de Friedman en que los cambios en la oferta de dinero explican todos los altibajos de la econom¨ªa no ha resistido la prueba del tiempo; el enfoque de Tobin sobre los precios del activo como la fuerza impulsora de las fluctuaciones econ¨®micas nunca ha sido mejor valorado. (Friedman es tambi¨¦n un gran economista, pero su reputaci¨®n se basa ahora en otros trabajos.)
Pero en la actualidad, Tobin es probablemente m¨¢s conocido por dos ideas pol¨ªticas, ambas 'secuestradas' -palabra empleada por ¨¦l- por gente cuyas ideas pol¨ªticas ¨¦l no compart¨ªa.
En primer lugar, Tobin fue la fuerza intelectual tras el recorte fiscal de Kennedy, que dio pie a la expansi¨®n de la d¨¦cada de los sesenta. Lo ir¨®nico es que hoy en d¨ªa esa rebaja fiscal suele ser alabada por los conservadores de la l¨ªnea dura, que la consideran un elixir que todo lo cura. Tobin no estaba de acuerdo. De hecho, justo la semana pasada, estuve en una conferencia con ¨¦l en la que afirm¨® tajantemente que la situaci¨®n actual exig¨ªa m¨¢s gasto interno, no m¨¢s rebajas fiscales.
En segundo lugar, Tobin propuso en 1972 que los Gobiernos recaudaran una tasa sobre las operaciones con divisas, como medio para disuadir la especulaci¨®n desestabilizadora. Ve¨ªa esta tasa como una forma de ayudar a fomentar el libre comercio, ya que garantizaba a los pa¨ªses que pod¨ªan abrir sus mercados sin exponerse a movimientos perjudiciales de 'dinero caliente'. Y una iron¨ªa m¨¢s: la tasa Tobin se ha convertido en la favorita de los adversarios ac¨¦rrimos del libre comercio, en especial del grupo franc¨¦s Attac. Como Tobin declar¨®: 'El aplauso m¨¢s sonoro proviene del lado equivocado'.
?Por qu¨¦ tengo la sensaci¨®n de que el fallecimiento de Tobin se?ala el final de una era? Pensemos en el Consejo de Asesores Econ¨®micos de Kennedy, la colecci¨®n m¨¢s extraordinaria de talentos econ¨®micos que ha trabajado para el Gobierno de EE UU desde que Alexander Hamilton reflexionara por su cuenta. Es incre¨ªble que Tobin fuera s¨®lo uno de los tres futuros Premios Nobel que trabajaban entonces en el Consejo. ?Ser¨ªa posible reunir un grupo as¨ª hoy?
Lo dudo. Cuando Tobin lleg¨® a Washington, los mejores economistas no estaban sometidos a estrictas pruebas de tornasol pol¨ªticas y jam¨¢s se les habr¨ªa ocurrido pensar que entre las funciones del cargo estuviera el decir cosas que eran manifiestamente falsas. ?Necesito decir m¨¢s?
El lunes habl¨¦ con William Brainard, otro profesor de Yale que trabaj¨® con Tobin, y que se?al¨® la 'fe en el poder de las ideas' que ten¨ªa su compa?ero. ?sa es una fe que cada vez es m¨¢s dif¨ªcil mantener, ya que las ideas malas con fuerte apoyo pol¨ªtico dominan nuestra ret¨®rica.
As¨ª que echo de menos a James Tobin, y lloro no s¨®lo su desaparici¨®n, sino la desaparici¨®n de una era en la que los economistas con una decencia b¨¢sica como la suya pod¨ªan prosperar, e incluso influir en la pol¨ªtica.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de Princeton.
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