?Ir¨¦ a la manifestaci¨®n?
Me formulo desde hace unos d¨ªas la pregunta que figura en el t¨ªtulo y no acierto a contestarla. Tengo dudas, muchos interrogantes abiertos. Hasta el s¨¢bado hay tiempo para decidir.
Porque, naturalmente, les estoy hablando de la manifestaci¨®n del s¨¢bado pr¨®ximo en Barcelona, convocada con motivo de la cumbre europea. Una manifestaci¨®n algo extra?a y confusa: unitaria pero a la que concurrir¨¢n tres plataformas distintas, con lemas diferenciados y de naturaleza, en alguna medida, antag¨®nica. Adem¨¢s, con unos precedentes tambi¨¦n muy variados: desde el mal sabor de boca que dejaron G¨¦nova y Gotemburgo al optimismo que gener¨® Porto Alegre.
Sinceramente, tengo ganas de ir. Me lo pide el cuerpo. Pienso que el mundo va mal, y salir a la calle junto a personas que tienen esta misma percepci¨®n te aumenta el ¨¢nimo. Aunque bien es cierto que a veces me pregunto para qu¨¦ sirven las manifestaciones: ?s¨®lo para subir la moral, en caso de ser un ¨¦xito, de los que se manifiestan o tambi¨¦n sirven para hacer pensar a los que no han ido y para ser temidos y respetados tras una exhibici¨®n de fuerza social por los adversarios? Quiz¨¢ hay de todo un poco. Pero en cualquier caso, una buena manifestaci¨®n te deja contento: 'som molts m¨¦s del que ells volen i diuen', cantaba y canta el gran Raimon.
La sensaci¨®n de que el mundo va mal no es s¨®lo por las cosas que pasan, sino tambi¨¦n por las que no pasan. Las cosas que pasan ya las sabemos: desigualdades econ¨®micas abismales, guerras, falta de libertades, injusticias. Todo este conjunto de desgracias que los peri¨®dicos van repitiendo a diario, que se reflejan en pat¨¦ticas im¨¢genes televisivas y que t¨², europeo confortablemente instalado, no s¨®lo no experimentas en carne propia, sino que indirectamente, m¨¢s o menos involuntariamente, te aprovechas de ellas. Con el recibo mensual de alguna ONG, el simulacro de adoptar un hijo en la India o la asistencia a alguna manifestaci¨®n tranquilizas m¨¢s o menos tu l¨²cida conciencia de europeo privilegiado y culpable. Un d¨ªa te sientes cercano a los desheredados de la tierra, otro d¨ªa a los palestinos, a los serbios o a los kosovares, con demasiada frecuencia a la ¨²ltima v¨ªctima de ETA. ?Sirve todo ello para algo? Probablemente s¨ª.
Pero la manifestaci¨®n del s¨¢bado no es s¨®lo por lo que pasa, sino tambi¨¦n por lo que no pasa, por la falta de alternativas a un mundo que consideras injusto y que pretendes mejorar. Y ante el agotamiento de las soluciones nacionales a un mundo que exige soluciones globales ha surgido un movimiento, incipiente y contradictorio, que comez¨® hace unos a?os con las protestas de Seattle y ha llegado hasta los encuentros de Porto Alegre. Y este movimiento despierta simpat¨ªa, a¨²n poca confianza pero s¨ª unas ciertas esperanzas con vistas al futuro. Y, adem¨¢s, no hay otro. Por ello deseas que avance, que se vaya clarificando y consolidando, que salga de la marginalidad pol¨ªtica y se incorpore a la normalidad democr¨¢tica. El cuerpo te pide ir a la manifestaci¨®n y, en parte, la raz¨®n tambi¨¦n.
Pero, ?es esta manifestaci¨®n oportuna tal como se ha planteado? Ah¨ª aparecen las dudas. Por una parte, no estamos ante una reuni¨®n del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional, organismos eminentemente tecnocr¨¢ticos que toman decisiones de alcance mundial sin legitimidad democr¨¢tica. Desde Rousseau, por lo menos, sabemos que un principio b¨¢sico de todo Estado democr¨¢tico es que s¨®lo deben obedecerse aquellas leyes que el ciudadano, directa o indirectamente, ha contribuido a elaborar y aprobar. En las decisiones, tan importantes, de estos organismos que desde la sombra rigen la econom¨ªa internacional de acuerdo con oscuros intereses, esta legitimidad democr¨¢tica est¨¢ ausente.
Muy distinto, en cambio, es el caso de los Consejos de la Uni¨®n Europea, donde quienes deciden son los leg¨ªtimos representantes de sus Estados y act¨²an de acuerdo con unas normas preestablecidas, elaboradas de acuerdo con procedimientos participativos. Por tanto, la protesta frente a ellos, indudablemente leg¨ªtima, tiene, sin embargo, un car¨¢cter distinto al caso anterior. Cada gobierno estatal concreto es responsable de sus actos y, por ejemplo, sobre la reforma laboral europea -probablemente la materia m¨¢s trascendental de esta cumbre de Barcelona- no es lo mismo, ni mucho menos, lo que sostienen Jospin y Schr?der que lo que defienden Blair y Berlusconi. Meterlos todos en el mismo saco no es razonable ni, probablemente, pol¨ªticamente acertado. 'Otra Europa es posible', ciertamente, pero esta otra Europa hay que construirla no contra todos, sino junto a algunos frente a los dem¨¢s. Por tanto, ?contra qui¨¦n se hace la manifestaci¨®n? No est¨¢ nada claro.
Por otra parte, la tan heterog¨¦nea composici¨®n de manifestantes provoca dudas m¨¢s serias todav¨ªa. Las manifestaciones unitarias deben ser plurales, pero hasta ciertos l¨ªmites. Yo me sentir¨¦ entre los m¨ªos en el Foro Social -aunque, por supuesto, pueda discrepar de muchos de ellos, que por algo es un foro- y no estar¨¦ inc¨®modo, aunque no sean los m¨ªos, en el grupo llamado Campa?a contra la Europa del Capital si, como aseguran, se manifiestan de forma pac¨ªfica. Pero no deseo en absoluto estar con Batasuna y su entorno, grupos predemocr¨¢ticos, partidarios de la coacci¨®n tribal frente a la libertad individual, personajes que se niegan a condenar los asesinatos y las acciones violentas, partidarios de imponer su voluntad mediante el miedo, como hac¨ªan los nazis antes y despu¨¦s de la subida de Hitler al poder. ?C¨®mo se puede ir del brazo de tales sujetos? La Europa que ellos quieren es justamente la contraria que puede desear cualquier dem¨®crata partidario de m¨¢s libertad e igualdad, cr¨ªtico con la Europa actual precisamente por ¨¦so. Otra Europa es posible, ciertamente, pero la menos deseable es la Europa que por la fuerza, por la coacci¨®n y el miedo, quiere imponer el integrismo batasuno.
Lo pide el cuerpo, lo piden las ideas, no s¨¦ si es el lugar, el modo y el momento. Y, desde luego, nunca hay que ir en las peores compa?¨ªas. ?Ir¨¦ a la manifestaci¨®n?
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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