Como un cuento de hadas
Este quinto -y por tanto bueno, lo taurino nunca est¨¢ lejos del flamenco- libro de Luis Landero, quiz¨¢ el mayor 'narrador' nato espa?ol de los ¨²ltimos a?os, puede permitir abrir una serie de reflexiones sobre su trayectoria literaria, tanto o m¨¢s 'necesarias' cuando tratan de caracterizar a su vez a un escritor 'necesario' propiamente dicho, como en alguna otra ocasi¨®n as¨ª lo he calificado. Sin moverme un ¨¢pice de este calificativo -que la publicaci¨®n de El guitarrista confirma con su habitual brillantez- a?adir¨¦ lo que m¨¢s obvio resulta: que su aparici¨®n en el panorama de nuestra narrativa actual se produjo casi como la de Minerva de la cabeza de J¨²piter, pues lo hizo casi de golpe y pertrechado con todas sus armas, a palo seco y con un libro que apareci¨® como inerme, en solitario y alejado de toda barah¨²nda editorial, pues s¨®lo tuvo a su favor el de un editor -editora- Tusquets y algunas cr¨ªticas que lo destacaron casi desde el principio. El favor del p¨²blico que le acompa?¨® enseguida no hizo m¨¢s que confirmar la sorpresa y subrayar su extra?a madurez, lo que resulta explicable adem¨¢s por el hecho de que Juegos de la edad tard¨ªa (1989) era el fruto asimismo tard¨ªo de un largo aprendizaje durante cuarenta a?os de existencia y de formaci¨®n a la vez. Luego hemos sabido (a trav¨¦s de Entre l¨ªneas - El cuento y la vida (1996-2001), que despert¨® a los misterios del verbo desde su primera infancia campesina, pero que su lema no fue tanto el de 'en el principio era el verbo', sino que se trat¨® sobre todo de un resultado, que el verbo era lo que encontr¨® al final, felizmente para ¨¦l y para todos nosotros en general.
EL GUITARRISTA
Luis Landero Tusquets. Barcelona, 2002 324 p¨¢ginas. 16 euros
Al final se respira un optimismo idealista de la mejor ley que nace de la propia ¨¦tica interior del autor
Es una novela escrita con una pasi¨®n m¨¢s torrencial de lo habitual en ¨¦l, pero que nunca suelta las riendas del relato
Escribir aquella su primera nove
la le cost¨® ocho a?os, seg¨²n propia confesi¨®n, pero a partir de entonces las otras dos se sucedieron cada cinco -Caballeros de fortuna (1994) y El m¨¢gico aprendiz (1999)- por lo que podr¨ªan ser integradas en una primera etapa de su narrativa, pues a pesar de importantes diferencias que ahora apuntar¨¦, poseen un sustrato com¨²n y hasta quiz¨¢ cierto aire de familia id¨¦ntico que le proporcionan una misma inspiraci¨®n -la base cervantina del conflicto entre la realidad y la imaginaci¨®n- y que a trav¨¦s de la tentaci¨®n hacia el disparate las unifica por encima de lo que se lo permite su maravilloso estilo, repleto siempre de hermosura, exactitud, humanidad y ternura. Las diferencias se repartir¨ªan entre la sorpresa itinerante de la primera, la perfecta elaboraci¨®n art¨ªstica de la segunda -que parece un artefacto mejor elaborado aunque menos sorprendente- y la tendencia al disparate de la tercera, aunque luego al final las aguas vuelvan a su cauce, como en este escritor suele suceder casi siempre. Pero repito que estos tres t¨ªtulos quiz¨¢ sean los m¨¢s 'novelescos' y 'objetivos' de los suyos, sobre todo pensando en su evoluci¨®n posterior.
Pues, en efecto, en un excelente libro, Entre l¨ªneas, publicado en dos versiones sucesivas, una en 1996 en su Extremadura natal y la otra el a?o pasado en su editora habitual en una nueva edici¨®n m¨¢s completa, corregida, ampliada, reordenada y con un nuevo subt¨ªtulo -lo que tambi¨¦n ha mostrado el rigor de Landero y su voluntad de perfecci¨®n-, el escritor se ha vuelto hacia s¨ª mismo, y bas¨¢ndose en sus tres vocaciones, la del lector, la del escritor (que nace de la anterior) y la del profesor (que fue el resultado de las dos primeras) para contarnos algunos datos y sucesos de los primeros a?os de su propia vida en su pueblo natal de Alburquerque, en el pleno medio rural donde el futuro escritor naci¨® y se form¨® en su infancia, con alg¨²n que otro retrato familiar inolvidable (el de la abuela) y algunas an¨¦cdotas de su primer aprendizaje literario como lector, o ya como profesor al final. Es evidente que lo autobiogr¨¢fico se superpon¨ªa a lo ficticio al coexistir la escritura de estos dos ¨²ltimos libros (la de Entre l¨ªneas con El m¨¢gico aprendiz), pero es que adem¨¢s, la rapidez en la publicaci¨®n de esta nueva novela, El guitarrista, donde la huella de lo autobiogr¨¢fico tambi¨¦n es muy poderosa, permite suponer que Luis Landero llev¨® de frente la escritura de estos tres libros, lo que indica que los datos suministrados por su propia existencia han sido privilegiados de manera creciente como si abriera ya del todo una nueva veta en su carrera de narrador.
Adem¨¢s, como ya se sabe, dadas sus equilibradas y siempre moderadas declaraciones -no confesiones de verdad, pues nuestro autor es demasiado austero y campesino para caer en las redes del mercado medi¨¢tico-, Landero emigr¨® con su familia a Madrid en su segunda infancia, donde trabaj¨® en diversos oficios mientras estudiaba, y hasta fue concertista de guitarra flamenca durante alg¨²n tiempo, siendo ¨¦sta la experiencia fundamental que le ha proporcionado el material para escribir esta nueva novela, que, si no es exactamente autobiogr¨¢fica, se nutre abundantemente de lo que le ha proporcionado su propia vida. Lo disparatado de algunos de los hechos que aqu¨ª se narran no apoyan para nada lo autobiogr¨¢fico, pero al mismo tiempo la exactitud en los detalles circunstanciales y la verosimilitud gen¨¦rica de lo que aqu¨ª se cuenta lo avalan bastante con detenimiento. Se trata por tanto de una novela semiautobiogr¨¢fica, escrita con una pasi¨®n m¨¢s torrencial que lo que suele ser habitual en este autor, pero que nunca suelta las riendas del relato, pues ya ha aprendido demasiado para dejarse llevar del todo, salvo quiz¨¢ cuando se interrumpe de manera m¨¢s o menos misteriosa la primera estancia en Par¨ªs de un primo carnal del narrador, que ya ha iniciado una carrera de guitarrista en Par¨ªs, pronto interrumpida a la postre, pero que funciona como la clave motora desencadenante de la historia.
Emilio es un joven de humilde familia campesina, hijo de una costurera viuda y que apenas entrado en la adolescencia simultanea sus estudios en una academia nocturna con su trabajo como aprendiz en un taller de autom¨®viles. Atrapado en una vida sobrecargada, pues la afici¨®n a la lectura se superpone a un horario m¨¢s bien inhumano, en el que sin embargo lucen algunos momentos felices o fascinados (por ejemplo por un profesor de su academia) al que una visita de su primo carnal, que trabaja como guitarrista de flamenco en un restaurante espa?ol de Par¨ªs, le impele a seguir su ejemplo. Su madre es costurera y alquila alguna habitaci¨®n a otros personajes m¨¢s o menos curiosos, tentados uno por la sexualidad o por la escritura en otro caso -espl¨¦ndido-, mientras a veces sue?a con amores y muertes misteriosas que nunca llegan al r¨ªo. Como aprende pronto a tocar la guitarra, el due?o del taller en que trabaja le contrata en t¨¦rminos m¨¢s o menos misteriosos para que d¨¦ clases a su esposa, aquejada al parecer (aunque no es seguro) de una extra?a enfermedad que le provoca raras fantas¨ªas. Y as¨ª, mientras Emilio prosigue a trancas y barrancas su prometedora carrera de guitarrista, se inicia un romance sentimental de ra¨ªces perfectamente cervantinas tambi¨¦n, aunque con distintos resultados.
Pues el modelo -al rev¨¦s- de
los amores entre el protagonista y su joven y bell¨ªsima patrona es la novela corta de 'El curioso impertinente', de Cervantes, casi al final de la primera parte del Quijote, una historia que termina bastante mal -no es nada 'ejemplar', desde luego-, pues los dos protagonistas masculinos mueren y la mujer termina en un convento, es una f¨¢bula 'antimoral' y hasta levemente 'antifeminista' corregida por un 'antimachismo' brutal. La historia de Emilio est¨¢ escrita por Landero con una minuciosidad y un c¨¢lculo tan p¨¦rfido que la parodia de Cervantes s¨®lo se descubre al final, un final que no por desolado deja de respirar cierto optimismo en su apertura hacia el porvenir de un guitarrista que no por su derrota amorosa deja de respirar un optimismo idealista de la mejor ley. Como si todo hubiera sido un cuento de hadas, a pesar de las crueldades de una ¨¦poca infeliz que tampoco se nos han ocultado, pues ni siquiera Luis Landero puede dejar de serlo nunca del todo, pues su idealismo nace nada menos que de su propia ¨¦tica interior.
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