Elogio de la manifestaci¨®n
La democracia est¨¢ muriendo de nuestra desidia. Su revitalizaci¨®n pasa por su ejercicio, que llamamos participaci¨®n. Pues para acabar con el desprestigio de la pol¨ªtica, lo primero es recuperar el inter¨¦s por la cosa p¨²blica. Y hacerlo efectivo. El tema es viejo. Robert Agger (1956) en el ¨¢mbito local, Angus Campbell (1954, 1960 y 1962), Lipset (1960), Jean Meynaud (1961) y sobre todo Lester Milbrath (Political Participation, Rand McNally, 1965) se ocupan de la actividad pol¨ªtica y de la implicaci¨®n de la gente en ella. Sit¨²an a lo largo del eje pasividad-actividad las distintas pr¨¢cticas participativas y las hacen funcionar como indicadores seg¨²n la intensidad de la implicaci¨®n: El voto est¨¢ en el nivel medio inferior, la presencia en m¨ªtines y manifestaciones, en el medio superior. Milbrath la incluye en el conjunto que designa como actividades gladiadoras, que son las m¨¢s comprometidas con los temas de la comunidad.
Hoy, cuando todos los ¨ªndices de participaci¨®n son tan preocupantes -incluyendo la abstenci¨®n, cuyo aumento es constante en todas partes-, la descalificaci¨®n de la manifestaci¨®n es pol¨ªticamente lamentable. Como lo es el prop¨®sito, s¨®lo disuasivo para los manifestantes pac¨ªficos, de las amedrentadoras medidas de seguridad -la Armada con sus patrulleras y su corbeta, el Ej¨¦rcito del Aire con los F-18 y los C-101 en el aeropuerto de El Prat, el avi¨®n AWACS de la OTAN, una fuerza policial de cerca de 9.000 agentes, con un contingente notable de Fuerzas Armadas, barreras de cemento y hierro, controles m¨²ltiples, etc¨¦tera-, que en cambio son percibidas como un reto para los grupos violentos y m¨¢s a¨²n para los profesionales del terrorismo. Pues cuando los enemigos de los valores democr¨¢ticos y de su profundizaci¨®n montan sus provocaciones, desde el radicalismo del terror o desde el revanchismo fascista -en G¨¦nova con ¨¦xito pero en Porto Alegre con un fracaso total-, se apoyan en los inevitables fallos de ese dispositivo de control y en la incitaci¨®n reactiva y legitimadora a la que lleva. A quienes matan con ETA y a quienes est¨¢n empe?ados en desacreditar, con sus furores in¨²tiles y perversos, la lucha de los movimientos sociales, no se les puede eliminar con amenazas tipo Sharon. No es ¨¦sa la opci¨®n democr¨¢tica.
La manifestaci¨®n del jueves pasado, con sus m¨¢s de cien mil personas, fue convocada por la Confederaci¨®n Europea de Sindicatos y en ella participaron numerosos l¨ªderes sindicales y dirigentes de la izquierda parlamentaria, agrupados en el Foro Social de Barcelona. Su reivindicaci¨®n fundamental sobre el pleno empleo y los derechos sociales coincide, en buena medida, con las conclusiones de la cumbre de Lisboa de marzo de 2000, y en ello est¨¢ su posible fecundidad pero tambi¨¦n sus l¨ªmites. S¨®lo la intransigente defensa del patrimonio europeo de logros sociales y su alineamiento con la dimensi¨®n p¨²blica del quehacer colectivo podr¨¢n evitar su recuperaci¨®n por el liberal conservadurismo.
Esta ma?ana est¨¢ teniendo lugar la manifestaci¨®n de los movimientos sociales y de los grupos alternativos, conjuntados en la Campa?a contra la Europa del Capital, que, en su manifiesto -y quiz¨¢ a¨²n m¨¢s en la declaraci¨®n Otra Europa es posible de los grupos ATTAC en Europa- plantea con claridad el horizonte de objetivos que postulan los otromundistas. Se insurgen contra la afirmaci¨®n de que la desregulaci¨®n de los transportes y la energ¨ªa va a aumentar la competitividad y a mejorar la calidad disminuyendo los precios, porque las experiencias de la ¨²ltima d¨¦cada en Gran Breta?a, EE UU, Espa?a, etc¨¦tera, prueban lo contrario. Adem¨¢s, las declaraciones de Carl Wood, comisario de Regulaci¨®n El¨¦ctrica de California, a este respecto son contundentes. Por lo que toca a la libertad total de capitales y al mercado financiero ¨²nico, si no vienen acompa?ados de un encuadramiento fiscal efectivo, aumentar¨¢n la especulaci¨®n y la inestabilidad financiera.
Finalmente, el desmantelamiento de los servicios p¨²blicos y la total desregulaci¨®n del mercado de trabajo que propugnan para conseguir el pleno empleo no son postulados econ¨®micos v¨¢lidos, sino dictados de una ideolog¨ªa. Demos pues gracias a las manifestaciones que nos permiten por fin sacar a la calle el debate de Europa y sus posibles futuros.
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