Un piso que abre las puertas a la integraci¨®n
Un hogar de acogida gestionado por dos j¨®venes madrile?as ofrece formaci¨®n, 'papeles' y un empleo a mujeres inmigrantes
El pasado martes, la peque?a cocina de un piso de acogida para mujeres inmigrantes de Madrid bull¨ªa de actividad. Sus siete inquilinas, que acud¨ªan a clase de cocina, observaban con atenci¨®n los fogones, apuntando meticulosamente las instrucciones y la receta de Pilar, la voluntaria que ejerce de maestra-cocinera. 'No, Liliana, el piment¨®n es el polvito rojo. Esto que tengo en la mano se llama pimiento en Espa?a', explicaba paciente Pilar a Liliana, una joven colombiana, que enrojec¨ªa de inmediato ante la aclaraci¨®n. 'Claro, es que aqu¨ª todo es tan diferente...', suspiraba Liliana.
Estas diferencias y muchas otras son las que Marta Carballo y Nuria Nombela, dos j¨®venes madrile?as vinculadas desde hace a?os con la inmigraci¨®n y el voluntariado, han querido atenuar con la creaci¨®n de este piso de acogida para mujeres sin cargas familiares, un modelo de integraci¨®n diferente y m¨¢s cercano a los que, seg¨²n ellas, ofrecen otros pisos tutelados. Lo han organizado en el barrio del Pilar sin ninguna subvenci¨®n p¨²blica y gracias a la financiaci¨®n privada que ellas mismas han buscado, a una organizaci¨®n religiosa que conduce hacia ellas a las inmigrantes y a los jesuitas, que les han cedido el piso.
Desde octubre han pasado por esta casa 35 mujeres. A 30 de ellas les han encontrado un puesto de trabajo
La Comunidad de Madrid, as¨ª como otras organizaciones humanitarias como Cruz Roja, Atime (Asociaci¨®n de Trabajadores Inmigrantes Marroqu¨ªes), Apla (Amigos del Pueblo Latinoamericano) y varias entidades religiosas disponen tambi¨¦n de pisos de acogida en la regi¨®n.
Pero la idea central de este piso es ofrecer todos los servicios integrados, en lugar de derivar a los inmigrantes a otras organizaciones, cursos o servicios. Marta y Nuria no s¨®lo proporcionan a sus inquilinas alojamiento y comida, sino que tambi¨¦n les ense?an un oficio, les buscan trabajo, les dan clases de alfabetizaci¨®n, les arreglan los papeles y les ofrecen, ante todo, confianza y atenci¨®n psicol¨®gica: casi todo lo necesario para empezar su nueva vida.
'La idea era crear un hogar, un lugar donde estas mujeres pudieran descargarse de todo lo que han sufrido y donde aprendieran poco a poco a integrarse en un pa¨ªs extra?o', explica Marta, la principal promotora del proyecto. Desde el pasado octubre, el piso, que permite una estancia m¨¢xima de tres meses, ha acogido a 35 mujeres. A 30 de ellas, Marta y Nuria les encontraron trabajo. Las cinco restantes hallaron empleo por su cuenta o volvieron a sus lugares de origen.
Liliana lleva tres meses dando tumbos por Espa?a. Tiene 33 a?os y tres hijos cuyas fotos abarrotan su mesilla de noche. 'Son mi punto d¨¦bil y por ellos estoy aqu¨ª', asegura esta joven colombiana con l¨¢grimas en los ojos. Sali¨® de su pa¨ªs, aplastado por la violencia y la crisis econ¨®mica, despu¨¦s de buscar infructuosamente un empleo en Colombia con el que mantener a sus hijos tras su separaci¨®n. 'Me qued¨¦ sin dinero a los dos meses de llegar a Espa?a y me enter¨¦ de que exist¨ªa este piso. La verdad es que cuando llegu¨¦ no me pod¨ªa creer que pudiera haber algo como esto', recuerda. Desde que entr¨® en la vivienda, hace 15 d¨ªas, la considera su 'casa', y a las dem¨¢s chicas, su 'familia'. 'A todas les pasa lo mismo. Los domingos vienen a comer muchas de las chicas que ya se han marchado, como si fueran una gran familia que se re¨²ne', dice Nuria.
Judit, otra de las inquilinas, era maestra y peluquera en Ecuador. Con la dolarizaci¨®n de la econom¨ªa en su pa¨ªs, su sueldo de maestra pas¨® a ser de 40 d¨®lares (44 euros) al mes, cuando un kilo de carne le costaba m¨¢s de cuatro euros. Tuvo que cerrar su peluquer¨ªa porque todas sus clientas emigraron, y ella hizo lo mismo. Al llegar a Madrid se instal¨® en el piso de una amiga, del que huy¨® cuando el novio de ¨¦sta la presion¨® para que ejerciera la prostituci¨®n. 'Me dec¨ªa que era una salida f¨¢cil. Se lo proponen a todas y eso es muy peligroso', cuenta.
Adem¨¢s de las clases de cocina que imparte Pilar, otra voluntaria ense?a a estas mujeres a hacer la compra o a utilizar el transporte p¨²blico, actividades que para ellas, que en su mayor¨ªa proceden de peque?os pueblos, pueden resultar complicadas. Las clases personalizadas de espa?ol tambi¨¦n forman parte del programa, aunque la mayor¨ªa procede de pa¨ªses latinoamericanos. No es el caso de Roselyn, una nigeriana de 40 a?os, madre de siete hijos, que lleg¨® a Espa?a despu¨¦s de recorrer 3.000 kil¨®metros a pie por el desierto. 'Nos est¨¢ costando colocarla porque habla poco espa?ol, pero lo haremos', promete Pilar.
Destinadas al servicio dom¨¦stico
Una de las pocas salidas profesionales a las que las mujeres inmigrantes sin papeles pueden acceder en Espa?a desde la entrada en vigor de la nueva Ley de Extranjer¨ªa es el servicio dom¨¦stico. Por ese motivo, las encargadas de este piso preparan a las mujeres a las que acogen para dedicarse a este tipo de empleos. 'Antes, una persona con una oferta de trabajo pod¨ªa conseguir la regularizaci¨®n. Ahora ya no', explica Marta Carballo, la encargada de este hogar de acogida.Con la nueva norma, para obtener el permiso de residencia y de trabajo es necesario no s¨®lo disponer de una oferta de empleo, sino tambi¨¦n que no haya paro entre la poblaci¨®n espa?ola en ese sector de actividad. Y el servicio dom¨¦stico es uno de los pocos en los que se da este requisito. 'Muchas de ellas ten¨ªan otras profesiones antes de venir a Espa?a, pero las cosas se han puesto muy complicadas para obtener los papeles. Las mujeres que vienen al piso saben qu¨¦ tipo de trabajos les ofrecemos, pero si ellas prefieren buscarse otro trabajo por su cuenta, pueden hacerlo', asegura Marta. Sus protegidas no parecen poner muchas pegas. 'Usted ofr¨¦zcame un empleo, que yo voy encantada', afirma burlona una de ellas. Pero el problema con el que se encuentran las mujeres que consiguen un empleo, y que cumplen los tres meses de estancia m¨¢xima en el piso, es el de encontrar despu¨¦s un lugar donde vivir. 'En Espa?a, la gente no alquila pisos a inmigrantes', dice Marta. Por ese motivo, el nuevo proyecto de las encargadas de este piso es alquilar casas para sus protegidas a nombre de una asociaci¨®n con la que trabajan. 'Es la ¨²nica forma', concluyen.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.