?Ha cambiado el PNV?
Carlos Totorika, Patxi L¨®pez, Gemma Zabaleta: la entrevista de ayer en la SER de I?aki Gabilondo a los tres candidatos a la secretar¨ªa general del PSE no trasmiti¨® la impresi¨®n de que existan grandes diferencias entre ellos. Todos consideran prioridad m¨¢xima forjar un frente democr¨¢tico contra ETA, pero admiten que la actitud del nacionalismo lo hace de momento imposible: lo que dec¨ªa Redondo, con la diferencia de que ¨¦ste sacaba las consecuencias pol¨ªticas de esa situaci¨®n y sus rivales prefieren mantenerse a la expectativa, como si esperasen una ¨²ltima confirmaci¨®n. Una explicaci¨®n posible de este redondeamiento de los perfiles ser¨ªa que, aunque s¨ª hay una l¨ªnea alternativa, no aflora porque sus promotores temen que una defensa abierta de la misma los llevase a la derrota en el Congreso de este fin de semana.
El 60% de los delegados pertenece a la organizaci¨®n de Vizcaya. Un candidato guipuzcoano o alav¨¦s que quiera ganar necesita dotarse de una s¨®lida base de apoyo en esa provincia. Pero el PSE vizca¨ªno est¨¢ dividido, por razones de rivalidad pol¨ªtica y personal, en dos bloques de peso comparable. El guipuzcoano Eguiguren, que s¨ª tiene un proyecto propio (consistente b¨¢sicamente en repetir la vieja alianza con el PNV y en aislar al PP: las dos cosas van unidas), necesita, para ganar, un candidato vizca¨ªno para que ponga la cara por ¨¦l y recoja los votos suficientes. De ah¨ª su pacto con L¨®pez. Uno pone el proyecto, y el otro, la base social.
Pero para que el acuerdo funcione es necesario que ese proyecto no se exteriorice: que se elija entre candidatos, no entre pol¨ªticas. La prueba de que nadie se llama a enga?o es que primero se va a elegir secretario general, el s¨¢bado, y luego, el domingo, se votar¨¢ la l¨ªnea pol¨ªtica (la ponencia de s¨ªntesis preparada por J¨¢uregui). Es como reconocer que lo que cuenta no es lo que dice el papel, sino qui¨¦n lo aplique.
En el congreso de 1997 fue Redondo quien recibi¨® los apoyos de Eguiguren frente a posiciones m¨¢s exigentes con el nacionalismo. Sin embargo, la din¨¢mica abierta por la rebeli¨®n de Ermua, y la posterior alianza del PNV con ETA -que inclu¨ªa el compromiso de ruptura con PP y PSOE- hizo inaplicable la l¨ªnea de Eguiguren. Tal vez ahora pase lo mismo porque, gane quien gane, la pol¨ªtica de alianzas tambi¨¦n depende de lo que haga el otro. De ah¨ª que el debate haya acabado centr¨¢ndose en si el PNV ha cambiado o sigue en Lizarra. Gabilondo se lo pregunt¨® a los tres: Zabaleta presupone la buena fe de los nacionalistas, L¨®pez aprecia s¨ªntomas de cambio y Totorika los ve en Idaho: fieles al proyecto soberanista, aunque tengan que hacer concesiones menores.
Desde luego, resulta inveros¨ªmil suponer que el PNV haya pensado siquiera en renunciar a la apuesta rupturista de su asamblea de 2000, celebrada tras el fin de la tregua: una apuesta que implica una estrategia de unidad nacionalista y, en la pr¨¢ctica, de exclusi¨®n de los no nacionalistas aprovechando su inferioridad por el acoso de ETA. S¨®lo renunciar¨¢ a ella si no tiene m¨¢s remedio, es decir si comprueba que seguirla le hace perder el poder. Por eso, el debate es c¨®mo hacer veros¨ªmil esa expectativa. S¨®lo hay elecciones cada cuatro a?os, pero se ha comprobado que es posible llevar al nacionalismo a ceder m¨¢s de lo que quisiera, si enfrente tiene una posici¨®n clara: una oposici¨®n, y no s¨®lo una propuesta de moderarle con concesiones.
El aventure¨ªsmo soberanista s¨®lo se modera cuando choca con los intereses que representa un partido tan org¨¢nico como el de Arzalluz. Por eso se olvid¨® del soberanismo cuando los empresarios le exigieron que firmara el Concierto. Y la compungida indiferencia ante el acoso a los concejales de la competencia se ha tornado en inter¨¦s por alcanzar acuerdos en su defensa, incluso por formar una Gestora en Zum¨¢rraga, aunque supongan desautorizar a Egibar: porque ha comprendido que muchos Zum¨¢rragas deslegitimar¨ªan los resultados electorales (y su poder). Una oposici¨®n inteligente no puede ser aquella que garantice a los que llevan m¨¢s de 20 a?os mandando que su apuesta de Lizarra les saldr¨¢ gratis porque siempre podr¨¢n contar con ellos, en caso de necesidad; sino, al contrario, la de reforzar la l¨ªnea de exigencia. Luego no es cierto que no existan diferencias. Pero s¨ª lo es, en cambio, que no hay una alternativa al nacionalismo del PP solo, o con s¨®lo medio PSE. La tarea casi imposible del Congreso es dotarse de una l¨ªnea clara sin que ello parta al partido.
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