Agua para el desarrollo
El autor cree necesario promocionar un cambio en la cultura h¨ªdrica espa?ola
Es la reflexi¨®n que preside el d¨ªa del agua que el mundo hoy celebra y que invita a asociar dos t¨¦rminos ligados con interpretaciones muy distintas. Sobre el papel plena coincidencia, el agua debe gestionarse para que el desarrollo sea sostenible, lo que, de acuerdo con la comisi¨®n Brundtland que lo defini¨®, supone satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las de las venideras. Un claro concepto de compleja y esencial concreci¨®n dada la enmienda referente a los trasvases aprobada en la turbulenta sesi¨®n del Parlamento Europeo del pasado febrero. Del calificativo en cuesti¨®n va a depender la financiaci¨®n de Bruselas al trasvase del Ebro incluido en el Plan Hidrol¨®gico Nacional (PHN). No habiendo una pol¨ªtica del agua definida, pol¨ªtica funci¨®n del car¨¢cter de bien social y/o econ¨®mico que al agua se le otorgue, la pol¨¦mica est¨¢ servida.
'El escenario actual es muy distinto al que hizo del riego un bien social y no econ¨®mico'
Estando indisolublemente unida a la vida, el agua ha sido, es y ser¨¢ bien social y como tal deber¨¢ quedar al alcance de todos, subsidi¨¢ndose el beber cuando sea menester. Un bien social que, por extensi¨®n natural y por posibilitar que las sociedades rurales comieran, alcanz¨® al riego, consolidado en la segunda mitad del siglo XIX de la mano de Costa y los regeneracionistas. Esta cultura propia de pa¨ªses agr¨ªcolas, a la saz¨®n necesaria, ha calado profundamente en la sociedad espa?ola e intacta nos ha llegado pese a que nuestro hoy en nada se parece a ese ayer.
La industria y el ocio han tra¨ªdo otros usos que con fuerza compiten con los tradicionales. ?stos, que contin¨²an creciendo, han perdido su car¨¢cter ecol¨®gico de anta?o. El riego contamina los acu¨ªferos (empleo de abonos y plaguicidas antes desconocidos), mientras los vertidos urbanos, demasiadas veces no depurados, confluyen con los otrora limpios y caudalosos r¨ªos. En s¨ªntesis, un escenario bien distinto al que vio nacer la pol¨ªtica hoy vigente. De otra parte, la prolongaci¨®n del car¨¢cter social del agua a las nuevas necesidades ha agravado la sobreexplotaci¨®n de acu¨ªferos y la contaminaci¨®n de las aguas. Una contaminaci¨®n que s¨®lo desde el ahorro se combate con eficacia. As¨ª lo entendieron pa¨ªses con m¨¢s recursos h¨ªdricos. Y para fomentar su uso eficiente, articularon dos medidas. La primera, repercutir en el recibo del agua todos los costes que su manejo comporta. La segunda, potenciar su gesti¨®n y control.
Hoy el agua es, pues, a la vez bien econ¨®mico y bien social. En Espa?a, por su nivel de desarrollo, aun cuando prevalece lo segundo, debiera primar lo primero. Esta inversi¨®n nos conduce a una ins¨®lita paradoja. El ecologismo y la izquierda af¨ªn, paladines del medio ambiente y por ende de las pol¨ªticas de ahorro que lo protegen, preconizan su car¨¢cter de bien econ¨®mico y el establecimiento de un sistema de libre mercado que lo propicie, mientras sectores conservadores no dudan en proclamar el car¨¢cter de bien social del agua y la necesidad de una administraci¨®n que asuma el coste total de las obras que esta pol¨ªtica demanda. Siendo ellos sus beneficiarios y usuarios mayores no pod¨ªa ser de otro modo.
Sin un modelo de gesti¨®n, el marco que encuadra el pol¨¦mico PHN es muy confuso. Tanto que, con posiciones radicalmente opuestas, todos creen tener raz¨®n. Y es este marasmo el que propicia actitudes incoherentes como las vistas en la mentada sesi¨®n del Parlamento Europeo. Con Arag¨®n a la cabeza. Desde su cultura y desde el agravio derivado del retraso de unas inversiones siempre prometidas y nunca ejecutadas (el regad¨ªo lleg¨® antes a los m¨¢s propicios terrenos levantinos), ve en el agua un bien social aun con dos ¨®pticas distintas. La ¨®ptica agr¨ªcola, que la desea para su desarrollo rural, y la medioambiental de quienes cansados de peajes excesivos, tanto externos como internos, demandan al desarrollo criterios econ¨®micos y racionales. Unos por principios y otros hartos de esperar ven en la costa mediterr¨¢nea al consumidor competitivo que pretende llevarse el agua que pasa por sus tierras.
Valencia, Murcia y Almer¨ªa, principales beneficiarios de la transferencia de agua del PHN, quieren ese agua y mucha m¨¢s si posible fuera. Siendo un bien social, su consumo no parece tener freno. Con todo, y porque las posibilidades de desarrollo que se tienen lo permiten, en el PHN consta que el trasvase ser¨¢ amortizado mediante el pago de 0,30 euros por cada metro c¨²bico de agua. Ello generar¨¢ tensiones. En un mismo marco geogr¨¢fico coexistir¨¢ el agua del Ebro, de poca calidad y con cierto aire de bien econ¨®mico (el pago recuperar¨¢ parte de la inversi¨®n) con el agua del J¨²car casi gratis y de mejor calidad. Los agricultores levantinos lo saben pero de momento, para no comprometer a¨²n m¨¢s el trasvase, callan. De dinero, piensan, ya hablaremos. De momento pagan otros. Y con la obra hecha partiremos en la negociaci¨®n con ventaja.
En su huida hacia adelante el modelo vigente (que gasta m¨¢s de lo razonable y a¨²n pide, el trasvase, en pr¨¦stamo) acabar¨¢ colapsando. Por ello se necesita un marco de actuaci¨®n acorde con la nueva Directiva del Agua promulgada por una Europa que no acaba de entender el PHN espa?ol. Y se comprende. Resulta dif¨ªcil que un alem¨¢n admita que sus impuestos sirvan para subsidiar agua donde dicen que escasea mientras ¨¦l, en un pa¨ªs donde abunda, gasta menos y paga m¨¢s. Un PHN de espaldas a la realidad que ha obligado a Espa?a, con ocasi¨®n de su turno presidencial, a declarar el cambio clim¨¢tico prioridad medioambiental comunitaria, perdiendo con ello la posibilidad de un debate europeo sobre pol¨ªtica h¨ªdrica, el escenario perfecto para justificar ante la sociedad espa?ola el cambio de cultura que los nuevos tiempos demandan. Un debate que, adem¨¢s, habr¨ªa permitido a Europa liderar, la cumbre mundial de la tierra de septiembre en Johanesburgo.
El lema del d¨ªa mundial del agua de este a?o nos viene de molde. Invita, con la mirada puesta en el futuro que no en el pasado, a concretar el tipo de desarrollo que la actual sociedad requiere. Para establecerlo habr¨¢ que definir hasta d¨®nde llega el agua como bien social. Y despu¨¦s articular la pol¨ªtica adecuada. Mientras tal no ocurra continuaremos en ¨¦pocas de sequ¨ªa, como en los pa¨ªses tercermundistas, cortando el agua del grifo para evidenciar ante la opini¨®n p¨²blica que a¨²n est¨¢n pendientes obras que permitir¨ªan saciar la sed de la Espa?a seca.
Enrique Cabrera es catedr¨¢tico de Mec¨¢nica de Fluidos de la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia.
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