Un observatorio extraterrestre
Escrito al parecer junto al mar, mirando al mar culturalmente, como se mira a todo, dice, con una inmensa aguada como ¨²nico horizonte, saludando la aparici¨®n del astro rey con la misma ensayada y suficiente iron¨ªa con la que saluda cualquier fen¨®meno que levante un tanto la nariz sobre el charco, desde un observatorio extraterrestre, m¨¢s all¨¢ de la ciencia y de la religi¨®n, de lo privado y lo p¨²blico, dice, por un detective cultural, investigador privado, sin experiencia alguna de lo que habla, s¨®lo de o¨ªdas, dice, este dictamen, sin acritud, sin ret¨®rica acad¨¦mica, sin ch¨¢chara bibliogr¨¢fica, sin pretensiones dogm¨¢ticas, dice, pero con mucho engolamiento general, incluso en su falta de pretensiones, digo, trata de desescombrar de 'basura hist¨®rica' el objeto cultural 'Dios', de investigar la fant¨¢stica renta per c¨¢pita de los muchos cientos de millones de dioses, de las decenas de miles de movimientos p¨ªos, el fabuloso y proliferante mundo de las creaciones religiosas. Todo ello, dictamina modestamente, un mero dominio de invenci¨®n po¨¦tica, un almac¨¦n de productos de ficci¨®n o artificio de la inteligencia humana, a cuyo estudio dedica desde hace a?os el autor sus esfuerzos pr¨¢cticos; te¨®ricos, creadores o po¨¦ticos tambi¨¦n, me imagino.
DICTAMEN SOBRE DIOS
Jos¨¦ Antonio Marina Anagrama. Barcelona, 2001 275 p¨¢ginas. 13,82 euros
Cuyo pr¨®ximo fruto, que probablemente los colme, ya anuncia en este libro: un tratado general de ¨¦tica. Los colme por lo evidente tras el desescombro hist¨®rico de Dios: la ¨¦tica universal es el juez ¨²ltimo tanto del mundo religioso como del profano; a ella han de someterse, pues, las religiones, y en ella, en el camino marcado por ella, deben disolverse tambi¨¦n si son inteligentes, ya que de todos modos por ah¨ª van inevitablemente las cosas. Un pr¨®ximo dictamen sobre el bien, es decir, sobre 'el modo de salir bien librados de la situaci¨®n en que nos encontremos': haciendo buena ciencia, permitiendo una justa soluci¨®n pol¨ªtica de los conflictos o facilit¨¢ndonos el acceso a la felicidad, seg¨²n el caso. (?Ah¨ª es nada, ah¨ª es nada el pulpo de Teognis!). Elaborar un dictamen o un tratado sobre la ¨¦tica en general y universal, sin m¨¢s, ya esbozada por otra parte en la esplendente y ub¨¦rrima declaraci¨®n de los derechos humanos, debe ser una tarea apasionante: porque la ¨¦tica es el fruto privilegiado y la modalidad suprema de la inteligencia pr¨¢ctica; y es de hecho una tarea de la m¨¢s extrema responsabilidad: porque desarrollar la ¨¦tica como superaci¨®n de la religi¨®n es asunto de trascendencia hist¨®rica, tanto que 'la historia inmediata de la humanidad va a depender de c¨®mo se resuelva ese problema'.
Necesitar¨¢ suerte en tama?a empresa el se?or Marina con las precarias bases que cuenta: el gran t¨®pico -acad¨¦mico- de la moral transcultural, o consejos de sentido com¨²n, pero vac¨ªos, en los que se resuelven todas las grandes religiones y la ense?anza de todos los grandes maestros de perfecci¨®n (Confucio, Buda, Cristo, Mahoma), por lo visto: consejos como amar al pr¨®jimo, ser perfectos, buscar la justicia, no hacer a otros lo que no quieras que te hagan a ti, desear para el hermano lo que se desea para uno, etc¨¦tera. La verdad es que frente al agobio de la basura cultural del concepto de Dios, la inteligencia pr¨¢ctica, y la te¨®rica, pero sobre todo la pr¨¢ctica, tiene aqu¨ª todo un magn¨ªfico desierto para desfogarse.
Porque con respecto a la religi¨®n ya queda todo claro. Respondiendo a las tres preguntas de este libro: ?podemos saber algo seguro sobre la existencia de Dios? No. S¨®lo en concepto tautol¨®gico: asimilando a Dios a las condiciones de posibilidad del universo, que est¨¢n dadas por la obviedad de que el propio universo est¨¢ ah¨ª; m¨¢s all¨¢ no merece la pena pensar, es aburrido incluso. ?Inventar¨ªamos la palabra 'Dios' si no la tuvi¨¦ramos? Probablemente s¨ª, porque la inteligencia po¨¦tica, creadora, ficcional del hombre es irrefrenable. ?Es inteligente a estas alturas ser religioso? S¨ª, si se disuelve la religi¨®n en la ¨¦tica universal, la teolog¨ªa tautol¨®gica en la teopraxia profana; no, si se sigue el folclore sagrado, de culto y dogma, de las religiones eclesiales. (Ya dec¨ªa el maestro Eckhart, al parecer con raz¨®n, hace unos ochocientos a?os: 'Ruego a Dios que me libre de Dios').
Es dif¨ªcil no estar de acuerdo
con el alarde de sentido com¨²n de este libro, con estas inteligentes pinceladas o acuarelas marinas, que desarrollan de paso un bello camino hermen¨¦utico por el inmenso muladar hist¨®rico de la conceptolog¨ªa religiosa, un camino a la aguada, eso s¨ª, debido sin duda a lo repulsivo de una andadura profunda. Pero de todos modos a m¨ª me gusta m¨¢s escuchar la veracidad inteligente y sin pretensiones de las r¨¦plicas que la gracia natural que Andr¨¦s Aberasturi hace a Marina en las matinadas radiof¨®nicas que comparten. El observatorio mar¨ªtimo extraterrestre de este dictamen no acerca a Dios ni a su concepto, infinitamente distantes, absolutamente otros, ambos, sino a una sentencia de muerte en nombre de nada, a no ser en el de la autosuficiente perspectiva de la nueva moral de la globalizaci¨®n, encerrada sin embargo en un invern¨¢culo terrestre, demasiado terrestre, y convertida ah¨ª en una moralina dom¨¦stica, que reclam¨¢ndose de la pobre filosof¨ªa, y eso es lo malo, parece que dicta desde el mismo trono, aunque con maneras m¨¢s afectadas, que los pont¨ªfices religiosos: los supuestos administradores m¨¢ximos -supongo que podr¨ªa llam¨¢rseles as¨ª desde la perspectiva de este libro- de la basura hist¨®rica.
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