Visiones de Buda en Myanmar
La antigua Birmania se abre poco a poco al turismo
Yangon -antigua Rang¨²n-, la capital de Myanmar, recibe a sus visitantes a golpe de bocina, como si los birmanos hubieran encontrado en el claxon un modo sencillo de transgredir su proverbial calma y autocontrol. Situada al sur del pa¨ªs, en la regi¨®n de los deltas, a unos treinta kil¨®metros del mar de Andaman, es una ciudad muy extensa y populosa, ba?ada al este y al sur por el r¨ªo Yangon, y al oeste, por su afluente el Pazundaung. Pero si alguien espera encontrarse una ciudad asi¨¢tica bullanguera, ca¨®tica y volcada hacia las v¨ªas de agua que la limitan, se llevar¨¢ una sorpresa. Hasta las bocinas no son m¨¢s que un se?uelo. Yangon es una urbe que mira hacia dentro, perdida en el tiempo, cuyo car¨¢cter lo marca el silencio de los monjes, viandantes y vendedores, el polvo que cubre la vegetaci¨®n y los graznidos de los cuervos al atardecer. Del esplendor de su etapa colonial apenas queda el trazado de cuadr¨ªcula del sur de la ciudad, unos edificios que piden a gritos una mano de pintura, el anticuado y agradable zoo y el remozado hotel Strand, una joya de la arquitectura colonial inglesa de principios del siglo pasado. Parece como si la capital birmana viviera hechizada por la presencia de la pagoda Shwedagon, cuya descomunal c¨²pula dorada domina la ciudad. Shwedagon, s¨ªmbolo de Myanmar, epicentro religioso de un pa¨ªs que practica mayoritariamente y con celo las ense?anzas de la austera escuela budista theravada, es un abigarrado y alucinante conjunto de templetes, pabellones, altares, relicarios y estatuas que cubre una superficie elevada de cinco hect¨¢reas. Toneladas de oro, kilos de piedras preciosas, litros de sudor de quienes lo levantaron para guardar ocho cabellos de Buda, y de aquellos que fueron ampli¨¢ndola... Shwedagon, que refulge al atardecer, es un homenaje a la desmesura y, aunque sea una paradoja, al recogimiento.
Perder el tiempo en Yangon
En Yangon, uno llega a la conclusi¨®n de que lo mejor que puede hacer es perder el tiempo, en el sentido m¨¢s positivo de la expresi¨®n: dejarse caer en un taburete de un sal¨®n de t¨¦ en el que los clientes, la mayor¨ªa hombres, hablan tan bajo que parecen conspirar; buscar el barrio chino hasta caer en la cuenta de que es casi igual a los otros; deambular por los puestos del mercado Bogyoke y admirar telas de Mandalay, lacas de Bagan, rub¨ªes, zafiros, longys -especie de falda tubo, vestido nacional-, objetos de jade, salvamanteles de roten o elaboradas marionetas; visitar el templo hind¨² de Sri Kali, o el chino de Ken Hock Keong, en el que uno descubre con agrado que los fieles se esfuerzan por aparentar que no han reparado en tu presencia; beber una cerveza en una terraza y saludar a los birmanos de tez cobriza, amarilla o color caf¨¦ que pasan a tu lado y te sonr¨ªen con una boca enrojecida por el betel. Tambi¨¦n puede uno acercarse hasta las afueras para ver al elefante blanco que, seg¨²n asegura la p¨²trida dictadura en el poder, traer¨¢ riqueza y prosperidad a la naci¨®n, para comprobar que mantienen a su salvador tan encadenado como al pueblo; detenerse junto a un curandero que ofrece cr¨¢neos de mono, ung¨¹entos, colgantes y dem¨¢s chucher¨ªas, o curiosear en los puestos de libros de la calle 37, disfrutando de la belleza de la extra?a caligraf¨ªa circular birmana y con la esperanza de encontrar alg¨²n buen ejemplar antiguo de la socorrida novela Burmese days, de Orwell, o relatos de Somerset Maugham.
La riqueza de Marauk-U
Aparte de la justamente famosa llanura de Bag¨¢n, con sus m¨¢s de dos mil templos, otro destino interesante para disfrutar de la riqueza monumental del pa¨ªs es Marauk-U, que debido a su acceso complicado recibe un n¨²mero de visitantes muy reducido. Se vuela a Sittwe, al noreste, ciudad portuaria levantada por los ingleses sobre una isla, frente a la boca del r¨ªo Kaladan, y all¨ª se remonta en barco el apacible y anchuroso r¨ªo Aungdat en una traves¨ªa de unas seis horas. El paisaje, ora llano, ora levemente ondulado, se cubre de palmeras y de una vegetaci¨®n tropical exuberante en los aleda?os de Marauk-U. All¨ª, entre arroyos y colinas, se despliegan las ruinas de la capital de un poderoso reino rakhaing, fundado en el siglo XV, que en su ¨¦poca de mayor esplendor dominaba la bah¨ªa de Bengala y contaba con portugueses y samur¨¢is cristianos entre los mercenarios de la corte. Al pasear por Marauk-U, las casas de madera, el mercado rebosante de fruta, verdura y pescado, las campesinas de piel curtida fumando cheroots -inmensos cigarros-, las pagodas de piedra con relieves de Buda enmarcados en peque?as hornacinas repetidos miles de veces en su paredes, las estatuas del iluminado con ojos de vidrio y aire ausente, y la atm¨®sfera neblinosa, te dan la sensaci¨®n de que has llegado a un lugar misterioso, olvidado e irrepetible.
Para descansar de los rigores del viaje, una buena opci¨®n es pasar unos d¨ªas en Ngapali, en la costa oeste. La playa, de arena blanca, ancha y de considerable longitud, se abre a una bah¨ªa cuyas aguas azul cobalto contrastan con el verde intenso de la frondosa vegetaci¨®n de la isla de las Perlas. En el extremo sur de la playa hay un pueblo de pescadores en el que los hombres faenan y las mujeres, cubiertas con sombreros de pico y ataviadas con coloridos longys, desecan el pescado al sol, esparci¨¦ndolo sobre redes y paja. Y es que Myanmar ha cambiado tan poco desde hace siglos que lo que a los ojos del turista es pintoresco, para ellos es una mera cuesti¨®n de supervivencia, la de un pa¨ªs de gente amable y ensimismada.
GU?A PR?CTICA
- Poblaci¨®n: Myanmar tiene 45 millones de habitantes. Prefijo telef¨®nico: 00 95
Moneda: kyat. Un euro equivale a seis kyats.
- Thai Airways (917 82 05 20). Desde Madrid a Yangon, v¨ªa Bangkok, los lunes, jueves y s¨¢bados. Ida y vuelta, 909 euros m¨¢s tasas.
- Kandawgy Palace (1 24 92 55-9). Kan yeik tha Road. Yangon. La doble, con desayuno, 90 euros.
- Hotel Sittwe (4 32 13 95). West Sanpya Qt. Sittwe. La doble, 54 euros.
- www.myanmars.net/spanish.htm.
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