De librer¨ªas
No creo que se pueda ser un hombre culto sin ser un buen lector, ni llegar a serlo jam¨¢s sin frecuentar las librer¨ªas, que han sido -quiz¨¢ est¨¦n dejando hoy de serlo- el medio m¨¢s eficaz para acceder al mundo de la cultura en general, de la mejor y m¨¢s libre de las maneras posibles. Si adem¨¢s tenemos en cuenta que no hay otra mejor (cultura, claro), podemos ver que el papel del libro y de las librer¨ªas es no tan s¨®lo insustituible para la configuraci¨®n del mundo realmente existente, sino que adem¨¢s es el ¨²nico que tenemos. De ah¨ª que las librer¨ªas no es que est¨¦n de moda, sino que, al estarlo siempre, lo est¨¢n sin que nunca puedan dejar de estarlo aunque no lo est¨¦n. Por mi parte, he frecuentado sin parar las librer¨ªas desde que tengo uso de raz¨®n, esto es, desde que en mi m¨¢s tierna infancia supe leer comprendiendo lo le¨ªdo, pues de otra manera no hubiera llegado hasta aqu¨ª, ni hubiera sido quien soy, ni hubiera vivido tal como lo he hecho, ni hubiera existido ni sido jam¨¢s, eso es todo. Hace pocos d¨ªas, mi hijo, doctorando en una universidad madrile?a, buen lector y frecuentador de librer¨ªas, de Internet y de bibliotecas p¨²blicas y privadas -entre otras, la m¨ªa-, me dijo al venir a saque¨¢rmela una vez m¨¢s que muy pocas veces encuentra los libros que necesita en las actuales librer¨ªas, incluso en las que suponemos mejores. Poco despu¨¦s le¨ª una consulta entre un grupo de intelectuales de todo pelaje y especializaciones (evito la palabra encuesta porque connota una vaga cientificidad siempre falsa) que eligieron las 'mejores' veinte librer¨ªas de Espa?a y se quedaron tan panchos. ?Veinte librer¨ªas nada m¨¢s para un pa¨ªs que se acerca a los cuarenta millones de habitantes, y eso con permiso de los inmigrantes? Cuando empec¨¦ a trabajar como periodista se nos dec¨ªa que hab¨ªa en Espa?a diez mil puntos de venta, contando el sector industrial quiosquero, que sigue gozando del proteccionismo estatal en que naci¨®. Y en la consulta citada se dec¨ªa que hay hoy en nuestro pa¨ªs 3.850 librer¨ªas, de las que 176 son llamadas 'grandes'; 302, 'medianas-grandes', y 596, 'medianas-peque?as'; vaya por Dios, qu¨¦ ser¨¢n las dem¨¢s. ?Papeler¨ªas y tiendas de recortables y pinturas? El problema de nuestras estad¨ªsticas es insondable, aunque si se oculta tras ellas nuestra producci¨®n editorial -que nada tiene que ver con nuestra creatividad ni con nuestro consumo cultural- ninguna puede ocultar la contradicci¨®n que existe entre nuestro imparable aumento del n¨²mero de t¨ªtulos que se publican y el evidente descenso de nuestros niveles de lectura (y que se reflejar¨ªa s¨®lo en el descenso abismal de esa cifra que nunca encuentro, la de las tiradas). Recuerden la respuesta cruel a la pregunta de cu¨¢ntos ejemplares se tiran de un t¨ªtulo o una publicaci¨®n: 'Casi todos'. Las ventas en librer¨ªas van bajando inexorablemente, y es l¨®gico que as¨ª suceda dado que ya no se encuentran en ellas los libros que buscamos. Queda el recurso a Internet, o al encargo al librero, que es el sistema que prefiero al ser m¨¢s seguro y no cobrar nada; aunque para ello hay que contar con un librero de verdad, algo que el apelativo de librer¨ªa ya no garantiza ni conlleva siempre.
Mientras los quioscos se convierten en librer¨ªas porque han sido invadidos por la producci¨®n editorial diaria o semanal, estas ¨²ltimas devienen quioscos que se renuevan al mismo ritmo. La causa siempre est¨¢ en esa fuga hacia adelante que se ha apoderado de la industria editorial en nuestro tiempo, obligada por el sistema econ¨®mico a publicar m¨¢s y vender a mucha mayor velocidad para poder seguir existiendo, con lo que nuestras quiosquerizadas librer¨ªas se ven obligadas a matar lo mismo que venden -los libros y la literatura- a toda prisa, pues tienen que sustituir sus fondos por las sucesivas oleadas de libros posteriores que sin control de calidad ni garant¨ªa alguna los suplantan sin parar. De ah¨ª que los anteriormente 'consultados' -cuyo n¨²mero superaba el de las librer¨ªas elegidas- suspirasen sobre todo por los fondos perdidos, u optaran por grandes librer¨ªas extranjeras supervivientes, o terminasen declarando su amor por las librer¨ªas de viejo, que son las ¨²nicas que conservan por definici¨®n sus propios fondos. Ni siquiera nuestras veinte grandes librer¨ªas supervivientes son tampoco lo que eran, no nos enga?emos. Pues bien, si no salvamos las librer¨ªas, aqu¨ª ya no se salva nadie, socorro.
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