Cuando la pol¨ªtica econ¨®mica es ret¨®rica
LA CUMBRE DE MONTERREY para la financiaci¨®n al desarrollo ser¨¢ un ejemplo m¨¢s -de no ocurrir una sorpresa de ¨²ltima hora que modifique las conclusiones consensuadas-de la pol¨ªtica convertida en ret¨®rica. Muchos buenos prop¨®sitos y apenas medidas concretas de car¨¢cter determinante para conseguir el objetivo para el que fue convocada: aplicar los instrumentos para que la pobreza existente en el mundo quede reducida a la mitad en el horizonte del a?o 2015. Lo que se denomina una utop¨ªa factible.
Las artificiales declaraciones de optimismo de algunos de los mandatarios presentes, entre ellos los espa?oles, ahondan a¨²n m¨¢s esa diferencia cada vez m¨¢s clamorosa entre lo que se dice y lo que se hace, uno de los motivos por los que se profundizan las distancias entre el lenguaje oficial y las opiniones de los ciudadanos. La decepci¨®n, el lenguaje de madera, las medias verdades son causas de esa debilidad creciente de la democracia que es una caracter¨ªstica central del marco de referencia de nuestra ¨¦poca: la globalizaci¨®n.
La ayuda oficial al desarrollo es un concepto ligado a la guerra fr¨ªa. Desde que la URSS dej¨® de existir, el porcentaje del producto interior bruto dedicado al desarrollo se ha reducido en los pa¨ªses m¨¢s ricos
La impotencia de Monterrey, la ausencia de un avance cualitativo concreto m¨¢s all¨¢ de las intenciones buenistas que desplega el llamado Consenso de Monterrey (el documento final de la cumbre, pactado previamente a su inicio) demuestran la necesidad de encontrar instituciones eficaces y legitimadas para la gobernabilidad de la globalizaci¨®n. Lograr los mecanismos que superen las posturas nacionales de los pa¨ªses involucrados, aunque algunos de ¨¦stos sean tan poderosos como Estados Unidos.
La globalizaci¨®n tiene dos caras: la de los pa¨ªses que se benefician de la misma y que han aplicado un amplio programa de liberalizaciones y la de aquellos que est¨¢n ausentes de las corrientes de capitales y del comercio de bienes y servicios. Una y otra se estimulan mutuamente, multiplicando esa brecha entre ambos bloques, que ha ido avanzando con los a?os. La existencia de un proteccionismo activo en los pa¨ªses ricos, cuyo ejemplo m¨¢s actual son las medidas tomadas por EE UU en el sector del acero (a las cuales ya ha anunciado su reacci¨®n la Uni¨®n Europea) activa las diferencias y perjudica a los m¨¢s pobres. ?sa es otra realidad del desarrollo, que no tiene que ver s¨®lo con su financiaci¨®n.
El Banco Mundial ha anunciado que para avanzar en la l¨ªnea de reducci¨®n de la pobreza se necesitar¨ªa una aportaci¨®n adicional de entre 40.000 y 60.000 millones de d¨®lares anuales. Kofi Annan, el secretario general de la ONU, la ha concretado en 50.000 millones de d¨®lares, el doble de lo que se ha previsto en el Consenso de Monterrey. Pero el hecho es que desde la autodestrucci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) se ha reducido espectacularmente, sobre todo en EE UU, pero tambi¨¦n en la UE. Lo que demuestra que, como el plan Marshall, ten¨ªa objetivos geopol¨ªticos claros, adem¨¢s de los meramente econ¨®micos y que estaba muy vinculada a la guerra fr¨ªa. La AOD es el conjunto de medios que los pa¨ªses m¨¢s ricos dedican a los pa¨ªses emergentes o a los pa¨ªses pobres para ayudarles a salir de su situaci¨®n de subdesarrollo. Estos medios no son s¨®lo financieros (donaciones o cr¨¦ditos a tipos de inter¨¦s por debajo del precio del mercado), sino tambi¨¦n asistencia t¨¦cnica, alimentos, infraestructuras sanitarias o educativas, etc¨¦tera.
Los informes oficiales y los realizados por las organizaciones no gubernamentales sobre la AOD muestran las inc¨®gnitas crecientes sobre el futuro de la misma, dado el continuo proceso de rebajas que los Gobiernos est¨¢n practicando desde 1992. La pol¨ªtica real sobre la ayuda al desarrollo consiste en rebajar en los presupuestos del Estado el porcentaje de PIB que se destina a esa partida, mientras se multiplican las declaraciones escandalizadas sobre la pobreza y el subdesarrollo que hay en el mundo y se exige, de modo ret¨®rico, llegar alg¨²n d¨ªa al 0,7% del PIB. ?sa es la gran hipocres¨ªa.
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