Patada a Andersen en el trasero de las auditoras
Su procesamiento en EE UU abre una inevitable reforma en el sector para terminar con su r¨¦gimen de autorregulaci¨®n
El procesamiento de Andersen en EE UU es se?al de la inevitable reforma del planeta de las auditoras, hasta ahora acomodado en un r¨¦gimen de autorregulaci¨®n. Ahora, un clamor de voces exige medidas serias para auditar a los auditores, que se carcajeaban del organismo dedicado a su control, el Public Oversight Board (POB), que se autodisuelve tras 25 a?os de existencia.
George Bush ha avalado la idea de que se proh¨ªba a los auditores proporcionar otros servicios a las compa?¨ªas que auditan
Las autoridades creen que hay que imponer un mayor control sobre la actividad de las auditoras para proteger a los inversores y al p¨²blico
Las carcajadas no han estado ausentes del hist¨®rico drama del derrumbamiento de Enron, el a?o pasado s¨¦ptima compa?¨ªa de Estados Unidos, y su venerable auditor, Andersen, durante d¨¦cadas tenido por el m¨¢s exigente valedor del rigor contable. Hace unos d¨ªas, el presidente George Bush contaba un chiste en el desprevenido relajo de una cena. 'Acabo de recibir un mensaje de Sadam Husein', anunci¨® el presidente, 'y tengo que darles dos noticias, una buena y una mala. La buena es que acepta que se contabilicen sus armas nucleares, biol¨®gicas y qu¨ªmicas. La mala es que quiere que lo haga Arthur Andersen'.
La risas con que fue acogida la ocurrencia eran la otra cara de la moneda tambi¨¦n mostrada por Bush hace dos semanas, cuando present¨® un dec¨¢logo de propuestas para dificultar la repetici¨®n de casos como los de Enron/Andersen. Entre otras medidas, el presidente abog¨® por la introducci¨®n de cambios en el sistema de auditor¨ªas, con la creaci¨®n de un organismo regulador independiente que tutele a los controladores, investigue abusos y pueda sancionar las violaciones de letra y esp¨ªritu de su funci¨®n.
Bush tambi¨¦n aval¨® la idea de que se proh¨ªba a los auditores proporcionar otros servicios a las compa?¨ªas que auditan, para as¨ª no comprometer la independencia del auditor.
El presidente, gran beneficiario de las donaciones a sus campa?as por parte de Enron y Andersen, es la figura m¨¢s prominente de las que se han alzado para reclamar cambios, todas con la com¨²n idea de crear un organismo de control al que las auditoras no puedan ningunear. En una palabra, algo muy distinto al Public Oversight Board (POB, Consejo de Control P¨²blico).
Una pobre autorregulaci¨®n
El POB naci¨® hace 25 a?os, por orden del Congreso, de un acuerdo entre el Instituto Americano de Contables P¨²blicos (AICPA, una organizaci¨®n colegial con 330.000 miembros, que defiende con celo los intereses de las auditoras) y la SEC, organismo p¨²blico equivalente a la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores. La misi¨®n del POB era la de controlar a las compa?¨ªas auditoras y velar por la fidelidad de las auditor¨ªas contables.
Las auditoras gozan de un extremo r¨¦gimen de autorregulaci¨®n en Estados Unidos y aceptaban las ideas que propon¨ªa este consejo, al que ellas en parte financiaban, en la medida en que fueran en el propio inter¨¦s. En los dos ¨²ltimos a?os, la relaci¨®n cambi¨® radicalmente, a ra¨ªz de que el POB empezara a explorar si las auditoras deb¨ªan de dejar de prestar simult¨¢neamente servicios de consultor¨ªa a sus clientes. Era una intervenci¨®n en respuesta a una idea planteada por Arthur Levitt, el anterior presidente de la SEC, que fue respondida a ca?onazos por las afectadas. Las cinco grandes (PricewaterhouseCoopers, Deloitte & Touche, KPMG, Ernst & Young y Andersen) cortaron el grifo financiero al POB y se negaron a tratar con el consejo mientras no renunciara a su loca idea. Levitt tuvo que renunciar a sus planes de reforma a instancias del Congreso, y as¨ª cayeron tambi¨¦n las pesquisas del POB.
Controles fracasados
El POB tambi¨¦n ha intentado sin gran fortuna que los cinco grandes pusieran en pr¨¢ctica estrictos controles internos tras descubrirse casos de auditores de PricewaterhouseCoopers que eran accionistas de las firmas que auditaban. A finales del a?o pasado, un responsable del POB acord¨® una cita en un despacho de abogados con representantes de los cinco grandes. Tras una hora de espera, llam¨® a las auditoras y entonces se enter¨® que la otra parte hab¨ªa cancelado la visita sin comunicarlo al POB o a los abogados. Para los cinco grandes, los planes del POB eran excesivos y pon¨ªan en peligro informaci¨®n confidencial.
La gota que colm¨® el vaso de la paciencia de Charles Bowsher, presidente del POB, se verti¨® el pasado 17 de enero, cuando el nuevo presidente de la SEC, Harvey Pitt, anunci¨® a bombo y platillo, en conferencia de prensa televisada a todo el pa¨ªs, que se propon¨ªa crear un nuevo organismo que controlara a las auditoras, luego bautizado como Public Accountability Board (PAB, Consejo de Responsabilidad P¨²blica).
Bowsher dice que Pitt no le consult¨® y que se enter¨® del plan una o dos horas antes de hacerse p¨²blico. Otros miembros del POB lo supieron poco antes de que Pitt lo anunciara al pa¨ªs. Aquello result¨® una afrenta intolerable. El POB se hab¨ªa convertido en un cero a la izquierda y Bowsher tir¨® la toalla. El pr¨®ximo 31 de marzo, decidi¨®, el POB ser¨ªa historia.
Pero Bowsher no se va en silencio. 'Si queremos proteger a inversores y p¨²blico, hay que reemplazar el viejo sistema de autorregulaci¨®n que emplea el sector', ha dicho esta semana ante el Comit¨¦ Bancario del Senado, uno de los 11 del Congreso que escrutan la crisis Enron/Andersen. 'Hay que oponerse a quienes desean mantener el statu quo e ir hacia delante con cambios fundamentales'. Bowsher sabe de lo que est¨¢ hablando y present¨® su receta para combatir el mal ante un auditorio senatorial que le respeta.
El pen¨²ltimo proyecto
El presidente del a punto de morir POB propuso a los senadores la creaci¨®n por ley de un Independent Institute of Accountancy (IIA, Instituto Independiente de Contabilidad), que ¨¦l concibe como un ente privado, independiente de la industria y financiado por todas las compa?¨ªas que cotizan en Wall Street a raz¨®n de 100 millones de d¨®lares anuales.
El instituto deber¨¢ controlar los procedimientos contables, inspeccionar a las auditoras y sancionar a los auditores que violen la ley con un abanico que va de las multas a la expulsi¨®n de la profesi¨®n.
El IIA podr¨ªa tambi¨¦n elevar pruebas de conducta impropia a la SEC o al Departamento de Justicia. Hasta que no se ha producido el procesamiento de Andersen, Justicia no hab¨ªa intervenido ante las auditoras y la SEC apenas hab¨ªa puesto unas multas en pasadas actuaciones discutibles.
La c¨²pula rectora del IIA pensado por Bowsher estar¨ªa formada por siete miembros elegidos por una troika de superlujo: el presidente de la SEC, el presidente de la Reserva Federal y el secretario del Tesoro. Un cuerpo directivo muy distinto del ideado por Pitt para su organismo de control, que tendr¨ªa siete miembros de fuera del mundo de las auditor¨ªas junto a otros seis allegados por cada una de la cinco grandes m¨¢s el AICPA.
Bowsher define la propuesta de Pitt como un 'compromiso negociado' entre la SEC y las auditoras que le quitar¨¢ mordiente al no desprenderse por completo de la f¨¦rula de la industria.
Pitt niega que el Consejo de Responsabilidad P¨²blica vaya a ver hipotecada su independencia por contar con miembros del sector de la auditor¨ªas. El PAB ser¨¢ presidido por una persona de fuera de ese mundo, aunque ser¨¢ financiado en parte por las auditoras. Pitt propone que el futuro organismo pueda revocar la capacidad de presentar cuentas ante la SEC a una firma o a un auditor que se hayan mostrado negligentes. Tambi¨¦n podr¨ªa el PAB obligar a una sociedad que cotiza en el mercado burs¨¢til a cambiar de auditor.
Una soluci¨®n simplista para un problema complejo
Harvey Pitt, el presidente de la Securities and Exchange Commission (SEC), el equivalente americano a la espa?ola Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores, no cree que sea necesario obligar a las auditoras a prescindir de la prestaci¨®n de servicios de consultor¨ªa, aunque reconoce que la simultaneidad de ambos 'puede crear, y, en ocasiones, crea conflictos'. La separaci¨®n por ley 'es una soluci¨®n simplista para un problema complejo', dijo esta semana durante su intervenci¨®n ante el Congreso norteamericano, porque las firmas 'no se hacen m¨¢s independientes. Pasan a depender m¨¢s de su trabajo de auditor¨ªa'. Para defender su tesis, el presidente de la SEC se?ala que los servicios de asesor¨ªa fiscal son complementarios y necesarios para realizar una buena auditor¨ªa. 'Me preocupa que si imponemos la absoluta separaci¨®n que pretenden algunas personas, la calidad de las auditor¨ªas comience a bajar', agrega. Tampoco cree Pitt de utilidad los planes legislativos que quieren obligar a las compa?¨ªas a cambiar de auditor cada determinado n¨²mero de a?os. Los senadores escucharon con cierta prevenci¨®n los criterios de Pitt, que, antes de ser elevado a la presidencia de la SEC por el presidente Bush el pasado mes de agosto, defendi¨® con ¨¦xito a las auditoras de las reformas intentadas por Arthur Levitt, su antecesor al frente del organismo regulador, y se convirti¨® en un azote para la SEC. Como dijo uno de ellos, 'yo recibo con desconfianza cualquier cosa que pueda recomendar Pitt'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.