El caso del empleado vol¨¢til
Un ciudadano acusa a una inmobiliaria de no responsabilizarse de la supuesta estafa de uno de sus agentes
Sin piso, sin dinero, sin dar cr¨¦dito a sus ojos. As¨ª se ha quedado Alberto S¨¢nchez, un jiennense de 37 a?os que trat¨® de comprar una vivienda en C¨®rdoba y perdi¨® 1.500 euros (250.000 pesetas) en el intento. Acaba de denunciar ('por dignidad, m¨¢s que nada', dice) al presunto autor de la estafa y a la inmobiliaria para la que ¨¦ste trabajaba, a la que tambi¨¦n considera responsable.
La historia que cuenta Alberto S¨¢nchez comienza hace un mes y medio: quer¨ªa un piso y en su busca acudi¨®, entre otras agencias, a la Inmobiliaria Barin, en concreto a la oficina del barrio de Santa Rosa. 'Me atendi¨® un se?or extremadamente amable, Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez. Me dijo que ten¨ªa una vivienda en el barrio que me interesaba, Ciudad Jard¨ªn, y quedamos en ir a verla. Me gust¨®; su propietaria ped¨ªa 10 millones de pesetas por ella. Dos d¨ªas despu¨¦s llam¨¦ a la inmobiliaria para hacer una oferta, una cantidad determinada por el piso y otra como comisi¨®n para la agencia. Mart¨ªnez me advirti¨® de que ten¨ªa que consultarlo con sus superiores, y al d¨ªa siguiente me comunic¨® que mi oferta hab¨ªa sido aceptada. Y poco despu¨¦s me dijo que necesitaba una se?al de 250.000 pesetas, a modo de reserva, para no seguir mostrando la casa a otros posibles compradores'.
'La responsable de la sucursal me pregunt¨® por qu¨¦ hab¨ªa sido tan confiado. Me indign¨¦', dice Alberto S¨¢nchez
Alberto S¨¢nchez fij¨® una cita con ¨¦l y le dio el dinero en efectivo. Recibi¨®, a cambio, 'un documento que llevaba el membrete de la Inmobiliaria Barin en la parte superior. Estaba escrito a mano y lo firmamos los dos, Mart¨ªnez y yo, dejando constancia de que yo le hab¨ªa hecho entrega de las 250.000 pesetas'. ?sa fue la ¨²ltima vez que las vio.
El agente pas¨®, asegura el aspirante a propietario, de llamarle incontables veces al d¨ªa para asuntos sin importancia a estar simplemente ilocalizable. Alberto S¨¢nchez trat¨® de quedar con ¨¦l, sin ¨¦xito. Empez¨® a preocuparse. 'A la tercera vez que falt¨® d¨¢ndome una excusa rocambolesca, llam¨¦ a la inmobiliaria para pedir explicaciones y expliqu¨¦ lo que hab¨ªa sucedido'.
La responsable de esta sucursal, relata Alberto S¨¢nchez, se qued¨® sorprendida. 'Nos vimos en la misma oficina, la de Santa Rosa; yo llev¨¦ el documento acreditativo del pago y se lo mostr¨¦, y ella me pregunt¨® por qu¨¦ hab¨ªa sido tan confiado. Yo, claro, me indign¨¦. Y al final lo que me han dicho es que no se hacen responsables de lo ocurrido porque el empleado en cuesti¨®n estaba a prueba'.
Alberto S¨¢nchez se cuestiona si le corresponde a ¨¦l investigar la situaci¨®n laboral de los trabajadores de las empresas a las que acude antes de confiar en ellos. Entiende que Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez trabajaba para Barin y que la inmobiliaria debe responder por ¨¦l. 'Yo no hubiera aceptado un folio en blanco como recibo', reflexiona, 'pero con el emblema de la empresa es otra cosa'. La responsable de la oficina no ha querido hacer declaraciones. Mientras tanto, el piso ya ha sido vendido.
'A¨²n hay m¨¢s', asegura Alberto S¨¢nchez. 'Tengo constancia de que otra familia quiso comprar la misma vivienda y perdi¨®, por el mismo procedimiento y a trav¨¦s de la misma persona, 6.000 euros (cerca de un mill¨®n de pesetas), en dos pagos sucesivos'. Esta familia no ha querido hacer p¨²blico su caso, pero s¨ª lo ha puesto en manos de la justicia.
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