La carretera de Stephen King
Leyendas de escritores e inquietos fantasmas en Maine
Cuando se public¨®, hace diez a?os, una biograf¨ªa de la escritora belga Marguerite Yourcenar, autora de Las memorias de Adriano, me pidi¨® este peri¨®dico que viajara a Northeast Harbor, un peque?o pueblo de pescadores en el Estado de Maine que hab¨ªa sido lugar de residencia de Yourcenar durante la ¨²ltima y m¨¢s turbulenta etapa de su vida. All¨ª muri¨®, pr¨¢cticamente sin darse cuenta, y all¨ª ser¨ªa enterrada junto a un ¨¢rbol y un peque?o estanque. Digo que no se enter¨® de que mor¨ªa porque, seg¨²n me explic¨® la persona que la cuidaba en el hospital de Bangor, Marguerite Yourcenar deliraba hojeando ejemplares de National Geographic, tomando por paisajes reales lo que no eran m¨¢s que fotos ex¨®ticas. Para celebrar su ¨²ltimo viaje, orden¨® botellas de champa?a.
Northeast Harbor me impresion¨® entonces por su extraordinaria belleza y por su paz. No era extra?o que Yourcenar eligiera aquel para¨ªso, en el que estuvo invitada por unos amigos a pasar unas semanas, para quedarse el resto de sus d¨ªas.
Poco despu¨¦s de su muerte se cre¨® una fundaci¨®n que hoy permite que la casa y sus enseres se conserven en perfectas condiciones. Cualquier viajero puede visitarla y hojear los 7.000 vol¨²menes que reuni¨® en vida la escritora (de ella es la frase 'toda verdad es esc¨¢ndalo') y que acaban de ser catalogados, y nadie le impedir¨¢ sentarse en una de sus butacas, curiosear en la cocina donde est¨¢n sus cacharros, tocar su m¨¢quina de escribir -algunos la besan- o pasear por el peque?o jard¨ªn sin vallas ni alambradas.
No hace mucho he regresado a Maine, y naturalmente, he hecho un alto en Northeast Harbor. He telefoneado a la casa de Marguerite Yourcenar, donde tienen puesto un contestador, y he pedido cita para visitarla de nuevo. En el pueblo no quieren pregonar que la casa de la escritora est¨¢ abierta al p¨²blico. Su medio centenar de residentes detestan verse invadidos por los turistas, as¨ª que guardan este secreto para unos cuantos. Creo que hacen bien. Eso mismo les habr¨ªa aconsejado la escritora Yourcenar, quien fue una viajera infatigable al¨¦rgica a los grupos organizados y ruidosos y a las visitas r¨¢pidas y superficiales.
Si el viaje se hace en autom¨®vil, sugiero partir de la ciudad de Boston, hacer un alto para pasar la noche en una posada de Bath -por ejemplo, Fairhaven- y no quitarle la ilusi¨®n al propietario de explicar que ha sido pastelero en la Casa Blanca. Aunque su mujer cobra un ojo de la cara por la cama y el escueto desayuno (130 d¨®lares, unos 150 euros), la experiencia, compartida con un par de entra?ables felinos, vale la pena.
Bebidas y bebedores
Luego, por la Interestate 1, que se une a la n¨²mero 3, se va derecho a Bar Harbor, un pueblo como el de Yourcenar, tambi¨¦n de pescadores, pero al servicio del turismo hasta las escamas. Claro que los bares son lo mejor de aqu¨ª, y no tanto por la calidad de sus bebidas como por la de sus bebedores: algunos juran ser artistas; otros, jubilados de oro de Wall Street; otros, adictos tard¨ªos de Internet. Ninguno confiesa su verdadera y exclusiva vocaci¨®n, la borrachera, quiz¨¢ porque salta a la vista y ser¨ªa una redundancia.
Hay un sitio estupendo para pernoctar, en vilo y bien cenado, en la localidad de Hancock Point. Se llama The Crocker House Country Inn. Dispone de media docena de habitaciones, un excelente restaurante y, sobre todo, un fantasma centenario. Mejor dicho, una fantasma, ya que se trata nada menos que de la baronesa Olga Lanoff. Esta se?ora acostumbra a aparecerse en mitad de la noche sin previo aviso y por cualquier rinc¨®n de la fonda. Si no se la ve (la oscuridad es total), se la oye. En nuestro cuarto de ba?o empez¨® a gotear el grifo del lavabo de una manera escandalosa. Cuanto m¨¢s lo apretaba para cerrarlo, m¨¢s agua sal¨ªa. Y el grifo de la ba?era hizo otro tanto. Las toallas ondeaban como banderas en sus toalleros. Y nos entr¨® tanto miedo que tuvimos que llamar a los propietarios para que cortaran la inundaci¨®n, se llevaran las toallas y trajeran alg¨²n barbit¨²rico.
Por la ma?ana nos pidieron disculpas. Pero sin dar explicaciones, porque al fantasma conviene no inquietarlo. El presidente Roosevelt veraneaba en la cercana isla de Campobello, y tuvo, al parecer, sus m¨¢s y sus menos con la citada baronesa Olga, de la que la prensa local guarda en su hemeroteca retratos y notas de sociedad. Todo esto hace que el precio de la estancia en este peque?o hotel, situado entre el bosque y el oc¨¦ano, est¨¦ sujeto a las apariciones del fantasma. Si esa noche la baronesa brilla por su ausencia, hay que pagar un poco menos (en torno a los 115 euros), y si no te deja dormir, la tarifa sube, por mucho que protestes.
Muchas manzanas de Maine caen directamente del ¨¢rbol al oc¨¦ano sorteando el picotazo de las aves. ?ste es un espect¨¢culo poco visto, y depende, como es l¨®gico, de la abundancia de la cosecha. Pero nadie explica si los manzanos fueron plantados en la orilla o as¨ª crecieron ellos al azar. Lo mejor de muchos viajes es el misterio, la ignorancia de ciertos detalles, y no al rev¨¦s. Y as¨ª vas coleccionando enigmas.
Eastport es el punto m¨¢s al este de toda la costa. Ya est¨¢ cerca de la frontera con Canad¨¢. Hay all¨ª algo inquietante. Los bancos est¨¢n a la venta. Los almacenes, vac¨ªos de mercanc¨ªas. No hay f¨¢bricas en producci¨®n. No hay nadie por las calles. Sospecha uno que esto se deba a alguna fuga radiactiva, a un mal o amenaza que oblig¨® a la poblaci¨®n a huir. Y pronto te informan de que esta decadencia de un puerto que antes ten¨ªa mucho tr¨¢fico y enormes ganancias se ha producido por culpa de Nueva York. El puerto de Nueva York ha matado Eastport. La industria de la sardina enlatada, que era famosa, quebr¨®. Y salvo una original librer¨ªa que vende novelas de segunda mano y prepara comidas caseras (Fountain Books), negocio regentado por un simp¨¢tico turco llamado Ricardo ?ngel, no hay aqu¨ª m¨¢s que insuperables exteriores donde rodar una pel¨ªcula de terror.
Peregrinaci¨®n
Lugar de peregrinaci¨®n muy a la moda es el punto exacto donde Stephen King, famoso y multimillonario fabricante de best sellers, fue arrollado por una furgoneta. King estuvo a punto de morir. En realidad, se crey¨® muerto, tal como ¨¦l mismo cuenta en su libro de memorias de reciente aparici¨®n, On writing. All¨ª describe con pelos y se?ales el impacto recibido, la melopea que llevaba el conductor que le atropell¨®, el transporte en helic¨®ptero que le condujo en un ay al hospital m¨¢s cercano y las secuelas f¨ªsicas y mentales que todav¨ªa le atormentan.
No pude ver a King, pero casi pude o¨ªrle en Bangor, la ciudad en la que reside, gracias a las vibraciones que todav¨ªa desprende la calzada despu¨¦s del accidente. Los turistas pegan la oreja al asfalto de la carretera n¨²mero 5, de s¨®lo dos carriles, en el tramo que une Nethel y Fryeburg, y en el lugar exacto del atropello. Si hace falta, el sheriff detiene el tr¨¢fico para evitar nuevos atropellos. Numerosos fans de King besan el asfalto como el Papa las pistas de aterrizaje, y unos vecinos han solicitado autorizaci¨®n para poner una l¨¢pida conmemorativa en la cuneta de la fat¨ªdica calzada con la fecha del trompazo (25 de junio de 1999), el nombre de la v¨ªctima y el nombre del beodo que le lanz¨® por los aires a las cuatro en punto de la tarde. El conductor alcoh¨®lico que casi acaba con la vida del escritor de m¨¢s ¨¦xito en Estados Unidos, y quiz¨¢ en el mundo entero, se llama Bryan Smith. El d¨ªa de autos le acompa?aban Pistol y Bullet, su pareja de perros rottweiler. Los perros se han hecho muy famosos y acudieron al juicio con su amo. Stephen King tuvo suerte, ya que si las ruedas de la furgoneta no le hubieran roto la pierna derecha por nueve sitios, ese mismo trabajo lo habr¨ªan completado a la perfecci¨®n los rottweiler Bala y Pistola. Es m¨¢s, el autor de Bag of bones ha renunciado a sus diarios paseos a pie de varios kil¨®metros que tanto le gustaban, aunque no a meter en chirona a Smith, con o sin perros, y cueste lo que cueste.
GU?A PR?CTICA
- Prefijo telef¨®nico: 00 12 07. Poblaci¨®n: el Estado de Maine tiene casi 1,3 millones de habitantes. Moneda: d¨®lar (unos 1,15 euros).
- Bangor se sit¨²a a 380 kil¨®metros en carretera desde Boston. De Bangor a Northeast Harbor hay otros 75 km. Informaci¨®n sobre conexiones en autob¨²s en www.visitmaine.com. - Delta (917 49 66 30), desde Madrid y Barcelona, ida y vuelta a Boston, 378 y 344 euros m¨¢s tasas, respectivamente. Ida y vuelta entre Boston y Bangor, unos 195 euros. - Alitalia (902 100 323), a Boston desde varios puntos, 275 m¨¢s tasas (reservas hasta el 31 de abril).
- Bed & breakfast en Maine: www.bbchannel.com/USA/Maine/. - Fairhaven Inn (443 43 91). 118 North Bath Road. Bath. Habitaci¨®n doble, entre 92,50 y 150 euros. - Crocker House Country Inn (422 68 06). Hancock Point. Desde 115 euros. - Las webs citadas al final contienen informaci¨®n de alojamientos.
- Casa-museo de Marguerite Yourcenar (276 39 40). Abre del 15 de junio al 31 de agosto. - www.visitmaine.com. - www.maineguide.com.
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