Perder la guerra y el alma
La tragedia es ya completa por mucho que se agrave. Se ha llegado tan lejos que todos los horizontes se antojan abismos. La violencia incendia Oriente Pr¨®ximo. Decenas de millones de ¨¢rabes -y no ¨¢rabes- se alegran ya cada vez que un joven palestino se inmola en el altar de la patria, arrastrando consigo a la muerte al mayor n¨²mero posible de israel¨ªes. Todo indica que tales momentos de alegr¨ªa se multiplicar¨¢n en proporci¨®n a los motores de la ira. Los reg¨ªmenes ¨¢rabes moderados temen por su estabilidad ante una indignaci¨®n de sus poblaciones que amenaza escapar a todo control, mientras las dictaduras ¨¢rabes ganan prestigio y apoyo entre las suyas y en el resto del mundo ¨¢rabe. En la cumbre de la Organizaci¨®n de la Conferencia Isl¨¢mica (OCI), que se abri¨® ayer en Malaisia, se respira un ambiente de 'frente de rechazo' a Israel propio de los a?os cincuenta. Todo apenas una semana despu¨¦s de que la Liga ?rabe tendiera la mano a Israel con una oferta, imperfecta, discutible, pero sin precedentes como oportunidad para la normalizaci¨®n y la paz en la regi¨®n.
Ah¨ª tenemos a Yasir Arafat, el prisionero en la Mukata de Ramala -ese que siempre se creci¨® en momentos cr¨ªticos y fracas¨® en los dem¨¢s-, en transmutaci¨®n consumada desde la condici¨®n de dirigente tramposo, bastante corrupto y cuestionado por palestinos y ¨¢rabes en general, a la de nuevo y gran Saladino sobrehumano y m¨¢rtir a¨²n en vida. Ser¨¢ un psiquiatra, que no un analista pol¨ªtico, quien nos explique por qu¨¦ se generan obsesiones personales como la del primer ministro israel¨ª, Ariel Sharon, con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, capaces de provocar miles de muertos, hacer descarrilar la historia, hundir a pueblos en la desesperaci¨®n y la miseria y traumatizar al mundo entero.
No les falta raz¨®n a las autoridades israel¨ªes y norteamericanas cuando dicen que Arafat deb¨ªa haber aceptado la oferta de Camp David del a?o 2000, cuando un Ehud Barak electoralmente acosado le ofreci¨® casi todo lo que Israel puede ofrecer sin poner en peligro su propia existencia. La rechaz¨®. La responsabilidad es suya. Fue Arafat quien aup¨® as¨ª al poder a Sharon y dej¨® al Partido Laborista israel¨ª convertido en un gui?apo dirigido por un Sim¨®n Peres pat¨¦tico en sus intentos de combinar su papel de mediador y premio Nobel de la Paz con una pol¨ªtica indefendible e inhumana. Si Peres hubiera roto con Sharon en su d¨ªa, es posible que hoy las opciones de liderazgo en Israel fueran otras que las del responsable de las matanzas de Sabra y Chatila y el energ¨²meno de Benjam¨ªn Netanyahu (Bibi), cuya mejor idea es la de dejar a Arafat a la deriva en alta mar. Ya todo es agua pasada. El da?o est¨¢ hecho.
Es una tragedia comprobar que algunos creen o pretenden creer que liquidar a Arafat es la clave para acabar con un terrorismo palestino que es s¨ªntoma, que no causa, de ¨¦sta. Es una mala broma ver al presidente de EE UU exigiendo a Arafat, cautivo en un zulo en Ramala, que sea m¨¢s aplicado en contener los atentados suicidas. Es un drama que la UE, Rusia y China no asuman otro papel que el de pla?ideras, cuando no de meretrices silenciosas. Y da aut¨¦ntico p¨¢nico comprobar en manos de qui¨¦nes estamos, entregados a decisiones de unos desasistidos. Nadie dude de que Sharon quer¨ªa matar a Arafat. Si no lo hace es porque, incluso para Washington, esa 'soluci¨®n' es grosera. Tambi¨¦n hay certeza de que, con los miles de muertos que se sumen en pr¨®ximas semanas o meses, las partes habr¨¢n de sentarse para buscar una forma de vida que no sea matarse. Y de que el fin de la tragedia es imposible con una pol¨ªtica, no ya colonial, sino de desprecio abismal al pr¨®jimo. La pol¨ªtica de Sharon ha generado la espiral de tragedia y miedo entre los israel¨ªes que amenaza a la propia democracia de Israel, al sano juicio de los pueblos y al sentimiento de piedad individual, ¨ªntimo, de todos los seres humanos afectados por la misma.
Israel no puede ganar esta guerra, por no hablar de la paz, echando por la borda los principios que dan sentido a un Estado surgido del infinito horror del holocausto nazi. Pero adem¨¢s, puede perder el alma. Cuando se confirma que soldados israel¨ªes marcan n¨²meros en los brazos de sus prisioneros, que pintan cruces en las casas registradas o devastadas, que llaman por altavoces a los hombres entre 15 y 55 a?os para que se entreguen en la calle y que detienen a polic¨ªas palestinos que despu¨¦s aparecen muertos de un tiro en la nuca, todos los israel¨ªes debieran sentir un terrible escalofr¨ªo. Si los jud¨ªos comienzan a emigrar de Israel a mayor velocidad que los palestinos de sus terribles batustanes incomunicados, si la econom¨ªa se hunde, el turismo desaparece y las empresas han de renunciar a decenas de miles de reservistas para aventuras b¨¦licas, cuando el jefe de Gobierno se lamenta p¨²blicamente de 'no haber matado a Arafat cuando pude' y dice no estar 'en lucha contra un Ej¨¦rcito, sino un pueblo', toda sociedad -ante todas la israel¨ª- deber¨ªa levantarse. Por primera vez desde 1948, Israel est¨¢ en peligro, por culpa del fanatismo de la unilateralidad, propia y de su principal aliado transatl¨¢ntico. Por ello, el mejor favor al Estado de Israel hoy es forzarlo a abandonar el demencial vuelo de ?caro en el que Sharon lo ha embarcado y que amenaza con estrellarnos a todos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.