Ecos de un duelo en Carabanchel
El Museo del Ej¨¦rcito exhibe las pistolas del duque de Montpensier, que mat¨® a su pariente el infante Enrique de Borb¨®n
De los tesoros que el Museo del Ej¨¦rcito muestra en su palacio de la calle de M¨¦ndez N¨²?ez, junto a la puerta de Felipe IV del Retiro, una caja con dos pistolas presenta hoy al visitante un m¨®rbido perfil. Las armas fueron fabricadas en Par¨ªs en torno a 1870 por los armeros Faure, Lepage y Mutier. Talladas en ¨¦bano con afiligranadas incrustaciones, los metales de sus martillos muestran el destello de un cuidado pulimento. Las armas se encuentran descargadas. Esconden, sin embargo, el rumor de un pesado silencio: regalo del duque de Montpensier al general Alaminos, son la prueba de un suceso que dio un vuelco a la historia de Espa?a. Madrid, a la saz¨®n reci¨¦n agitado por la revoluci¨®n de 1868, fue principal testigo.
Los hechos que dieron a esas armas su historicidad acaecieron sobre una campa de los Carabancheles llamada La Dehesa, donde se entrenaban tiradores militares. Militares eran, por cierto, los dos personajes que aquella ma?ana del 12 de marzo de 1870 se dieron all¨ª cita. Ambos vest¨ªan atuendo civil, chisteras y levitones. Se trataba de dos infantes de Espa?a, asimismo emparentados.
El primero, situado con el sol a su izquierda, era Enrique de Borb¨®n, sevillano, liberal y almirante, quien de oficial mandara el bergant¨ªn Manzanares; pese a su estirpe regia, aspiraba a presidir la Rep¨²blica; era cu?ado y primo de la reina Isabel II, a quien en su d¨ªa pretendiera, as¨ª como primo igualmente de la esposa de su rival. ?ste, Antonio Mar¨ªa de Orleans, hijo del rey de Francia y duque de Montpensier, como infante de Espa?a era capit¨¢n general, ex pretendiente y cu?ado de Isabel, destronada y exiliada desde dos a?os antes. ?l aspiraba al desnortado trono de Espa?a.
Tres padrinos acompa?aban a Montpensier, los generales Alaminos y Fern¨¢ndez de C¨®rdoba, m¨¢s el coronel Sol¨ªs; y a Borb¨®n, los diputados republicanos Rubio, Santamar¨ªa y Ortiz. Tres m¨¦dicos miraban en derredor, sus gestos anunciaban que algo ilegal all¨ª se urd¨ªa.
'Decidieron que los dos caballeros se situaran a 10 pasos y de frente el uno del otro', explica Germ¨¢n Due?as, historiador del Museo del Ej¨¦rcito, autor de una tesis sobre armas. 'En un sorteo veloz, a Borb¨®n le correspondi¨® el primer turno'. Entonces, uno de los militares acompa?antes sac¨® una caja; era de las mismas dimensiones, precisamente, que la que el museo madrile?o exhibe en un rinc¨®n de su tercera planta. El sol de aquel s¨¢bado refulgi¨® un segundo sobre el lomo de una sola de las dos pistolas.
La ma?ana se carg¨® de presagios. Los duelistas intercambiaron miradas de compasi¨®n y de odio, alternativamente. 'Son¨® un disparo', cuenta Due?as. De lejos lo anunci¨® una humareda de p¨®lvora. Nada sucedi¨®. Del lado de Montpensier son¨® otra descarga. Tampoco pas¨® nada. El macabro turno volvi¨® a comenzar. Disparo errado de Borb¨®n; humareda. Disparo contrario de Orleans: un grito; la pistola de Borb¨®n cay¨® al suelo; la bala se hab¨ªa incrustado en el cuello de su camisa. Montpensier le ofreci¨® intercambiar sus pistolas. Silencio. Tercer turno. Borb¨®n dispar¨®, err¨® nuevamente. Montpensier apret¨® el gatillo de su arma: su enemigo recibi¨® un impacto en la cabeza: hab¨ªa llamado 'truh¨¢n y pastelero' a su rival. El insulto fue la causa del duelo. La bala le perfor¨® el cr¨¢neo. Menos ¨¦l, todos huyeron. En 1931, al exhumar su cad¨¢ver, se comprob¨® que el proyectil entr¨® por la nuca. Pese a vencer, Montpensier perdi¨® su oportunidad de reinar. Lo har¨ªa su hija Mar¨ªa de las Mercedes. Amadeo de Saboya fue llamado a Madrid. El duque, agradecido, regal¨® a Alaminos una caja de pistolas. Ve¨¢nlas en el museo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.