Unidad de Agudos
Uno de mis hijos padece una enfermedad mental grave y, en los momentos de crisis, no tengo m¨¢s remedio que proceder a su ingreso en la Unidad de Agudos del Hospital Virgen del Roc¨ªo, denominaci¨®n que se utiliza para dar un tinte de modernidad a lo que, en el fondo, no es m¨¢s que una versi¨®nmaquillada de los antiguos manicomios que, seg¨²n dicen nuestros prohombres de la cosa m¨¦dica, desaparecieron felizmente con la Reforma Psiqui¨¢trica.
Y no, se?or. Est¨¢n vivitos y coleando, y yo doy testimonio de lo que conozco. Y lo que conozco es que los enfermos se hacinan en un habit¨¢culo en permanente estado de sobresaturaci¨®n (tres pacientes por habitaci¨®n), cerrado con barrotes que apenas permiten el contacto con la luz y el sol, evocando lo peor del universo carcelario. All¨ª son recluidos, o mejor, aparcados, ciudadanos de tan distintas patolog¨ªas que cualquier tratamiento individualizado es puro exotismo, y el agravamiento de los casos m¨¢s leves moneda bastante corriente.
La carencia de medios es de tal naturaleza que a los enfermos o a sus familiares se les niegan mantas o toallas, teniendo aqu¨¦llos que secarse con las s¨¢banas del d¨ªa anterior. La ropa sucia se eterniza en los suelos o en las ventanas, seg¨²n se nos dice por falta de personal, y no es raro encontrar a enfermos chapoteando en sus propias deyecciones.
Al no existir separaci¨®n radical entre hombres y mujeres, la promiscuidad es algo m¨¢s que una mera posibilidad, a cuya evitaci¨®n dedica una parte importante de su tiempo el personal de planta. Seg¨²n declaraci¨®n de este mismo, 'controlar' la introducci¨®n y consumo de droga es tarea poco menos que imposible.
En cuanto a la zona com¨²n, de suelo permanentemente cubierto de todo tipo de detritus, s¨®lo se utiliza para que los enfermos coman y ejecuten su deambular sin remedio, ya que las oportunidades de esparcimiento quedan limitadas a un antiqu¨ªsimo televisor de edad indeterminada y visi¨®n imposible, y a una desvencijada mesa de ping-pong de paletas rotas y cuarteadas., lo que debe parecer suficiente, e incluso excesivo, a los responsables ¨²ltimos de tan vergonzoso sumidero psiqui¨¢trico. Por cierto, ?no son esos mismos los que nos est¨¢n mareando con la Segunda Modernizaci¨®n?
Y cuando se nos ocurre reclamar nos remiten a un pomposamente denominado Servicio de Atenci¨®n al Usuario, donde tardan en contestarnos casi nueve meses.
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