"Los israel¨ªes me usaron como escudo humano"
Los habitantes del campo de refugiados de Yen¨ªn detenidos denuncian haber sufrido malos tratos
'Me obligaron a llamar a una casa y cuando abrieron vi que s¨®lo hab¨ªa civiles, mujeres y ni?os; se lo dije, pero dio igual: los soldados entraron disparando'.
Jaled Ehskeirat acaba de recuperar la libertad tras el horror vivido en el campo de refugiados de Yen¨ªn, al norte de Cisjordania. Yace boca abajo en la cama, con dos costillas rotas y el cuerpo magullado a culatazos. Los militares israel¨ªes acaban de ponerle en libertad con la condici¨®n de que no vuelva al campo de refugiados.
En Yen¨ªn, una ciudad de 40.000 habitantes, continuaba anoche una batalla desigual y brutal entre los soldados israel¨ªes y la resistencia palestina. El Ej¨¦rcito reconoci¨® haber perdido a 13 soldados. Las bajas palestinas superaban el centenar.
El asalto final hab¨ªa empezado el d¨ªa anterior. Altavoz en mano, los militares conminaron a los 15.000 residentes del campamento de refugiados de Yen¨ªn a abandonar sus casas. Se abr¨ªa la veda del palestino armado.
Un millar de personas, entre mujeres y ni?os, se concentraron en el centro del campo y les fue permitida la salida. Sitiados desde hace una semana, sin agua ni electricidad, los milicianos palestinos sab¨ªan que no ten¨ªan posibilidades de salir con vida. Llenaron de trampas explosivas el per¨ªmetro de la zona donde todav¨ªa resist¨ªan. En una de ellas cayeron los soldados israel¨ªes ayer por la ma?ana.
'Trece soldados han muerto al estallarles una trampa explosiva en un callej¨®n', reconoc¨ªa a media tarde un portavoz del Ej¨¦rcito israel¨ª despu¨¦s de varias horas de censura militar. Otros siete militares resultaron heridos por los disparos de los milicianos palestinos cuando intentaban recuperar los cuerpos de sus compa?eros. Todos ellos eran reservistas. 'Hemos sufrido tantas bajas porque hemos querido evitar da?os a la poblaci¨®n civil, pero ya no nos vamos a andar con delicadezas', admiti¨® una fuente israel¨ª.
Durante la ma?ana los israel¨ªes pidieron a Cruz Roja Internacional que negociara una tregua para poder evacuar a sus hombres. 'El alto el fuego est¨¢ en la mesa de Arafat y nosotros somos soldados disciplinados', respondieron los milicianos palestinos.
'?C¨®mo se atreven a pedir una tregua cuando ni siquiera nos dejan sacar las ambulancias?', se preguntaba el doctor Mohamed Abu Gali, director del hospital general de Yen¨ªn, en una conversaci¨®n telef¨®nica con EL PA?S. 'Esta misma ma?ana han detenido a cien metros de aqu¨ª a un coche de la Cruz Roja que nos tra¨ªa medicinas; hoy ni siquiera tenemos ya comida', a?ad¨ªa Abu Gali bloqueado en el hospital desde hace una semana con un centenar de personas entre personal m¨¦dico y pacientes.
'Va a ser nuestra Masada', advirtieron los palestinos en referencia a la heroica resistencia de los celotas frente al asedio de los romanos entre los a?os 70 y 74 de nuestra era. Los ultraortodoxos prefirieron el suicidio colectivo antes que la rendici¨®n.
Los milicianos palestinos estaban dispuestos a morir matando. Los helic¨®pteros Apache israel¨ªes no dejaban de cruzar el cielo ante la mirada preocupada de los 3.000 habitantes de Rumane, totalmente movilizados para atender a los 400 palestinos reci¨¦n liberados por los israel¨ªes en la vecina base militar de Salem. Yen¨ªn est¨¢ a una decena de kil¨®metros en l¨ªnea recta.
Eskeirat resid¨ªa en la parte oriental del campo de refugiados. 'Destruyeron toda la zona con excavadoras para abrirse camino', relata a EL PA?S con la voz quebrada. Con anterioridad les hab¨ªan bombardeado. 'No nos qued¨® m¨¢s remedio que salir de las casas. Fue entonces cuando nos hicieron prisioneros', explica ante el asentimiento de la media docena de hombres con los que comparte la habitaci¨®n prestada por un vecino de Rumane. 'Al menos mataron a 35 civiles s¨®lo en los alrededores', asegura.
Registros domiciliarios
Era el viernes d¨ªa 5 y los israel¨ªes hab¨ªan llegado el mi¨¦rcoles al campamento. El infierno de Eskeirat se inici¨® horas antes de su detenci¨®n. Su hermano y ¨¦l fueron forzados por los soldados a acompa?arles en sus registros domiciliarios. 'Nos usaron de escudos humanos', asegura con los ojos a¨²n llorosos. Su cuerpo muestra las marcas de haberse resistido. 'Tiene la cuarta y la quinta costillas rotas', asegura un doctor que ha hecho las primeras curas. Esta informadora vio las magulladuras de su espalda y la huella de un cigarrillo en el cuello, justo debajo de la nuca.
'Nos vendaron los ojos y nos maniataron', a?ade Mohamed Ehbarie tomando el relevo de Eskeirat que est¨¢ exhausto. Al un¨ªsono todos los presentes muestran las mu?ecas melladas. 'Durante cinco d¨ªas hemos estado detenidos sin atenci¨®n m¨¦dica, sin apenas agua y comida, y durmiendo a la intemperie en el patio del cuartel, sin ropa', cuenta a¨²n aterrorizado. Se hace un silencio y Ehbarie recupera fuerzas. 'Es la lucha por nuestra tierra no podr¨¢n acabar con nosotros', concluye.
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