M¨²sica para el toreo de brega
El mejor toreo de la tarde, el m¨¢s art¨ªstico, las pinceladas sublimes, la inspiraci¨®n, la magia del toreo eterno corri¨® a cargo de Curro Molina, subalterno de la cuadrilla de Finito. Bregaba al quinto de la tarde, el capote cogido con las yemas de los dedos, el cuerpo un poco encogido para no desviar la atenci¨®n del toro, la voz queda, ?eh!, y la embestida se mec¨ªa en los vuelos del capote, sin tocarlo, con elegancia, con embrujo. Y la plaza cruji¨®. Otra vez, ?eh!, y de nuevo surgi¨® el toreo. Y otra... Finito toma la muleta. El toro hab¨ªa quedado en los medios. 'Ci¨¦rralo, Curro'. Y Curro se va despacioso, le lanza el capote y da una media ver¨®nica lent¨ªsima, de esc¨¢ndalo; embebido, el animal obedece la tela que Curro le muestra a una mano hasta las tablas. La Maestranza, en pie, le tributa una ovaci¨®n de lujo; la banda rompe a tocar jubilosa. El toreo se hab¨ªa hecho presente. Pero a Curro no le sonaban nuevos los aplausos. En el segundo de la tarde, tras dos primorosos pares de banderillas, salud¨® reverencioso ante el entusiasmado respetable.
As¨ª es la vida, que llega y triunfa un joven de Alcal¨¢ de Guadaira que una noche de verano prob¨® fortuna en esta misma plaza como novillero sin caballos, y al d¨ªa siguiente se visti¨® de plata al no ser capaz de hacer realidad sus sue?os. Torero hab¨ªa porque en poco tiempo le moja la oreja a las figuras con tres capotazos, una media y toreo a una mano. Ah¨ª queda eso.
Lo que ocurre, sin embargo, es que estaba all¨ª El Juli, y este torero tiene afici¨®n y casta para asustar a los toros. Su tauromaquia es superficial y aburrida, pero su valor es inmenso. Sus carencias art¨ªsticas las suple coloc¨¢ndose entre los pitones, con enorme seguridad y pisando unos terrenos que parecen imposibles. A su primero, un animal esmirriado pero con recorrido en el tercio final, lo tore¨® de manera insulsa, sin temple ni hondura. ?Fueron cien los pases? Chispa m¨¢s o menos, y aquello no dec¨ªa nada. Soluci¨®n de El Juli, que es listo: dejarse tocar la taleguilla por los pitones y entrar a matar como un jabato. El sexto le dio un susto de muerte en una colada impresionante cuando iniciaba el toreo por bajo. Se lo llev¨® a los medios y all¨ª, todo casta y coraz¨®n, dome?¨® la soser¨ªa de un animal que no le ofreci¨® facilidades. Tampoco hubo buen toreo porque no lo lleva en la sangre, pero s¨ª una electrizante emoci¨®n. El volapi¨¦ final, perfectamente ejecutado, vali¨® por s¨ª mismo la oreja.
Finito se tuvo que conformar con la vuelta al ruedo como m¨¢ximo trofeo, y eso que tuvo toros para el triunfo. No estuvo mal, pero deb¨ªa de haber estado mucho mejor. Se pele¨® bravamente con su primero, encastado y agresivo. Se le not¨® que hac¨ªa un gran esfuerzo, aguant¨® estoicamente la embestida violenta y consigui¨® algunos derechazos y naturales emocionantes. Al final, se desinfl¨® y qued¨® la impresi¨®n de que el toro ganaba la pelea. Al quinto, el m¨¢s claro de la corrida, lo tore¨® primorosamente a la ver¨®nica y aprovech¨® su largo recorrido para unas tandas cortas, pero hondas, de pases por ambas manos. En alg¨²n momento, su toreo tuvo el empaque de sus mejores tardes, pero la labor fue de m¨¢s a menos, de tal modo que el toro acab¨® en tablas, y la faena, en tono menor. Pinch¨® antes de cobrar una estocada ca¨ªda, y la oreja vol¨® por los aires.
Estuvo tambi¨¦n Joselito, ausente, ab¨²lico, a merced de las desfavorables circunstancias de dos toros sosos y descastados. Desangelado, sin ideas, como una sombra de lo que fue, miraba al p¨²blico: 'Aqu¨ª no se puede hacer nada'. Estaba equivocado: lo que tiene que hacer es no volver.
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