Provincia interior
Lleg¨® a Bilbao sin ruido, en un tren turbio y con media docena de poemas como todo equipaje. 'Los viejos pagan menos en los transportes p¨²blicos', nos record¨® al llegar. 'La edad depara pocos privilegios y casi siempre s¨®rdidos'. Lleg¨® a Bilbao sin el famoso mono de la gloria abri¨¦ndole camino por los andenes de la Estaci¨®n del Norte. Dice Manuel Vicent que la gloria consiste en tener un chimpanc¨¦ amaestrado que va tocando el tambor delante de uno para abrirle camino. Cuanto m¨¢s alta y ancha es la gloria, m¨¢s charreteras chuscas y medallas lleva el disfraz del mono y m¨¢s fuerte aporrea la tripa del tambor.
Pero el poeta Antonio Gamoneda no ha tenido jam¨¢s (ni ha querido tener) un mono amaestrado. Hay poetas laureados que duermen con sus monos respectivos y ni siquiera se separan de ellos cuando van al lavabo, mientras recitan sus endecas¨ªlabos debajo de la ducha o hacen sus abluciones matinales o deponen sin m¨¢s. Antonio Gamoneda lleg¨® al pa¨ªs de los vascos en silencio, desde el centro del fr¨ªo, desde Le¨®n, la provincia en la que lleva viviendo y escribiendo toda su larga vida.
No se trata de la negra provincia de Flaubert de la que habl¨® Miguel S¨¢nchez-Ostiz en un hermoso ensayo, la ciudad de provincias convertida en man¨ªa y en cepo, esterilizadora de talentos. La provincia del poeta Antonio Gamoneda es todo lo contrario de un castigo y nada parecido a una condena. La provincia, entre los escritores, ha tenido una prensa que va de lo pat¨¦tico a lo atroz. Sin embargo, es posible salvarse en la provincia. A Antonio Gamoneda le gusta recordar que gracias a la provincia se salv¨®, primero, del fracaso por causas ajenas al m¨¦rito, y segundo, del triunfo por causas igualmente ajenas al m¨¦rito. El poeta sabe bien que en Madrid o Barcelona el mono de la gloria se hubiera convertido fatalmente en su sombra. En Le¨®n, sin embargo, tal vez por los rigores del clima, los chimpanc¨¦s tamborileros tienen poco trabajo. Gracias a ello tuvimos en Bilbao a uno de los mayores poetas vivos de Europa y no un concierto de tambor y mono.
Tiene raz¨®n Antonio Gamoneda cuando afirma que la provincia, a veces (m¨¢s de las que pensamos) salva. La suya es, adem¨¢s, una provincia doblemente interior. La soledad frente al papel en blanco y el silencio son todo lo que pide. Y en la provincia es todo lo que tiene y lo que necesita. Su provincia es su mesa de trabajo.
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