Rumores de conejo
Cuenta en sus memorias Jos¨¦ Luis de Vilallonga que Dal¨ª lleg¨® un d¨ªa a Chez Maxim's con un conejo para que se lo preparasen ¨¤ la royal. El conejo no se comportaba como modelo para ser pintado y el genio decidi¨® zamp¨¢rselo. A Zaplana tambi¨¦n le gusta el conejo. Suele traer uno a las Cortes cada vez que comparece en una sesi¨®n de control de Gobierno, pero para atragantar a la oposici¨®n y luego zamp¨¢rsela en su propio jugo contradictorio: unas facturas sin justificar de la ¨¦poca socialista, un informe para la Presidencia con el que se subvencion¨® a un asesor... cualquier asunto que enturbie a la oposici¨®n resulta apropiado. En esto, Zaplana, como Dal¨ª, es genial. Durante toda la semana hubo rumores de conejo. En todos los or¨¢culos se daba por hecho que el presidente se iba a presentar con la chistera y lo iba a sacar mientras la oposici¨®n le ped¨ªa cuentas sobre la condena a su ex consejero Luis Fernando Cartagena por quedarse con el cepillo de las monjitas. Y ah¨ª estaban las apuestas cuando entr¨® en el hemiciclo con el inevitable Jos¨¦ Cholbi pegado a su pescuezo. Llevaba un traje azul ¨¦xito con cerillera alta, mientras Joaquim Puig, el s¨ªndic g¨®tico socialista, acudi¨® guarnecido como un encargado de tanatorio. Con la gamba echada, Zaplana proclam¨® que s¨®lo se trataba de un hecho ajeno al Gobierno y volvi¨® al esca?o. Puig se desmelen¨® y derram¨® un discurso sobre ¨¦tica y el timo a la hermana Bernardina, y sin embargo Zaplana no desenfund¨® el conejo. S¨®lo cuando Joan Rib¨® le arre¨® que mal se tapa la zorra con el rabo, meti¨® la mano en la chistera, reba?¨® y s¨®lo sac¨® un rat¨®n inv¨¢lido, defraudando las expectativas de la afici¨®n. Ahora las apuestas est¨¢n en si quedan o no quedan conejos en el coto privado del Palau de la Generalitat. Luego el presidente dej¨® a un propio peleando el asunto y se fue como si la izquierda, para su propio escarnio, le hubiese hecho perder el tiempo defendiendo a las monjas. Sin duda regres¨® a ese limbo europeo del Comit¨¦ de las Regiones, a sus altos asuntos con Romano Prodi y a decidir estrategias para pacificar Oriente Medio. Porque Zaplana ya no est¨¢ para arrugarse el traje en el banco azul de las Cortes Valencianas sino para que se lo manchen de ketchup los ap¨®stoles de la antiglobalizaci¨®n como a Lionel Jospin a la salida de Chez Maxim's y para que le hagan la ola en Bruselas.
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