Se¨ªsmo en Francia
Lo previsto era que Francia iba a conocer una abstenci¨®n r¨¦cord en la primera vuelta de sus elecciones presidenciales. Lo que nadie preve¨ªa es que el ultraderechista Jean-Marie Le Pen -un insulto a la democracia y la dignidad de millones de ciudadanos franceses y de todas las nacionalidades- echara de la carrera presidencial al socialista Lionel Jospin y disputara a Jacques Chirac la segunda ronda el 5 de mayo. La baja participaci¨®n y la fragmentaci¨®n del voto han sido las notas dominantes de una primera vuelta en la que los ciudadanos han puesto de manifiesto su desinter¨¦s por los dos principales candidatos. El mensaje de Chirac y Jospin ha sido tan parecido que s¨®lo los estudiosos pod¨ªan distinguir entre las promesas de un populista de derechas y las de un centroizquierdista ortodoxo, los dos hombres que en una infructuosa y progresivamente agria cohabitaci¨®n han gobernado el pa¨ªs durante los ¨²ltimos cinco a?os.
El fruto inmediato de esta situaci¨®n ha sido el catastr¨®fico encumbramiento del xen¨®fobo Jean-Marie Le Pen, a quien se le vaticinaba un 13% del voto y se le anticipa m¨¢s del 17%. Su ascenso ha puesto crudamente de relieve un profundo malestar de uno de cada cinco electores, descontentos con el sistema pol¨ªtico y dispuestos a castigar a sus m¨¢ximos representantes, el presidente Chirac y el primer ministro Jospin. Parte de este malestar tiene que ver con el nuevo rostro multicultural de Francia y los problemas que plantea la integraci¨®n de la poblaci¨®n inmigrante, principalmente de origen norteafricano, demag¨®gicamente explotados desde la extrema derecha.
La izquierda francesa, cumpliendo con la tradici¨®n republicana, ha llamado ya a votar a Chirac para frenar el ascenso del fascista Le Pen. Con ello el ¨¦xito que se ha apuntado ¨¦ste ¨²ltimo se convierte tambi¨¦n en una bofetada en el rostro de Chirac, que s¨®lo le supera en algo m¨¢s de dos puntos y saldr¨¢ reelegido con los votos de la izquierda, y no derrotando a la izquierda como correspond¨ªa. Chirac, ciertamente, ha cumplido m¨¢s o menos con las expectativas de los sondeos previos, pero los resultados de Jospin conducen, tal como ya ha anunciado, al final de su carrera pol¨ªtica. El primer ministro, seg¨²n las proyecciones, se quedar¨ªa hasta cuatro puntos por debajo del 19% que le conced¨ªan las encuestas. En cualquier caso, el hecho de que entre el jefe del Estado y su jefe de Gobierno no hayan sido capaces de llegar al 40% de los votos es una soberana muestra de desconfianza de los electores y un aviso sobre la autoridad del ganador final. Nunca en la V Rep¨²blica un repetidor o primer ministro aspirante a la jefatura del Estado hab¨ªa obtenido tan escaso apoyo en la primera ronda.
La dispersi¨®n del voto, que tan buenos resultados ha dado en los extremos del arco pol¨ªtico, y no s¨®lo a Le Pen, era esperable. La auguraban el nulo entusiasmo suscitado por los dos te¨®ricos pesos pesados del escenario pol¨ªtico y la ausencia de debate sobre los temas de fondo, pero tambi¨¦n el hecho aritm¨¦tico de que los votantes hayan podido elegir nada menos que entre 16 candidatos, el men¨² m¨¢s variado en cuatro d¨¦cadas.
Chirac, y sobre todo Jospin -los sondeos revelaban que el 55% de los ciudadanos ten¨ªa poco o ning¨²n inter¨¦s en ellas-, han pagado un alto precio por lo ret¨®rico de sus campa?as. Le Pen ha aprovechado el vac¨ªo. Tanto el presidente franc¨¦s como el primer ministro tienen una carrera demasiado dilatada, y con demasiados claroscuros, como para suscitar a estas alturas el fervor de sus conciudadanos. El sistema parlamentario galo, por a?adidura, hace muy dif¨ªcil la eclosi¨®n de nuevas personas e ideas diferentes. Las encuestas previas a la jornada electoral ya mostraban machaconamente que los mensajes calcados de ambos candidatos -combatir la delincuencia creciente, el desempleo o recortar los impuestos- no conmov¨ªan a unos votantes cansados de relativizar las promesas del mercurial Chirac -69 a?os, 40 en pol¨ªtica- y del invariablemente adusto y distante primer ministro Jospin, 64 a?os y veterano de todo.
Mientras el foso entre la cada vez m¨¢s ret¨®rica excepci¨®n cultural y la realidad crudamente capitalista -expresi¨®n del miedo al cambio en un mundo dominado por EE UU- no hace sino aumentar, los debates preelectorales han soterrado la evidencia. Que Francia, si bien carece de grandes conflictos y sigue siendo un lugar pr¨®spero y civilizado, comienza a perder lustre no s¨®lo en sus constantes econ¨®micas, sino en su clich¨¦ como modelo social y en su influencia internacional. Y, sobre todo, en el tono vital de la democracia. Nada m¨¢s permite explicar la derrota de un pol¨ªtico honorable con un correcto balance de Gobierno como Jospin en manos de un demagogo peligroso como Le Pen.
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