El voto del rencor
Lo impensable ha acontecido, y los franceses tratan de explicarse el porqu¨¦. Las explicaciones m¨¢s obvias -la dispersi¨®n del voto institucional- remiten a nuevas preguntas: ?por qu¨¦ los socialistas se plantearon la primera vuelta como un juego y por qu¨¦ los franceses siguieron el juego?; ?por qu¨¦ la extrema derecha, encabezada por un demagogo racista al que hace poco se daba por clausurado, ha podido recoger casi tantos votos como el presidente Chirac? El rencor de los franceses hacia sus gobernantes se ha manifestado otras veces por giros bruscos a derecha o izquierda, pero esta vez el giro ha sido hacia fuera: de impugnaci¨®n del sistema. La misma Francia que pidi¨® explicaciones a Austria por el triunfo de un disc¨ªpulo p¨¢lido de Le Pen ha entronizado al maestro. El demagogo no pasar¨¢ la prueba de la segunda vuelta, pero para ello los franceses tendr¨¢n que olvidar sus convicciones de derecha o izquierda y atrincherarse en lo compartido, los valores republicanos de tolerancia y libertad.
Junto a Jospin y su izquierda plural hay dos grandes derrotados por Le Pen: el establishment franc¨¦s y Europa. Los votos antisistema y antieuropeos suman m¨¢s de un 40%. Con una abstenci¨®n r¨¦cord (del 27,63%), la parcelaci¨®n del voto indica un rechazo hacia los candidatos de partidos implicados en la gesti¨®n gubernamental y hacia una cohabitaci¨®n entre un presidente de un color pol¨ªtico y un Gobierno de otro. Situaci¨®n que ha producido hartazgo, vac¨ªo de pensamiento y bloqueo: interno y exterior, hacia 'la Europa tecnocr¨¢tica' que Le Pen convirti¨® en antibandera.El l¨ªder ultra se ha colocado frente a Chirac cabalgando sobre el caballo que el presidente solt¨® sin riendas: la cuesti¨®n de la inseguridad ciudadana, que esconde un rechazo xen¨®fobo a la inmigraci¨®n. Le Pen ha ganado m¨¢s en las zonas de mayor inmigraci¨®n magreb¨ª o, como en Estrasburgo, donde hay m¨¢s gamberrismo juvenil. Se ha beneficiado del componente antimusulm¨¢n del efecto 11-S. La alarma son¨® un mes despu¨¦s con los violentos incidentes ocurridos a ra¨ªz del partido de f¨²tbol entre Francia y Argelia, pero no se le prest¨® mucha atenci¨®n. El discurso de la inseguridad y la xenofobia es poderoso, y la izquierda tradicional tiene dificultades para afrontarlo.
En la primera vuelta de las presidenciales de 1995, la extrema derecha de Le Pen obtuvo 4,5 millones de votos. Esta vez suman casi un mill¨®n m¨¢s si se a?aden los del escindido Bruno Megret, a pesar del m¨¢s bajo nivel de participaci¨®n. Su ¨¦xito se debe al fracaso de los dem¨¢s, pero tambi¨¦n a su propio tir¨®n. Uno de los peligros es que el discurso de Le Pen acabe contaminando toda la escena pol¨ªtica francesa cuando es m¨¢s necesario que nunca recuperar los valores republicanos a los que aludi¨® en la noche electoral un Chirac asustado a pesar de que el escrutinio le pon¨ªa en bandeja la victoria el pr¨®ximo 5 de mayo.
Chirac ha obtenido en esta primera vuelta el peor resultado de un presidente saliente en la V Rep¨²blica, con un 19,67% que apenas supera en tres d¨¦cimas el voto de la extrema derecha (19,44). Tras el final de los septenatos, ser¨¢ reelegido para cinco a?os, sin un programa digno de tal nombre y tras buscar la presidencia como mejor protecci¨®n frente a las acusaciones de corrupci¨®n. Ser¨¢ un presidente d¨¦bil incluso si logra una mayor¨ªa favorable en las legislativas del 9 y 16 de junio, que podr¨ªan ser una segunda oportunidad para que los franceses corrijan los efectos de esta primera vuelta marcada por la atracci¨®n del abismo.
La izquierda plural que Jospin consigui¨® reunir desde 1997 ha volado en pedazos. Ser¨¢ dif¨ªcil de recomponer. El PCF, con un 3,4% de los votos, queda casi desaparecido, mientras que los tres candidatos trotskistas juntos triplican los resultados logrados por Hue. Chev¨¨nement ha trabajado con ah¨ªnco por dividir a esa izquierda. S¨®lo los verdes respiran tras superar la barrera psicol¨®gica del 5%. Pero, con un 30% en total, la izquierda de la gesti¨®n de Jospin ha obtenido cinco puntos menos que en 1997, con un primer ministro falto de atractivo que, tras sus primeras reformas de la jornada de 35 horas, se qued¨® sin aliento para hacer frente al nuevo crecimiento del paro y a una cierta crisis de identidad nacional.
Tras el desastre, Jospin ha tomado la decisi¨®n m¨¢s decente: retirarse de la vida pol¨ªtica. Se abre para el Partido Socialista un periodo de incertidumbre que deber¨ªa acortarse lo m¨¢ximo posible para que los franceses tengan alternativas pol¨ªticas a las que votar en las legislativas. No ser¨¢ f¨¢cil. Tampoco lo ser¨¢ para el centro-derecha, igualmente disperso, que ha sumado algo m¨¢s de un 30% y que se pondr¨¢ bajo la protecci¨®n de Chirac, pero que necesita renovaci¨®n de personas e ideas.
Ascensos de la extrema derecha como el producido en Francia se han registrado recientemente en Austria, Italia, Dinamarca, Holanda o B¨¦lgica. Lo ¨²nico positivo de este terremoto es que supone un aldabonazo: hay que aislar y anular al radicalismo neofascista, y, para ello, afrontar desde los valores democr¨¢ticos los problemas que lo alimentan. No s¨®lo est¨¢ en juego el futuro de Francia, sino el de toda Europa.
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