Memoria catalana ¨²nica
Sobre la pol¨¦mica originada por el hallazgo en el subsuelo del Born de los restos de la Barcelona destruida por Felipe V, est¨¢ casi todo dicho. Adem¨¢s, las administraciones implicadas, por una vez y sin que sirva de precedente, parece que se han puesto de acuerdo en c¨®mo proceder. Sin embargo, algunas cuestiones no acaban de entenderse bien.
En 1971, el Born dej¨® de ser el mercado central de Barcelona. Desde entonces ha permanecido, con alguna excepci¨®n, cerrado e inservible. La discusi¨®n sobre los usos a los que pod¨ªa destinarse ha sido constante. Desde la ya lejana campa?a Salvem el Born! hasta el acuerdo de finales de 1996 en que se decidi¨® destinarlo a Biblioteca Provincial, las propuestas han sido numerosas. No tengo criterio sobre si salvar la vieja carcasa met¨¢lica de Fontser¨¦ fue una decisi¨®n acertada, ni si el recinto es el id¨®neo para albergar una gran biblioteca. S¨®lo s¨¦ que S¨°ria y C¨¢ceres son dos reputados arquitectos y que se puede confiar en el acierto de su proyecto. En todo caso, desde 1971 hasta 1996 transcurrieron 25 a?os. Y desde esta ¨²ltima fecha hasta hoy, seis m¨¢s.
Cualquier manual de historia de Catalu?a, al relatar los acontecimientos posteriores a la ca¨ªda de Barcelona en 1714, cuenta, entre otras muchas cosas, que Felipe V mand¨® arrasar una gran zona del barrio de la Ribera con el fin de construir la Ciudadela, un fort¨ªn militar que deb¨ªa servir para defender y, sobre todo, controlar Barcelona. La construcci¨®n a mediados del siglo XIX -con los derribos consiguientes- de las calles de Princesa, Jaume I, Ferran y Uni¨® -una l¨ªnea recta como hoy puede todav¨ªa comprobarse- serv¨ªa para llegar con rapidez desde la Ciutadella al Raval, al Poble Sec y, un poco m¨¢s all¨¢, a Hostafrancs y Sants, las zonas industriales y obreras de la Barcelona de entonces y as¨ª poder reprimir eficazmente las revueltas obreras, sublevaciones y tumultos, que all¨ª se originaban.
As¨ª pues, la Ciudadela militar no s¨®lo fue el s¨ªmbolo de la humillaci¨®n de la Catalu?a vencida de 1714, sino que sirvi¨® muy especialmente para dar seguridad a una burgues¨ªa industrial que necesitaba el sable del militar a caballo para imponer sin protestas las condiciones de trabajo que m¨¢s le conven¨ªan. Conservar la memoria hist¨®rica no s¨®lo consiste en recordar a Verdaguer y a Gaud¨ª, como hace la Catalu?a oficial, sino tambi¨¦n, entre tantos otros acontecimientos, a Pi Margall -de quien nadie se acord¨® oficialmente el a?o pasado al cumplirse el centenario de su muerte-, a las duras condiciones del trabajo en las f¨¢bricas de aquellos tiempos y a las luchas de la clase obrera por mejorar su condici¨®n. La memoria hist¨®rica es, como todas, selectiva, y cada uno quiere acordarse de lo que m¨¢s conviene a su ideolog¨ªa, aunque algunos parece que s¨®lo quieren recrearse en la memoria del supuesto agravio nacional como memoria hist¨®rica catalana ¨²nica.
Pues bien, tras este nada ingenuo rodeo, retomemos el hilo de la argumentaci¨®n. Si tan conocido era que Felipe V hab¨ªa arrasado aquella zona del barrio de la Ribera, ?a ning¨²n historiador se le hab¨ªa ocurrido, durante los 25 a?os en que no se sab¨ªa qu¨¦ utilizaci¨®n darle a la estructura met¨¢lica del Born, que escarbando un poco la tierra pod¨ªan encontrarse las maravillas arqueol¨®gicas -en el caso que sea arqueol¨®gico algo que tiene s¨®lo 300 a?os- que al parecer se han encontrado? Me parece sencillamente incre¨ªble y dice muy poco a favor de los historiadores especialistas en este periodo hist¨®rico que hoy est¨¢n reclamando -probablemente con raz¨®n- que se conserven las ruinas por encima de todo.
Tampoco acabo de entender a qu¨¦ deben destinarse. Lo que queda de aquel barrio que fue destruido, ?tiene inter¨¦s para el p¨²blico en general, para que sea visitado como el Parten¨®n, el Coliseo, o Teotihuac¨¢n? ?O bien tiene un simple inter¨¦s historiogr¨¢fico o antropol¨®gico, un inter¨¦s para que los especialistas puedan estudiar los modos de vida de la ¨¦poca, la estructura social de una Barcelona antigua que qued¨® extinguida con aquel derribo pero que al p¨²blico en general le interesar¨¢ tanto -es decir, tan poco- como por ejemplo las ruinas de Ullastret, de las que apenas queda ya nada y cuyo valor para el visitante com¨²n es debido sobre todo al emplazamiento, al bello paisaje ampurdan¨¦s que desde all¨ª se divisa?
Que tenga un valor art¨ªstico o un valor meramente historiogr¨¢fico me parece que es relevante a los efectos de saber el uso al que deben destinarse. En ambos casos, las ruinas deben conservarse, pero en uno solamente para que sirvan de estudio a los especialistas y en otro para que sea ofrecido como zona de visita para todos; en definitiva, un aliciente tur¨ªstico m¨¢s y, mucho me temo, como 'parque tem¨¢tico de la Catalu?a agraviada', seg¨²n la afortunada expresi¨®n de Ignacio Vidal-Folch en su memorable art¨ªculo de hace unos d¨ªas.
Aunque quiz¨¢ pueda servir para lo contrario. No olvidemos que la ciudad de antes del 11 de septiembre de 1714 no era la Barcelona rica i plena que la propaganda oficial -a veces disfrazada de historia- nos presenta. Aquella Barcelona era una ciudad en decadencia gobernada por una oligarqu¨ªa patricia reaccionaria que defend¨ªa los viejos privilegios feudales y aristocr¨¢ticos. Si bien unos a?os antes ya se percib¨ªan algunos signos de cambio, fue pocos a?os despu¨¦s de 1714 que Barcelona y Catalu?a empezaron a transformarse, a crecer, a comerciar y a modernizarse. Fue a partir de entonces que nuestra sociedad comenz¨® a ser lo que es hoy.
Por tanto, si se escoge la v¨ªa de parque tem¨¢tico quiz¨¢ debamos llegar a la conclusi¨®n de que la destrucci¨®n del barrio de la Ribera por Felipe V no fue el s¨ªmbolo del final de la Catalu?a libre, sino el s¨ªmbolo del final de la Catalu?a feudal, de la vieja Catalu?a que algunos melanc¨®licos creen todav¨ªa que debe ser la Catalu?a del futuro.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la UAB.
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