Contra natura
Las oscuras razones que mueven al f¨²tbol dieron la victoria a un irregular Madrid, superado n¨ªtidamente por el Barcelona, cuyo generoso despliegue alcanz¨® momentos abrumadores. Si alguna virtud tuvo el Madrid fue la del cazador: logr¨® la victoria en un contragolpe que encontr¨® desarmado al Bar?a por su banda derecha y cerr¨® la eliminatoria con un tanto en el ¨²ltimo minuto. El primero lo marc¨® Zidane, que hasta entonces hab¨ªa fracasado, pero as¨ª suele ocurrir con los grandes jugadores. Siempre reclaman su cuota de protagonismo, incluso en las peores noches.
Nada se le puede reprochar al Bar?a, vibrante en muchas fases del partidos, ¨¢gil para jugar, mejor estructurado de lo que acostumbra para defender. Dispuso del bal¨®n casi siempre, tuvo sus oportunidades y consigui¨® que el Madrid asumiera sin disimulo su inferioridad. Helguera se incrust¨® en la defensa como tercer central y no hubo medio campo madridista durante todo el partido. Ni para jugar, ni para quitar. El Madrid se sostuvo contra las cuerdas por la heroica contribuci¨®n de alguno de sus jugadores. A la cabeza, Solari, que sirvi¨® para todo y en todas partes. Pocas veces en los ¨²ltimos a?os se ha visto a un jugador del Madrid con un esp¨ªritu tan admirable: por laborioso, competitivo y ganador. Su monumental partido merece un reconocimiento especial. Lleg¨® al Madrid con la condici¨®n de aguador. Ten¨ªa por delante a Savio, Munitis y McManaman, y a todos ha superado en una ejemplar carrera que ha calado de verdad en el madridismo.
La contribuci¨®n de C¨¦sar, Helguera, Pav¨®n y, muy especialmente, Hierro fue decisiva en el cap¨ªtulo defensivo, el ¨²nico que atendi¨® el Madrid hasta que el encuentro se rompi¨® por efecto del gol. Y tambi¨¦n fue m¨¢s que meritoria la actuaci¨®n de M¨ªchel Salgado frente a un gran Overmars. A veces gan¨® el defensa; en muchas ocasiones venci¨® el extremo, pero en el duelo se apreci¨® la suprema belleza que encierra el partido que juegan los verdaderos extremos. O sea, un partido dentro del partido. Salgado pas¨® graves apuros, pero dio una lecci¨®n de car¨¢cter que finalmente le permiti¨® imponerse al fenomenal holand¨¦s.
El Bar?a se pareci¨® al Bar?a que no ha existido durante toda la temporada, a un equipo con un potencial tremendo, tremendamente desaprovechado. Fue un equipo sin complejos, con una abierta vocaci¨®n de ataque que no le impidi¨® la necesaria eficacia defensiva. En el medio campo, Coc¨², Motta, Rochemback y Luis Enrique empujaron sin descanso, recuperaron la pelota con una frecuencia desacostumbrada y buscaron la v¨ªa de Overmars para perforar la defensa madridista.
En el ¨²nico lugar donde el Bar?a no marc¨® la diferencia fue en la delantera. Fue una noche que sembr¨® graves dudas sobre Saviola, de quien no hubo noticias durante todo el partido. No particip¨® en ninguna acci¨®n del equipo, como si la estructura colectiva del juego le fuera ajena por completa. Da la impresi¨®n de que Saviola es un excelente definidor en el ¨¢rea y nada m¨¢s, una especie de Romario sin la creatividad del brasile?o. Pas¨® por el partido sin dejar ninguna huella, sin un remate, y de repente pareci¨® un futbolista menor. Justo en el lugar donde el Bar?a necesitaba marcar la ¨²ltima diferencia, fracas¨® Saviola frente a un equipo que, de manera incre¨ªble a la vista de los antecedentes, gan¨® como casi nunca lo hace: con una gran actuaci¨®n de sus defensas. Gan¨® contra natura, en fin.
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