Roma reacciona
El Papa se ha mostrado sensible a la preocupaci¨®n sentida en el mundo cat¨®lico y no cat¨®lico por el esc¨¢ndalo de los curas pederastas en EE UU y ha dado v¨ªa libre a la jerarqu¨ªa cat¨®lica estadounidense para que tome medidas, tras la reuni¨®n mantenida durante dos d¨ªas con altos representantes del Vaticano. No es poco que la Iglesia de Roma adopte una actitud m¨¢s activa en un asunto que quiebra fuertemente su credibilidad. Hasta ahora, el Papa se hab¨ªa referido a este problema en t¨¦rminos burocr¨¢ticos y meramente morales, en una reciente carta dirigida a los sacerdotes de todo el mundo, tras varios meses de dudas, reticencias y silencios. La firmeza con que el Vaticano afronte este esc¨¢ndalo ser¨¢ un punto de referencia para casos similares, aunque no tan graves como el de EE UU, aparecidos en otros pa¨ªses.
Las medidas contemplan una reforma de las leyes internas de la Iglesia -el C¨®digo de Derecho Can¨®nico- para endurecer las sanciones contra los cl¨¦rigos pederastas. Ese endurecimiento debe ir acompa?ado de la voluntad de aplicarlas. La Iglesia prev¨¦ penas de suspensi¨®n e incluso expulsi¨®n para este tipo de conductas, aunque s¨®lo muy excepcionalmente se han aplicado a los curas pederastas en EE UU.
Pero los abusos sexuales, sobre todo los que se cometen contra menores, no son s¨®lo un pecado o una cuesti¨®n interna que la Iglesia pueda solventar con sus leyes propias. Constituyen tambi¨¦n un delito, contemplado en c¨®digos penales que prev¨¦n penas de c¨¢rcel contra los autores de tales conductas, as¨ª como el pago de indemnizaciones a sus v¨ªctimas. La Iglesia no puede encubrir a los curas pederastas, como ha venido haciendo en EE UU, y est¨¢ obligada a denunciar ante la justicia a los presuntos delincuentes.
Uno de los casos m¨¢s llamativos, y que marcan el l¨ªmite de hasta d¨®nde llegan las medidas auspiciadas por Roma, es la actuaci¨®n del cardenal arzobispo de Boston, Bernard Law, que consinti¨® que siguieran en contacto con j¨®venes dos sacerdotes ya condenados por la justicia, acusados de haber abusado sexualmente de centenares de ni?os a lo largo de 30 a?os de ministerio. Incluso sectores de la Iglesia norteamericana consideran que la destituci¨®n de este jerarca habr¨ªa sido la respuesta congruente a su conducta.
Si la Iglesia cat¨®lica de EE UU quiere 'dar seguridad a nuestros ni?os y j¨®venes', como ha afirmado uno de sus jerarcas en la reuni¨®n de Roma, debe actuar de modo diametralmente opuesto al esc¨¢ndalo de Boston: huir de un tratamiento secreto destinado a intentar resolverlo de tapadillo, aconsejando resignaci¨®n y comprando el silencio de las v¨ªctimas con decenas de millones de d¨®lares. Ochocientos millones de d¨®lares ha sido el precio pagado por desactivar una buena parte del casi un millar de denuncias presentadas de EE UU contra sacerdotes pederastas. Es de esperar que la clara condena papal de la pedofilia como un crimen sea el punto de partida para cortar de ra¨ªz ese mal, en la Iglesia de EE UU y all¨ª donde exista. Y no una moment¨¢nea salida del mal trago, bajo la presi¨®n del esc¨¢ndalo.
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