Confusi¨®n conceptual
En su carta publicada el 18 de abril, do?a Beatriz Gimeno -'Lesbiana, discapacitada y madre'- se siente atacada por un editorial de EL PA?S publicado el d¨ªa 10 (Sordera de encargo). 'No se nos puede prohibir a gays y lesbianas tener hijos', clama. Estoy de acuerdo, aunque no s¨¦ qu¨¦ tiene que ver esta queja con el citado editorial.
Yo tambi¨¦n lo le¨ª y por ninguna parte vi que ni siquiera se insinuara la conveniencia de una prohibici¨®n as¨ª.
A mi juicio, la se?ora Gimeno sufre una confusi¨®n conceptual que le hace ver 'visceralidad' y 'virulencia' donde s¨®lo hay sentido com¨²n, y le lleva a pasar desde el loable respeto por la diferencia hasta la elevaci¨®n de un capricho a la categor¨ªa de derecho.
Capricho es, en efecto -y bastante cruel por cierto-, encargar un beb¨¦ que probablemente nacer¨¢ sordo a una cl¨ªnica de inseminaci¨®n artificial, como ha hecho recientemente una pareja de lesbianas norteamericanas.
Con todo el respeto que los discapacitados merecen a las personas de bien (da un poco de pena tener que aclarar estas cosas, pero parece que as¨ª se ha puesto el debate desde que lo lidera EE UU), me parece evidente que las discapacidades nunca son deseables (si lo fueran, la gente se las autoinfligir¨ªa a prop¨®sito).
La sordera, contra lo que opina do?a Beatriz y los que en EE UU insultan la inteligencia de los discapacitados refiri¨¦ndose a ellos con el est¨²pido eufemismo de diferently abled o 'con capacidades diferentes', no es una simple 'diferencia' como el color de la piel o el cabello.
Es una limitaci¨®n f¨ªsica y s¨®lo alguien indiferente al dolor ajeno puede desearla para sus hijos. Desde luego que, como dir¨ªa un ap¨®stol de lo pol¨ªticamente correcto -que ni es pol¨ªtico ni es correcto-, al no ser sordo me estoy perdiendo la experiencia de serlo, pero todos los d¨ªas elijo no lesionarme los t¨ªmpanos para seguir disfrutando del rumor de las olas en el Cant¨¢brico o de la voz de P. J. Harvey... as¨ª como del silencio en el desierto.
Que algo sea digno de compasi¨®n o de solidaridad o de respeto no lo convierte en bueno. Tambi¨¦n me preocupa que tanto el editorial de EL PA?S como la carta de la se?ora Gimeno terminen con una reducci¨®n al absurdo para dar m¨¢s fuerza a sus argumentos.
Hay que tener cuidado con las reducciones al absurdo, porque s¨®lo funcionan ante personas sensatas.
A las insensatas, que no las encuentran nada absurdas, les dan ideas...
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