En medio del pasillo
Cuando el historiador Santos Juli¨¢ hizo el lunes en la Residencia de Estudiantes su lectura apasionada del libro Los Ortega, de Jos¨¦ Ortega Spottorno, y explic¨® c¨®mo hab¨ªa llegado a configurarse en Espa?a la Edad de Plata de la que Ortega y Gasset fue principal exponente filos¨®fico, algunos nos preguntamos por la identidad de este tiempo, si aqu¨¦l en que Espa?a se interrogaba sobre s¨ª misma y creaba un mundo nuevo, buscando el universo, se llam¨® la Edad de Plata, c¨®mo se llamar¨ªa este tiempo, la edad de qu¨¦. La respuesta la dio anteayer un testigo y protagonista de aquel periodo, Francisco Ayala. Al recibir el Premio Fernando Abril Martorell, el novelista granadino dijo, para acabar un discurso lleno de fuerza y de melancol¨ªa: 'Ciertamente nos encontramos en un periodo cr¨ªtico en que la confusi¨®n de las ideas ocasionada por el desorden mundial desanima la reflexi¨®n ecu¨¢nime'. Ese discurso se juntaba con aquella presentaci¨®n de Santos Juli¨¢, en la que Juan Luis Cebri¨¢n, prologuista del libro, y Mar¨ªa Cifuentes, directora de Taurus, su editora, bautizaron el resultado de un ingente esfuerzo intelectual, y humano, de Ortega Spottorno para poner dentro de una obra extraordinaria la historia de una saga en la que el fil¨®sofo Ortega y Gasset deslumbra como un acontecimiento.
Esa Espa?a que ha tenido tantas historias secretas de paz y de ilustraci¨®n (El secreto de Espa?a del que ha escrito Juan Marichal) tuvo en el ¨²ltimo siglo su tiempo de pesadumbre mayor, cuando el fascismo rompi¨® con alevos¨ªa una aventura intelectual a la que pod¨ªa oponerse la cr¨ªtica pero no debi¨® nunca oponerse la pistola. Aquella ilustraci¨®n interrumpida reapareci¨® luego, a veces con melancol¨ªa, para reintegrarse en un pa¨ªs que decidi¨® la amnist¨ªa pero que tambi¨¦n se permiti¨® la amnesia. Fue un largo periodo de desd¨¦n por el desarrollo intelectual y cient¨ªfico, la bota se puso sobre la cultura, y se alent¨® el olvido y la maledicencia hasta tal punto -y esto lo record¨® Juan Luis Cebri¨¢n- que fue una heroicidad civil que el Abc dirigido entonces por Luis Calvo publicara la mascarilla mortuoria, y la noticia, de la muerte de Ortega y Gasset.
Ayala ha recordado la atm¨®sfera que la guerra civil instal¨® en un pa¨ªs que de pronto se hizo gris. Ahora, dice, somos un pa¨ªs en libertad, pero, y eso lo record¨® Santos Juli¨¢, c¨®mo machac¨® el fascismo el desarrollo de la cultura libre, de qu¨¦ manera da?¨® la plata. Y ahora estamos en la edad cr¨ªtica, o en la edad confusa. En un di¨¢logo reciente con estudiantes de periodismo, Jorge Sempr¨²n y Javier Pradera hablaron de aquel largo periodo sobre el que este pa¨ªs arroj¨® amnist¨ªa y amnesia; es buena la amnist¨ªa, entend¨ª que dijeron, pero es malo olvidar. Constatar que este pa¨ªs es un pa¨ªs interrumpido, que sigue teniendo sus cuentas pendientes con la libertad, y con la felicidad, es imprescindible para construir sobre la edad cr¨ªtica, de la confusi¨®n y del desd¨¦n, un pa¨ªs distinto, ilustrado y libre, capaz de alcanzar la kantiana paz perpetua que reclama Ayala para los pa¨ªses y para la vida. La memoria es imprescindible, saber qu¨¦ se hizo, qui¨¦nes lo hicieron, c¨®mo lo hicieron, para que no se repita m¨¢s. Sempr¨²n dec¨ªa que jam¨¢s ir¨ªa a un fichero a ver qu¨¦ dijo de ¨¦l la polic¨ªa pol¨ªtica que persigui¨® a su generaci¨®n y a varias generaciones posteriores. Pero no se olvida el suceso inmenso que destroz¨® un pa¨ªs ahora recuperado pero siempre en vilo.
La memoria se puede activar como un recurso contra los fantasmas que vuelven del pasado, y que traspasan como un viento helado de intolerancia y de suficiencia para instalarse en gestos contra los que se deben prevenir los que ahora construyen el futuro. Es el tiempo de los historiadores, y acaso tambi¨¦n es el tiempo de la poes¨ªa y de la ficci¨®n, pues para entender hay que so?ar, porque sobre todo es el tiempo de la confusi¨®n que halla Ayala. Y en la confusi¨®n es preciso discutir, volver a pensar para volver a entender. Ortega y Gasset pensaba caminando por las largas calles de su propia casa; este pa¨ªs a veces est¨¢ parado en medio del pasillo. Ahora lo est¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.