Norteamericanos todos
Hace a?os cre¨ªamos que la americanizaci¨®n del mundo era efecto de una influencia cultural. Ahora sabemos que se trata de un gen. La ¨²ltima fase del capitalismo, comandada decisivamente por EE UU, ha dejado de ser un sistema de producci¨®n material. Se ha convertido en una civilizaci¨®n y tarde o temprano todos saboreamos sus dulces y venenos.
La ¨²ltima matanza a cargo de un joven en una peque?a localidad de Alemania es la repetici¨®n de la que exactamente en abril de hace tres a?os se produjo exactamente en otra menuda ciudad de Colorado que se titulaba Littleton, exactamente en un instituto y matando exactamente tanto a la especie de los alumnos como a la de los profesores. Y exactamente suicid¨¢ndose el asesino despu¨¦s. El modelo norteamericano de vida se repite como un fractal en las diferentes facetas de la cotidianidad, de la colectividad, del sexo, del arte o del dinero. Hay una pintura, una arquitectura y hasta un ciberespacio internacional que coincide con los prototipos norteamericanos. ?Por qu¨¦ no pensar en una clase de crimen m¨²ltiple internacional que tenga etiqueta norteamericana?
Lo norteamericano se ha convertido en un patr¨®n de lo global
Hasta hace poco la figura del asesino en serie que irrump¨ªa en un McDonald's y ametrallaba a los que estaban mordiendo un Big Mac era una imagen genuinamente norteamericana. Pero ahora la marca se ha hecho global y se encuentra presente con m¨¢s de 40.000 franquicias en 116 pa¨ªses del mundo. ?C¨®mo no esperar que en estos escenarios no lleguen a reproducirse escenas id¨¦nticas una vez que los valores, las formaciones y el tr¨¢fico de armas han alcanzado la globalidad?
La influencia norteamericana no es nociva por s¨ª, a pesar de la mala propaganda de los franceses que, sin ir m¨¢s lejos, fueron el pasado 27 de marzo testigos directos de una masacre similar en Nanterre. La influencia norteamericana consiste en un surtido de diferentes clases y grados de toxicidad o bondad. Gracias a la copia de Estados Unidos, una gran parte del mundo ha tomado la democracia como valor natural. Pr¨¢cticamente ning¨²n pa¨ªs, desde hace a?os, osa declararse otra cosa que dem¨®crata y con ello firmar o disponerse a firmar todos los derechos humanos posibles, no importa de qu¨¦ modo los viole a continuaci¨®n. Igualmente, nadie pone en cuesti¨®n el mandato puritano de la transparencia, sin que ello excluya seguir los ejemplos turbios de Enron y tantos otros. Lo norteamericano se ha convertido en un patr¨®n de lo global y lo global se conforma a su imagen y semejanza, bajo sus ¨®rdenes y las de sus estrat¨¦gicos representantes en el Fondo Monetario Internacional o en el Banco Mundial. Gracias a los norteamericanos existe la ecolog¨ªa, aunque luego no firmen el tratado de Kioto, y gracias a los norteamericanos existe el feminismo m¨¢s feroz, las vindicaciones gay, las parejas de hecho, la igualdad en las parejas, la acepci¨®n multicultural.
EE UU es como una unidad de valor que ampl¨ªa hasta la enciclopedia el rol del d¨®lar, la comida r¨¢pida y el ingl¨¦s. Ha costado aceptarlo, pero parece fatal que la actualidad de EE UU ser¨¢ nuestra actualidad despu¨¦s y cada vez con una demora m¨¢s corta y una matizaci¨®n menor.
Para hacerse localista, los McDonald's sirven sus hamburguesas junto a la ensalada ni?oise en Francia, la feta en Grecia, el pollo frito en Singapur, la cocinan con salm¨®n en vez de carne en Noruega y llaman a la Big Mac Maharaja Mac en la India donde dispensan cordero y no buey por las creencias hind¨²es. Pero McDonald's es siempre. Big Mac por a?adidura, constituye, como se sabe, el nombre del ¨ªndice que utiliza desde 1986 la revista The Economist para conocer si el tipo de cambio de las diferentes monedas internacionales se encuentran apropiadamente valorados.
?Se encuentra suficientemente valorado lo que significa la plena americanizaci¨®n? Probablemente no, porque ?c¨®mo distinguirlo de la globalizaci¨®n? ?C¨®mo distinguirlo ya incluso de nosotros mismos? Este art¨ªculo ser¨¢ de los ¨²ltimos textos que se escriban diferenciando entre lo norteamericano y aquello que no lo es. Pronto no seremos capaces de comparar la matanza del instituto de Erfurt con la experiencia previa de ning¨²n instituto norteamericano. Todos formaremos parte de la misma instituci¨®n, del mismo hospital psiqui¨¢trico, del mismo sue?o y del mism¨ªsimo destino.
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