Delitos complicados
Las confusas operaciones de dada¨ªsmo financiero a las que (al parecer) se han dedicado algunos altos cargos del BBVA me han sumido en la m¨¢s total perplejidad. No se trata, en este caso, de una perplejidad ¨¦tica o moral. Los que vivimos a pie de calle tenemos dificultades para calificar moralmente a los banqueros: nuestra perplejidad es s¨®lo fruto de la ignorancia. Porque, al final, a uno le da rabia no tener conocimientos suficientes para dictaminar sobre estas cosas. Un marido da un sartenazo a su mujer o un pillastre te roba la cartera, y ah¨ª s¨ª que el universo se revela comprensible: el rigor del criterio moral surge imperturbable, la conciencia despierta impetuosa. Sabemos que se trata de una mala acci¨®n, quiz¨¢s el ¨²ltimo vestigio de un mundo cristalino en que todo estaba claro y las reglas de juego eran seguras.
Y es que los delitos econ¨®micos son escurridizos como peces cogidos con la mano. Por de pronto, los cometen delincuentes sin aspecto de delincuentes. Mal principio. Hubi¨¦ramos querido que los chorizos fueran desarrapados. Todo ser¨ªa sencillo (por contraste) ya que, al menos en rebajas, nosotros nos compramos ropa digna. Adem¨¢s nos duchamos cada d¨ªa y una buena ducha marca las distancias. Sin embargo es posible que los chorizos econ¨®micos se duchen m¨¢s que nosotros. Y en cuanto a su ropa cualquier comentario es redundante: no hay m¨¢s que ver sus bonitos zapatos ingleses, esas camisas de seda, esos gemelos que no s¨®lo son car¨ªsimos sino que incluso (ya son ganas de joder) demuestran un gusto exquisito.
Lo que molesta de los delitos financieros ni siquiera es de orden moral. Es su invisibilidad, la incapacidad popular para identificarlos, los numerosos recursos de defensa que asisten a sus autores, la facilidad de que disponen para esgrimir el sofisma, el tecnicismo, la palabrer¨ªa, con ¨¢nimo atenuante o eximente. Confieso que me repugna, sobre todo, su mimetismo, la certidumbre de que las manos de los m¨¢s grandes chorizos no est¨¢n manchadas de sangre, ni de p¨®lvora, ni de coca, ni de nada. La suciedad se les deposita en el alma y todo lo del alma, como se sabe, es subjetivo, impreciso, neblinoso, tan inexacto como los informes que escriben para ellos las empresas auditoras.
Me he esforzado por entender algo de este asunto, pero me ha sido imposible arribar a este art¨ªculo con nociones defendibles. La prensa habla de un laberinto de cuentas secretas, compras de bancos, dep¨®sitos, cr¨¦ditos y transferencias; un endiablado jerogl¨ªfico del que s¨®lo he comprendido algunos gr¨¢ficos, como aquel que public¨® este peri¨®dico hace unos pocos d¨ªas: hab¨ªa una flechita que sal¨ªa de Espa?a y encima de la flechita pon¨ªa '116 millones de d¨®lares'. Luego la flechita daba por las islas del Caribe m¨¢s vueltas que aquellos croquis de primaria en que aprendimos las rutas de Col¨®n, y al final retornaba a Europa, s¨®lo que ahora encima de la flechita pon¨ªa '212 millones de d¨®lares'. Eso no lo gano yo ni aunque me comportara como ellos y me fuera a robar en un supermercado.
Uno reconoc¨ªa a los ladrones castizos, los que llevaban antifaz y saco sobre la espalda. Ahora, con estos consejeros, no hay modo de aclararse. Si discuti¨¦ramos con su abogado nos har¨ªa enmudecer. Lo que hace un chorizo tradicional, en cambio, se entiende a la primera. Por eso le llamamos chorizo. Lo que hacen estos se?ores es tan abstruso como la teolog¨ªa bizantina y hasta los m¨¢s informados periodistas hablan siempre de 'irregularidades' por aquello de no meter la pata. No es que haya cambiado nuestra escala de valores. Es que la inteligencia no nos alcanza, ni a los que tenemos una libreta en el banco ni a los accionistas de tres al cuarto para los que el dividendo es una filfa.
Hace unos d¨ªas me cruc¨¦ en Bilbao con uno de los hombres m¨¢s notorios que se hallan implicados en el asunto. La presunci¨®n de inocencia pes¨® entonces como nunca lo har¨ªa con un pobre magreb¨ª. ?C¨®mo llamarle chorizo? Le contempl¨¦ en silencio. Pero ni siquiera era un silencio piadoso. Era el atemorizado silencio que inspiran los tipos importantes. Pude llamar a la Ertzaintza, en pro del bienestar del vecindario, pero sinceramente no tuve valor.
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