Le Pen congrega a s¨®lo 30.000 fieles frente a las marchas del Primero de Mayo
El l¨ªder del Frente Nacional arremete contra Chirac para intentar captar parte de sus votos
Francia est¨¢ mayor. Hasta la ultraderecha se comporta con amenidad peque?o-burguesa. Jean-Marie Le Pen, que el domingo disputar¨¢ como v¨ªctima la presidencia al gaullista Jacques Chirac, concentr¨® ayer a unos 30.000 partidarios en la plaza de la ?pera en una marcha y un mitin apacibles, quejumbrosos, pero sin sombra de incidente que justificara la bronca fama del Frente Nacional (FN). Hab¨ªa en ello mucho de estrategia. Le Pen ha demostrado ser un experto karateca de la pol¨ªtica, el que usa la fuerza del adversario para excitar la indignaci¨®n del d¨¦bil, del olvidado. Un resentido, un voto.
La vedette, ausente del acto, fue el presidente Chirac, diana de un pim-pam-pum cuidadosamente modelado hasta en la enumeraci¨®n del diccionario del abuso: racista, mentiroso, padrino mafioso, mundializador, presidente de la corte de los milagros, pir¨®mano, materialista y ateo, depredador de la ley y asiduo practicante del fraude. Ni siquiera Chirac es seguro que abarque tanto.
La multitud desfil¨® en un orden algo enfurru?ado, poco c¨¢ntico, y ninguna chispa, adornada de modestas representaciones internacionales. Hab¨ªa dos banderas espa?olas, una con gallina y la otra sin, quiz¨¢ porque el ave hab¨ªa remontado el vuelo a falta de acci¨®n suficiente; una misi¨®n polaca, ataviada de uniformes entre h¨²sares de la guardia y ujier de ministerio ruritano; tres italianos de Forza Nuova, y alg¨²n belga, alem¨¢n y portugu¨¦s salteado. El espa?ol de la bandera franquista tronaba contra 'la destrucci¨®n de la cristiandad' y, en conjunto, las brigadas internacionales del lepenismo escoraban fuertemente del babor cat¨®lico-integrista.
Hab¨ªa manifestantes de todas las edades: un respetable decano de 88 a?os que hablaba con aliento de ultratumba, j¨®venes tambi¨¦n, pero muy pocos jovencitos. Y un muestreo antillano para desmentir toda preferencia de color. Un manifestante de unos 50 a?os, con buen nivel de informaci¨®n, repet¨ªa que EL PA?S hab¨ªa 'tildado de racista' al l¨ªder, y Aznar lo hab¨ªa hecho de 'fascista', al tiempo que se abrazaba a dos martiniqueses para espetar: 'Y que luego digan que somos racistas'.
Era una asamblea de boutiquiers, de votantes hist¨®ricos del general De Gaulle, sector peque?a empresa y trabajadores aut¨®nomos, donde, uniendo la ocupaci¨®n con la devoci¨®n, un muchacho anunciaba v¨ªdeos de la causa. Entre los t¨ªtulos figuraban un Camino de Compostela y Yo confieso, del cat¨®lico Alfred Hitchcock.
Le Pen habl¨® durante una hora y veinticinco minutos. Ley¨® de un papel, quiz¨¢ porque a su p¨²blico le puede parecer demasiado establishment usar un tele-prompter. Casi no hubo menci¨®n al socialismo, enemigo menor; apenas alguna al comunismo, rival exterminado por liposucci¨®n; s¨®lo una a De Gaulle, icono casi subconsciente que no hay que manosear demasiado, y 20 minutos de santa Juana de Arco, con un recorrido virtualmente en tiempo real de la Guerra de los 100 A?os, y mucho programa econ¨®mico, en ocasiones, altamente original.
El l¨ªder del FN propone la desaparici¨®n en cinco a?os del impuesto sobre la renta -Le Pen pag¨® el a?o pasado algo m¨¢s de 4.000 euros sobre un patrimonio que se calcula en cuatro o cinco millones-, inmediatamente, el de sucesiones -hered¨® gran parte de su fortuna de un simpatizante rico en cementos-, y, sobre todo, la creaci¨®n de un Ministerio del Porvenir, que incluir¨ªa cultura, deportes y mucha esperanza.
Comparativamente, la inmigraci¨®n y la nacionalidad estuvieron menos presentes de lo previsto. Le Pen lamenta que Chirac 'traiga marroqu¨ªes del sur para que vivan aqu¨ª en condiciones deplorables, en lugar de invertir en formaci¨®n de especialistas franceses y en nueva tecnolog¨ªa'. En tele-prompters. Esos inmigrantes, siempre con Chirac, que parec¨ªa que llevara gobernando tres o cuatro septenatos de tanto como 'hab¨ªa podido degradar Francia', ten¨ªan un acceso a la nacionalidad, 'que se hab¨ªa convertido en un mero acto administrativo en la naci¨®n m¨¢s vieja de Europa'.
Le Pen se despidi¨® alzando el tono s¨®lo en los ¨²ltimos minutos, con una exhortaci¨®n: 'A ganar en los cuatro d¨ªas que quedan la batalla de Francia, a abrir los ojos cualquiera que haya sido su voto en la primera vuelta; a comerciantes, artesanos, obreros'. A quienes dice: 'No teng¨¢is miedo, no estamos solos; firmes, franceses'. Y luego son¨® -?es la misma, seg¨²n quien la cante?- La marsellesa. Pero el movimiento ha llegado para quedarse. El ¨¦xito de Chirac el domingo no har¨¢ desaparecer este poso espeso, ya bastante fraguado, de una parte de la ciudadan¨ªa contra sus propios miedos.
Los dos rivales tratan de enardecer a la opini¨®n contra la 'fractura social'. En el caso del FN, la fractura son ellos.
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