Matar moscas a ca?onazos
Hace ya casi 30 a?os Barry Commoner, cient¨ªfico norteamericano y uno de los m¨¢s prestigiosos ec¨®logos del siglo XX, describi¨® la utilizaci¨®n de la energ¨ªa nuclear para producir electricidad como un ejercicio parecido al de matar moscas a ca?onazos. A¨²n no se hab¨ªan producido los accidentes de Harrisburg ni de Chernobil; a¨²n no se pod¨ªan contabilizar como ahora por decenas de miles las v¨ªctimas producidas por la energ¨ªa nuclear; todav¨ªa no se hab¨ªa tenido que abandonar el cultivo de millones de hect¨¢reas en Ucrania ni tampoco se hab¨ªan llegado a almacenar las ingentes cantidades de residuos radiactivos que hoy permanecen amenazantes, a la espera de destino, en muchos lugares del mundo. Pero ya se sab¨ªa que el peligro era cierto y que las consecuencias de la utilizaci¨®n de la energ¨ªa at¨®mica pod¨ªan ser infinitamente peores que los problemas que pretend¨ªan arreglarse. Y se sab¨ªa tambi¨¦n que el coste real de producir un kilovatio de origen at¨®mico era desproporcionado, si se ten¨ªan en cuenta todos los costes, incluidos los del almacenamiento de residuos y los del desmantelamiento de las instalaciones una vez transcurrido su corto ciclo vital.
Ahora, cuando en casi toda Europa se discute sobre la manera de ir cancelando los programas nucleares, resulta que la comisaria europea de la Energ¨ªa, Loyola de Palacio, apoyada para la ocasi¨®n por el secretario general de la OCDE (?qu¨¦ pintaba all¨ª?), nos anuncia solemnemente que la energ¨ªa nuclear es imprescindible... ?para cumplir el protocolo de Kioto relativo al efecto invernadero y el cambio clim¨¢tico! No es extra?o que, de tarde en tarde, alguien nos amenace con la imperiosa necesidad de la energ¨ªa at¨®mica como ¨²nica soluci¨®n para garantizar nuestro bienestar. La novedad estriba en que, esta vez, los argumentos en favor de dicha alternativa se han planteado con ribetes ecologistas, aduci¨¦ndose que, o bien se construyen nuevas centrales, o bien es preciso renunciar al cumplimiento del protocolo de Kioto relativo a la disminuci¨®n de las emisiones de CO2 a la atm¨®sfera. De esta manera, la energ¨ªa at¨®mica se nos muestra como la soluci¨®n para combatir dichas emisiones tantas veces denunciadas por los ecologistas, y todo ello en las mismas fechas en que unas decenas de miembros de Greenpeace cuestionaban, una vez m¨¢s, el uso de esa fuente de energ¨ªa, esta vez en la decr¨¦pita y peligrosa central de Zorita.
Resulta cuando menos curioso que la energ¨ªa nuclear, principal s¨ªmbolo aglutinador de las protestas ecologistas en toda Europa durante los a?os 70 y 80, y unos de los estandartes de su lucha durante d¨¦cadas, sea presentada ahora como la soluci¨®n a los problemas generados por las emisiones que provocan el calentamiento global de la atm¨®sfera. La cosa sonar¨ªa a chiste si no fuera por lo grave del asunto. Primero, porque el famoso protocolo de Kioto excluye directamente la energ¨ªa nuclear como soluci¨®n al problema. Segundo porque las emisiones de CO2 no s¨®lo son la consecuencia de la producci¨®n de energ¨ªa t¨¦rmica basada en el fuel o en el carb¨®n, sino tambi¨¦n por un modelo de transporte irracional, por algunos sistemas de producci¨®n industrial o por el despilfarro energ¨¦tico. Tercero, porque supone apostar de nuevo por la confrontaci¨®n con los movimientos ecologistas, con la ciudadan¨ªa m¨¢s pr¨®ximamente afectada y con buena parte de la comunidad cient¨ªfica, todo ello cuando parec¨ªa haberse entrado en Europa en una fase de racionalizaci¨®n del debate energ¨¦tico. Y cuarto, porque la posici¨®n decididamente pronuclear de la se?ora de Palacio ha sido desautorizada por otros miembros de la propia Comisi¨®n Europea y hasta por el ministro Matas.
En fin, habr¨¢ que esperar y verlas venir, pero empieza a resultar sospechoso, a la vez que inquietante, que en los ¨²ltimos meses -primero aprovechando los apagones de California y sus r¨¦plicas en Espa?a, y ahora poni¨¦ndose Kioto por montera- se insista tanto en la necesidad de retomar lo nuclear, algo que hasta hace bien poco era impensable dado el reconocido fracaso de dicha alternativa. ?Ser¨¢ tambi¨¦n una consecuencia del 11 de Septiembre, que las mentes sencillas no alcanzamos a comprender?
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