'El pueblo americano ped¨ªa venganza y la ha tenido'
Rafael S¨¢nchez Ferlosio publica un nuevo libro. Se titula La hija de la guerra y la madre de la patria, que es tambi¨¦n el t¨ªtulo del ¨²ltimo ensayo del volumen. El libro incluye otro texto, Borriquitos con ch¨¢ndal, dedicado a la educaci¨®n, y en medio de los dos el autor rescata una buena colecci¨®n de pecios que completan su tenso car¨¢cter.
Ferlosio, uno de los grandes de la literatura universal, cuya estatura pone bajo sospecha los premios y honores que no ha recibido -y que, para tranquilidad de su andar modesto y libre, son pr¨¢cticamente todos-, transige dif¨ªcilmente con la ret¨®rica de las entrevistas. Primero, por cuestiones de estilo: es un hipot¨¢ctico -es decir, un investigador muy minucioso de las relaciones de dependencia entre las palabras- y las entrevistas cortan por lo sano. Y en segundo lugar es un hombre que abomina del yoyeo. Cuando se negoci¨® ¨¦sta, anunci¨® que estaba 'muy monogr¨¢fico'. Era su manera cordial, pero firme, de decir que s¨®lo hablar¨ªa del Bombardeo. Y as¨ª fue, con excepciones breves, pero intensas, resultado del forcejeo entre su buena voluntad y su pudor. Ese pudor con que rebaja el veneno que todo hombre cargado de raz¨®n expande.
'Suprimir la cara de una persona, eso es ya suprimir la persona. No existe. Eso es lo tremendo de la burka'
'Siempre se escribe para los dem¨¢s. Pero yo no escribo con la necesidad inmediata de publicar. Siempre digo que yo s¨¦ hacer punto, pero no s¨¦ hacer un jersey'
'La guerra siempre tiene algo de l¨²dico. Y la satisfacci¨®n, cuando hay grupos, puede ser explosiva'
'No s¨¦ si El Jarama lo escrib¨ª con tanta espontaneidad como las otras dos novelas'
'Los diarios son realmente estimulantes. No conozco nada mejor para cabrearse'
PREGUNTA. En Notas sobre el terrorismo, un ensayo de hace m¨¢s de veinte a?os, usted distingu¨ªa entre el soldado y el terrorista. Dec¨ªa que, en el trance de matar, al soldado no le importaba que un rayo partiese en dos a su enemigo. Pero que eso mismo, para el terrorista, ser¨ªa una frustraci¨®n; que el terrorista necesitaba apuntar a la v¨ªctima en su haber.
RESPUESTA. En el haber propagand¨ªstico, claro. El terrorista necesita apuntarse la v¨ªctima para salir en los peri¨®dicos.
P. ?La acci¨®n norteamericana sobre Afganist¨¢n le parece la de un soldado o la de un terrorista?
R. Bueno..., no ha habido guerra de Afganist¨¢n. Ha habido bombardeo. ?sa es la verdad. A partir de un cierto momento, bastante pronto, los libertadores de su patria, es decir, la Alianza del Norte, eran s¨®lo mercenarios al servicio de Estados Unidos. Con los que, adem¨¢s, hab¨ªa que regatear a fondo, ?eh? Al principio s¨®lo eran soldados armados y subvencionados por Rusia y Estados Unidos. Pero despu¨¦s ya s¨®lo eran mercenarios.
P. ?Guerra o terrorismo?
R. Bombardeo. A veces el bombardeo se produc¨ªa por razones meramente espectaculares. Con frecuencia se ve¨ªa por televisi¨®n una serie de explosiones en l¨ªnea recta, de unos cuantos kil¨®metros, que se produc¨ªan a intervalos regulares y que provocaban inmensas llamaradas. Forzosamente muchas de esas bombas ca¨ªan en el vac¨ªo y s¨®lo se justificaban por el puro espect¨¢culo, por la lujuria del bombardeo, como escrib¨ªa Susan Sontag. Como tambi¨¦n fue puro espect¨¢culo lo de Guant¨¢namo.
P. ?La exhibici¨®n de los presos?
R. S¨ª, a eso me refiero. Es muy probable que a los prisioneros de Guant¨¢namo los hubiesen tratado mejor de lo que en realidad dieron a entender. Pero, claro, esos presos humillados eran el sustituto de la captura del jefe, o del presunto jefe.
P. Tal vez fueran fotograf¨ªas robadas, difundidas contra la voluntad de los militares.
R. No lo creo. En Guant¨¢namo hab¨ªa muchas restricciones. Las fotos de aquellos hombres arrodillados muestran un ensa?amiento muy espectacular, innecesario. Frente a Europa habr¨ªan quedado mejor si no hubiesen mostrado as¨ª a los prisioneros. Pero a ellos Europa no les importaba. Les importaba la opini¨®n norteamericana. El propio Rumsfeld se justificaba: 'Es que son muy malos. ?Encima, no los vamos a tratar bien!'. En fin... infelices seminaristas isl¨¢micos llevados por su entusiasmo, o llevados de las orejas por los talibanes, chicos de veinte a?os cuya humillaci¨®n sirvi¨® para contrarrestar el fracaso de no haber podido dar con el jefe y aplacar la sed de venganza del pueblo.
P. La casi absoluta desaparici¨®n de Bin Laden del imaginario medi¨¢tico encaja en todo eso. De hecho es como si hubiera muerto.
R. Paul Wolfovitz dijo en un determinado momento que Bin Laden era, en realidad, 'un objetivo simb¨®lico'. Lo rebaj¨®, el objetivo, cuando capturar a Bin Laden hab¨ªa sido el objetivo principal. Al principio era necesario apuntar sobre el individuo, para que la opini¨®n p¨²blica se fijase en ¨¦l. Pero los militares deb¨ªan de conocer la dificultad que supon¨ªa capturarlo, que no era peque?a. Afganist¨¢n es un pa¨ªs m¨¢s grande que Espa?a, ?no?, y con unas sierras incre¨ªbles. En la deformaci¨®n de las intenciones norteamericanas se han producido hechos asombrosos. La se?ora Karen Hughes, una asesora del presidente Bush, present¨® el bombardeo de Afganist¨¢n, no s¨®lo como una guerra contra el terrorismo, sino tambi¨¦n como una guerra para la liberaci¨®n de las mujeres afganas. Esto es una canallada, simplemente. Ponerlas como un objetivo... Ni les importaron antes, las mujeres, ni les importan ahora. La liberaci¨®n de las mujeres fue una consecuencia lateral, y s¨®lo mientras dur¨® el bombardeo.
P. ?No le parec¨ªa, el r¨¦gimen de la burka, de los m¨¢s despreciables de la tierra?
R. S¨ª, quitar la cara... Porque tapar el cuerpo m¨¢s o menos... Pero suprimir la cara de una persona eso es ya suprimir la persona. Es la anulaci¨®n. Eso es lo tremendo de la burka. Antes del bombardeo, la burka ya me produc¨ªa verdadera angustia. Me dec¨ªa, pero cu¨¢ndo acabar¨¢ esto, por Dios. ?Miles y miles de mujeres as¨ª! Al final la burka ha sido fat¨ªdica para los talibanes, porque es muy popular combatir contra algo as¨ª. La explotaci¨®n de la burka ha servido muy bien a los intereses norteamericanos. Y el hambre, claro. ?Se acuerda usted de los paquetitos amarillos?
P. ?Los alimentos que ten¨ªan el mismo color que las minas?
R. ?sos. Yo pensaba ante ese espect¨¢culo que convendr¨ªa volver del rev¨¦s la famosa frase de Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde. ?l dec¨ªa 'nulla aesthetica sine ethica'. Y habr¨ªa que decir 'nulla ethica sine aesthetica'. ?Paquetitos amarillos! Un mill¨®n de meriendas. ?Y m¨¢s d¨ªas que longanizas!
P. Bien: ?guerra o terrorismo?
R. Guerra no. Bombardeo.
P. ?Venganza?
R. Venganza, principalmente. Terrorismo... Terrorismo ser¨ªa una categor¨ªa muy espec¨ªfica. Tiene que haber una percepci¨®n de los muertos para que haya terrorismo. Aqu¨ª ha habido demasiada ocultaci¨®n para que tenga el car¨¢cter publicitario del terrorismo.
P. Pero siguiendo su antiguo razonamiento, ?acaso no era necesario que Bush se apuntara en su haber la destrucci¨®n de los talibanes?
R. Con relaci¨®n a eso, Andr¨¦ Fontaine, el ex director de Le Monde, contaba que la CIA hab¨ªa tenido muchas reuniones con dirigentes talibanes para que les entregasen a Bin Laden. Y dec¨ªa que las condiciones de la CIA eran demasiado humillantes. La CIA no contaba con la soberbia del d¨¦bil. Fontaine dice que la CIA no valor¨®, en sus conversaciones con los talibanes, lo que significa en Oriente salvar la cara. En Oriente y en Occidente tambi¨¦n, claro.
P. Sin embargo, el discurso norteamericano de r¨¦plica a todo esto es muy n¨ªtido: Estados Unidos asegura que ha destruido un foco muy peligroso del terrorismo internacional.
R. S¨ª, dice eso y al mismo tiempo dice que el terrorismo est¨¢ diseminado por el mundo. Habla de que ha destruido bases. ?Qu¨¦ son bases? ?Cuatro pasarelas? ?Qu¨¦ bases que no puedan reconstruirse en cualquier otro lugar? En fin... Bueno, aparte de esto: otra cosa que ha sido terrible es que no ha habido ninguna informaci¨®n de muertos, ni de muertos talibanes ni de muertos de las tropas.
P. Es impresionante, desde luego.
R. Es terrible, es una cosa inaudita. No digo que debiera ser como anta?o; se han capturado tantas banderas, tantos ca?ones, tantas... Pero por lo menos, los muertos.
P. Tampoco se conoce el n¨²mero de muertos de la guerra del Golfo, ni el de los Balcanes.
R. No hay muertos. Y ya no hablemos de los muertos de hambre. Chomsky calcul¨® una cifra terrible. Hablaba de tres millones de muertos. Chomsky es muy parcial, muy antiamericano, pero puede que tenga raz¨®n.
P. Un acto de venganza tiene que...
R. Venganza. El motivo de la agresi¨®n fue la venganza. Venganza pedida por el pueblo americano. S¨®lo hay que ver la euforia con que se aplaudi¨® la concesi¨®n de los poderes de guerra. Despu¨¦s, el discurso del Estado de la Uni¨®n, que K. S. Karol calific¨® como un espect¨¢culo aterrador de histeria colectiva. El pueblo americano ped¨ªa venganza y la ha tenido.
P. Pocos d¨ªas despu¨¦s de los atentados, el escritor Saul Bellow comentaba que mucha gente telefoneaba a las televisiones, fastidiada de que se hubiera interrumpido la programaci¨®n habitual, las finales de b¨¦isbol y todo esto. O sea, ?cree usted que el enardecimiento fue un efecto general o m¨¢s bien un llamamiento de las ¨¦lites?
R. Pues yo no sabr¨ªa decirle. Pero los datos de popularidad de Bush llegaron a ser muy altos. Luego bajaron un poco, pero vaya... Ahora: es verdad que se ha hinchado el perro en muchas cosas. S¨®lo hay que ver lo que lleg¨® a escribirse sobre los palacios excavados en las Monta?as Blancas, donde presuntamente Bin Laden ten¨ªa su guarida. Al final lo ¨²nico que encontraron fueron covachas, peque?os dep¨®sitos de municiones. Nada.
P. La f¨¢bula era coherente con el dep¨®sito de orientalismo m¨¢gico acumulado por todos los ni?os de Occidente.
R. S¨ª, yo le llamo en el libro los tesoros del capit¨¢n Nemo. Un capit¨¢n Nemo, pero de roca. Otra invenci¨®n ha sido la de la inmensa red terrorista, que unas veces dec¨ªan que se extend¨ªa a sesenta pa¨ªses, otras a cincuenta y otras a veinticinco. Y que contrasta con lo que dijo Arthur Schlessinger los primeros d¨ªas: 'Los terroristas han disparado su cartucho y es improbable que disparen otros'. Multiplicaron por mil el poder de esa red. El motivo de hacerlo era sostener el deseo de venganza. El sentimiento de peligro no creo que haya sido muy grande en Estados Unidos. Ahora, el de venganza... Mire, yo tengo un amigo en San Diego que me contaba que un discurso que dio Chomsky en una universidad americana, y que hab¨ªan grabado, ten¨ªan que escucharlo con grandes precauciones, cerrando puertas y ventanas. Naturalmente no tem¨ªan la censura del Estado, sino el reproche de los vecinos. ?Y las quinientas y pico de cartas que recibi¨® un peri¨®dico por publicar la foto de un ni?o afgano muerto, quinientas cartas, llam¨¢ndoles antipatri¨®ticos!
P. En su ensayo sobre el bombardeo se ocupa usted de las reacciones de repugnancia que provoc¨® el v¨ªdeo donde Bin Laden celebraba entre risas la muerte de miles de personas.
R. S¨ª, s¨ª. No entiendo esas reacciones. Cualquiera que se traza un objetivo, por perverso que sea, lo celebra si consigue el ¨¦xito.
P. Y a?ade que tambi¨¦n en el Pent¨¢gono celebrar¨ªan el ¨¦xito de la bomba at¨®mica sobre Hiroshima. ?De veras imagina usted las risas de Truman aquel d¨ªa?
R. Truman dijo que no dud¨® ni un momento...
P. Una cosa es la firmeza y el orgullo, y otra la risa.
R. Yo no creo que se pusieran a rezar por el alma de los japoneses, la verdad.
P. Yo no creo que se pusieran a re¨ªr.
R. No puede ser que no sintieran satisfacci¨®n por el ¨¦xito, de alguna forma. La guerra siempre tiene algo de l¨²dico. Y la satisfacci¨®n, cuando hay grupos, puede ser explosiva. Y no s¨¦ si hab¨ªa tal respeto como para abstenerse, por ejemplo, de descorchar una botella de champ¨¢n.
P. Hiroshima con champ¨¢n supera todo lo imaginable.
R. La capacidad de piedad de los americanos es muy grande. Es un pueblo muy religioso. Pero cuando declaran que alguien es su enemigo... la piedad disminuye mucho.
P. ?Ha pensado sobre el terrorista suicida?
R. Es muy dif¨ªcil razonar sobre ese asunto. Me acuerdo cuando estaban en Grozni todos aquellos chicos chechenos que luchaban temerariamente contra los rusos y pr¨¢cticamente se dejaban matar. Y aquellos viejos canallas que se pon¨ªan a bailar en corro cantando, celebr¨¢ndolo. Y este viejo de barbas, ciego y paral¨ªtico, Yacine, que incita a los muchachos de Ham¨¢s. ?sa debe de ser la clave. En el islam la autoridad paterna es muy fuerte y lo que dicen los mayores... Yo he citado esa frase de Miguel de Unamuno que le sacaba de quicio completamente: 'Contra un padre no hay raz¨®n'. Y lo dec¨ªa expresamente a prop¨®sito de patriotismo. Se indignaba. En cuanto a los suicidas, todav¨ªa extra?a m¨¢s el caso de Mohamed Atta. Un hombre de casi cuarenta a?os, que adem¨¢s hab¨ªa vivido en Occidente.
P. 'Nada m¨¢s peligroso que el cargado de raz¨®n', como usted escribe, aunque a prop¨®sito de los americanos.
R. El estar cargado de raz¨®n es una expresi¨®n castellana que no existe en otra lengua. Cargarse de raz¨®n es lo que hac¨ªa Oliver Hardy cuando Stan Laurel le pasaba la brocha: '?Quiero ver hasta qu¨¦ extremos llega tu estupidez...!'. Pacient¨ªsimo, Oliver, dej¨¢ndose embadurnar por su compa?ero, ?carg¨¢ndose de raz¨®n!
P. Una de las tres partes de su libro son pecios, el nombre que usted ha dado a la parte menos sistem¨¢tica de su escritura. ?Los pecios son siempre n¨¢ufragos, lo que queda de proyectos irresueltos, pasados?
R. Algunos de ellos son como restos de cosas. Cosas que hubiera querido escribir y no he escrito. Pero los hay de todas clases. La mayor¨ªa han sido hechos de manera expresa. Yo empec¨¦ llam¨¢ndolos Dichos y paisajes. La palabra pecios tiene un inconveniente, y es que en castellano medieval era un gen¨¦rico, el pez¨ªo. Me lo hizo notar Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo: 'Esto tuyo de pecios...'. Pero, en fin, pecios se ha quedado.
P. Los naufragios caben vincularlos a ese mito, o realidad, que usted alimenta: 'Yo he escrito trescientas veces m¨¢s de lo que he publicado...'.
R. Eso es un c¨¢lculo... A boleo. Trescientas me parece una exageraci¨®n. A lo mejor son veinte o cincuenta.
P. La verdad es que imaginamos su taller casi como las cuevas de Tora Bora.
R. Ja, ja. No, no, no hay... S¨®lo unas cuantas covachas. Con munici¨®n.
P. ?Por qu¨¦ no es un escritor como los otros?
R. ?Qu¨¦ quiere decir?
P. De los que publican m¨¢s de lo que escriben.
R. Mire... Siempre se escribe para los dem¨¢s. Pero yo no escribo con la necesidad inmediata de publicar. Siempre digo que yo s¨¦ hacer punto, pero que lo que no s¨¦ es hacer jers¨¦is.
P. ?Habiendo escrito Alfanhu¨ª, El Jarama, El testimonio de Yarfoz y decenas de ensayos, no le parece eso del punto una coqueter¨ªa?
R. No digo que a veces no salga un jersey. Yo, a lo que he dedicado muchas horas, es a ese pensar escribiendo.
P. Bueno, el work in progress es la m¨¢xima virtud de su estilo. El lector tiene la ilusi¨®n de que lo que lee se est¨¢ escribiendo mientras se lee. Y m¨¢s ilusi¨®n todav¨ªa: que lo est¨¢ escribiendo ¨¦l.
R. Bueno, bueno, a veces hay cosas que me avergonzar¨ªa ense?ar. Cuando publico, ese pensar escribiendo ya est¨¢ muy madurado. Yo enmiendo mucho.
P. Sus g¨¦neros tambi¨¦n parecen que vayan haci¨¦ndose sobre la marcha: art¨ªculo, ensayo, aforismo...
R. Yo le llamo a eso el g¨¦nero tesina.
P. ?Cu¨¢ndo pens¨® por vez primera que no quer¨ªa convertirse en un literato?
R. Hace treinta a?os hab¨ªa en Madrid una cosa que se llamaba el Sal¨®n de Oto?o. Y dentro del sal¨®n, una exposici¨®n de pintores. Yo iba al sal¨®n y ve¨ªa la mayor¨ªa de los cuadros y pensaba que estaban hechos por unos hombres que se hab¨ªan dicho a s¨ª mismos, yo soy pintor, tengo que pintar..., ?y ahora qu¨¦ co?o pinto! Y eso de que un novelista est¨¦ obligado a escribir novelas, a convertirse en un profesional: ?y ahora qu¨¦ co?o escribo! Yo hablo del literato en el sentido de escritor de ficci¨®n. Ahora se preocupan mucho algunos de esos literatos porque los ningunean, porque la literatura barata tiene muchos m¨¢s ¨¦xitos, cuando lo que m¨¢s deber¨ªa escandalizarles es que en la lista de ventas haya un best seller repugnante, de oligofr¨¦nicos para oligofr¨¦nicos, que se llama ?Qui¨¦n se ha llevado mi queso?, que he tenido la paciencia de leer, y que es una porquer¨ªa incre¨ªble. Una estupidez. Y ¨¦ste es el best seller de estos tres ¨²ltimos a?os.
P. En la listas est¨¢ ahora Soldados de Salamina, un libro donde aparece su padre.
R. No lo he le¨ªdo. El autor me lo envi¨® antes de publicarlo, pero no lo he le¨ªdo. Me aburren las novelas.
P. Le aburren las novelas, pero...
R. Me aburren mucho.
P. Leerlas, ?y escribirlas?
R. Ahora no tengo de qu¨¦. No se me ocurren.
P. ?Y cuando las escribi¨® lo hizo venciendo el aburrimiento?
R. Digamos que El Jarama... No s¨¦ si El Jarama lo escrib¨ª con tanta espontaneidad como las otras dos.
P. ?Por qu¨¦?
R. No s¨¦, quiz¨¢ porque era... De todas maneras tambi¨¦n lo pas¨¦ bien con El Jarama, s¨ª. Lo que m¨¢s me divirti¨® fue el habla. Hacer los di¨¢logos. Pero no hablemos de esto, que es muy triste.
P. ?...?
R. Hay una hipertrofia de literatura, quiero decir de ficci¨®n. Vas en el metro y todo el mundo va leyendo. Sobre todo, las muchachas. Alguna vez una chica va leyendo La Monta?a M¨¢gica... Bien ¨¦sa es una novela que es digna de ser le¨ªda. Pero pocas veces leen algo as¨ª.
P. ?Por qu¨¦ le cuesta tanto hablar de El Jarama?
R. Lo tengo aborrecido.
P. Pero aborrecido, ?por qu¨¦? ?Por el ¨¦xito?
R. No, porque no me gusta. No me gusta. El libro no me gusta. Pero dej¨¦moslo.
P. Es como una tos, este asunto. Se sabe que usted no es ya el de El Jarama.
R. Hay quien no lo sabe. Hay quien me lo cuelga. Es como los versos que uno hace de ni?o, que no los olvida nunca y que, desgraciadamente, los otros tampoco olvidan.
P. Dec¨ªa antes que no se le ocurre escribir novelas.
R. ?sa es la verdad. La ¨²ltima, El testimonio de Yarfoz, era una cosa que ten¨ªa empezada y luego la complet¨¦, y junt¨¦ una cosa autobiogr¨¢fica con otra que no lo era, y bueno... Sali¨® chapucero. A m¨ª me gusta bastante m¨¢s que las otras, porque tiene historias muy bonitas para mi gusto. Pero no tuvo ning¨²n ¨¦xito, porque no aparecen guiones de di¨¢logos y esto... Pero no yoyeemos m¨¢s, por favor, que no quiero yoyear.
P. Buena parte de lo que publica ha salido antes en los diarios.
R. S¨ª, me gusta. Estoy satisfecho de poder publicar art¨ªculos.
P. Podr¨ªa evitarse el paso.
R. S¨ª, pero me gusta estar ah¨ª... Me gustan los peri¨®dicos. Cuando el asunto Watergate me suscrib¨ª al Herald. Y eso que leo muy mal en ingl¨¦s. Pero cuando conoces un asunto ya es m¨¢s f¨¢cil comprender. Al final, lo del Watergate lo le¨ªa sin diccionario.
P. Ya sabr¨¢ lo que dice Chomsky del Watergate.
R. No, ?qu¨¦ dice?
P. Le quita todo valor heroico. Un ajuste de cuentas entre facciones del establishment.
R. Hummm... Los trabajos de Chomsky tienen mucho valor. Pero escribe mal. Se documenta extraordinariamente bien sobre los asuntos. Recuerdo sus trabajos sobre el Manchukuo, por ejemplo. Pero luego ordena mal y expone mal.
P. Cuentan que Chomsky fue al dentista y ¨¦ste observ¨® que ten¨ªa los dientes astillados. El dentista le pregunt¨® a su mujer si los dientes de su marido rechinaban mientras dorm¨ªa. Dijo que no. Al final descubrieron que apretaba los dientes cada ma?ana, leyendo The New York Times. ?Le pasa lo mismo?
R. No me extra?a lo de Chomsky. Los diarios son realmente estimulantes. No conozco nada mejor para cabrearse.
Oceanograf¨ªa del pecio
EST? FABRICADO o no para la ocasi¨®n, lo cierto es que el pecio siempre ofrece un car¨¢cter de unidad arrancada a otra mayor. En alguno, incluso, quedan se?ales, colgajos que atestiguan con qu¨¦ fuerza, y tal vez con qu¨¦ dolor, fueron arrancados a su paternidad insondable. En cualquier caso, podr¨¢ dudarse o no de su car¨¢cter n¨¢ufrago, pero nunca de su valor: siempre son un tesoro. Para algunos, como Fernando Savater, el tesoro m¨¢ximo de la escritura ferlosiana.
Dado su car¨¢cter, el pecio tiene poco que ver con lo que se estila en tierra firme. Ni m¨¢ximas ni aforismos, ni mucho menos los dichos con que su autor los bautiz¨® a lo primero, tienen demasiado que ver con ¨¦l. El pecio es imprevisible. En el pr¨®logo que incluye en esta nueva remesa, Ferlosio incluye el memorable Ojo conmigo donde advierte: 'Desconf¨ªen siempre de un autor de pecios. Aun sin quererlo, le es f¨¢cil estafar, porque los textos de una sola frase son los que m¨¢s se prestan a ese fraude de la profundidad, fetiche de los necios, siempre ¨¢vidos de asentir con reverencia a cualquier sentenciosa lapidariedad vac¨ªa de sentido pero habilidosamente elaborada con palabras de charol'.
Desconf¨ªen, pero por nada del mundo se pierdan aquella descripci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez aplicando gruesas paletadas del cemento portland de su por consiguiente a las grietas de sus discursos o la reaparici¨®n de la Espa?a ?sin complejos! que desde los d¨ªas de 1992 se alarga hasta el presente, siempre a los compases de Espa?a ca?¨ª. A. E.
BIBLIOGRAF?A
Industrias
y andanzas
de Alfanhu¨ª.
Destino.
El Jarama.
(Premio Nadal 1956). Destino.
Ensayos y
art¨ªculos I y II. (Junto a in¨¦ditos, incluye los libros Homil¨ªa del rat¨®n, Mientras no cambi¨¦n los dioses, nada ha cambiado y Esas Yndias equivocadas y malditas). Destino.
El testimonio
de Yarfoz.
Alianza.
Vendr¨¢n m¨¢s a?os malos
y nos har¨¢n m¨¢s ciegos.
(Premio Nacional de Ensayo 1994).
Destino.
El alma y la
verg¨¹enza.
Destino.
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