El incre¨ªble salto de Rold¨¢n y su caballo
El yerno de Carlomagno imprime de leyenda la comarca oscense de la Hoya
Avanzamos lentamente por la autov¨ªa que un d¨ªa, a trav¨¦s del t¨²nel de Somport, enlazar¨¢ el sur de Francia con el Mediterr¨¢neo valenciano. Alguien hace sonar la bocina, pero no me apresuro. Al fin y al cabo, circulo por el carril de mi derecha con la diligencia de un buen padre de familia. Si ese hombre tiene prisa, puede adelantarme por el carril correspondiente. No le guardar¨¦ rencor por eso. Este paisaje -el dulce paisaje de mi ni?ez- merece degustarse lentamente. Ram¨®n, a mi derecha, me habla del azul del cielo. Dice que hace a?os que no ve un cielo tan limpio y transparente como el que ahora se comba sobre la gran llanura.
Recorremos unos cuantos kil¨®metros m¨¢s y llegamos a un punto en el que nos encontramos de pronto con la Hoya de Huesca. Nos ha cogido por sorpresa. Salimos al arc¨¦n y encendemos el primer cigarrillo del d¨ªa. El panorama es espl¨¦ndido y no tengo m¨¢s remedio que simplificar.
-Amigo m¨ªo -le digo a Ram¨®n-, ah¨ª est¨¢ la ciudad de Huesca, con el viejo caser¨ªo apretado alrededor de la catedral. Hace a?os tuvieron un rey que decapit¨® a los nobles que le creaban problemas y form¨® una campana con sus cabezas.
-Conozco esa leyenda -me interrumpe mi copiloto-. Tengo entendido que la cabeza del m¨¢s rebelde le sirvi¨® de badajo.
-A la izquierda, en el extremo occidental -contin¨²o- tienes el castillo de Loarre y los famosos Mallos de Riglos. Puede que t¨² no puedas distinguirlos muy bien, pero yo s¨¦ que est¨¢n ah¨ª. Los siento y los veo en mi coraz¨®n. A la derecha, en el otro extremo, la tr¨¢gica belleza del castillo de Montearag¨®n, que es el castillo de todos mis sue?os. Un d¨ªa, hace a?os, me pareci¨® que los cuervos que vuelan por aquellos andurriales graznaban en lat¨ªn. Un poquito m¨¢s all¨¢, Estrecho Quinto, que se?ala el fin de la Hoya y el principio del Somontano.
-Conozco vinos insuperables que llevan el nombre de esa comarca -suspira Ram¨®n, que de vez en cuando es aficionado a empinar el codo m¨¢s de la cuenta.
-Por esa feraz llanura apenas discurren los r¨ªos de anta?o, el Isuela y el Flumen, minimizados hoy por la exigencia de los regad¨ªos. Los tiempos han cambiado, amigo m¨ªo, los r¨ªos no son lo que eran, ya no van a dar en la mar, que era el morir. Mucho antes de llegar a sus desembocaduras, son desviados hacia tierras extra?as o quedan atrapados por el cemento de los pantanos.
-?Est¨¢s pensando en el Plan Hidrol¨®gico Nacional? ?Est¨¢s pensando en el Padre Ebro?
-Estoy pensando, Ramoncito -le respondo, sali¨¦ndome por la tangente- en que ¨¦se es el mismo paisaje con el que hace a?os tuvo que enfrentarse Pedro Saputo cuando una ma?ana de marzo, 'pur¨ªsima la atm¨®sfera, claro el horizonte, quieto el viento y placentero el d¨ªa', sali¨® de su Almud¨¦var natal para recorrer el mundo.
Una espl¨¦ndida novela
Ram¨®n se encoge de hombros. No sabe qui¨¦n fue Pedro Saputo. No ha le¨ªdo la espl¨¦ndida e inclasificable novela de Braulio Foz. Estoy a punto de darle un tir¨®n de orejas, pero me contengo pensando que, al fin y al cabo, no estoy aqu¨ª para hacer de preceptor literario.
-M¨¢s all¨¢ de los resecos montes que corren por detr¨¢s de Huesca -prosigo- puedes admirar, de izquierda a derecha, la sierra de Gabardiello, con el pico de Gratal, el Salto de Rold¨¢n y la sierra de Guara propiamente dicha. Sabemos que los Pirineos est¨¢n al otro lado, asomando la cabeza.
-?D¨®nde ves t¨² los Pirineos? -me pregunta Ram¨®n, que durante estos ¨²ltimos meses, por culpa de la pantalla del ordenador, ha perdido bastante vista.
-Lo curioso -le se?alo, dejando otra vez su pregunta en el aire- es que, desde donde estamos ahora, esa gigantesca brecha que tienes ah¨ª enfrente, llamada Salto de Rold¨¢n, sirve para enmarcar perfectamente la vieja catedral de Huesca. Debieras ver esos enormes monolitos cuando se pone el sol, con sus m¨¢gicos tonos rosados y malvas.
-Lo que no entiendo es por qu¨¦ lo llaman Salto de Rold¨¢n -murmura mi amigo, pensando seguramente en historias m¨¢s recientes.
-No te confundas. El Rold¨¢n que da su nombre a esas pe?as fue el yerno de Carlomagno. M¨¢s arriba, en pleno Pirineo, hay otro Tajo de Rold¨¢n, que abri¨® el h¨¦roe de un espadazo para poder ver por ¨²ltima vez su amada patria. Este Salto de Rold¨¢n que puedes ver desde aqu¨ª es el barranco que el infeliz yerno del emperador salt¨® limpiamente con su caballo, mientras hu¨ªa como alma que lleva el diablo de alguien cuyo nombre no voy a decirte para no complicarte m¨¢s las cosas. Parece ser que, despu¨¦s de salvar la distancia entre esas dos enormes pe?as, el caballo se revent¨® al caer en el otro lado. No pod¨ªa ser de otro modo. Rold¨¢n ech¨® entonces a correr a pie, y llegando de pe?a en pe?a al Huevo de San Cosme, se subi¨® a lo alto y dedic¨® a su perseguidor doscientas sesenta y ocho higas y cuatrocientos noventa y siete cortes de manga. Burlarse del rival no es lo que m¨¢s se corresponde con el noble talante del h¨¦roe, respetuoso siempre con los enemigos vencidos, pero eso es lo que nos cuenta Pedro Saputo.
-Pero ?y el caballo? ?Dices que se revent¨®? T¨² sabes que a m¨ª me preocupa m¨¢s la suerte de los inocentes caballos que la de los jinetes belicosos que los montan y se jactan de su apostura. Responde: ?qu¨¦ le pas¨® al caballo de Rold¨¢n?
-Por arte y maleficio de un encantador, a ese pobre animal, mientras estaba suspendido en el aire, se le cayeron las sobras al r¨ªo Flumen, que separa las dos pe?as. Eso es lo que nos cuenta Pedro Saputo, que tambi¨¦n estuvo en el Salto. La corriente se las llev¨® al Isuela, del Isuela al Alcanadre, del Alcanadre al Cinca, del Cinca al Segre, del Segre al Ebro y del Ebro al mar. Luego, de ola en ola, llegaron a las costas africanas, y all¨ª naci¨® una mata que dio tres flores muy hermosas, una blanca, otra negra y otra morada. Despu¨¦s lleg¨® una yegua que estaba en celo, se comi¨® las flores y en su momento pari¨® tres caballos de los mismos colores, cada uno del suyo. Con el tiempo, aquellos caballos fueron tan veloces que corr¨ªan y saltaban treinta y dos veces m¨¢s que el ciervo m¨¢s ligero de la sierra de Onti?ena.
-?Qu¨¦ sierra es ¨¦sa?
-La que est¨¢, como es l¨®gico, en el t¨¦rmino municipal de ese mismo nombre, que pertenece al partido judicial de Fraga, a la izquierda del r¨ªo Alcanadre. Pero eso, en definitiva, no importa tanto. Lo ¨²nico que importa ahora es que esa maravilla geol¨®gica que tienes ah¨ª delante, tan soberbia hoy como cuando la salv¨® de un salto el caballo de Rold¨¢n, continuar¨ªa siendo tan hermosa aunque llevase otro nombre. No olvides lo que nos ense?¨® Shakespeare: los nombres importan poco, la rosa continuar¨ªa exhalando su dulce perfume aunque se llamase de otro modo.
GU?A PR?CTICA
- Hotel Pedro de Arag¨®n (974 22 03 00). Parque, 34. Huesca. La habitaci¨®n doble, 76 euros. - Hotel Quick Palace (974 24 01 64). Carretera nacional 240, kil¨®metro 206. La doble, 30 euros. - Hostal Lizana (974 22 07 76). Plaza de Lizana, 6. Huesca. La doble, 40. - Hospeder¨ªa de Loarre (974 38 27 06). Miguel Moya, 7. Loarre. Palacete del siglo XVI en el centro del pueblo. La doble, 42,07 euros con desayuno.
- Apolo (974 21 27 36). San Jos¨¦ de Calasanz, 1. Amplia selecci¨®n de tapas. Men¨², 8,11 euros. - La Campana (974 22 95 00). Coso Alto, 78. Huesca. Especialidades: ensalada de bonito casero y cabrito asado en horno de le?a. Precio medio, 20 euros. - Las Torres (974 22 82 13). Mar¨ªa Auxiliadora, 3. Huesca. Alrededor de 30 euros.
- Bus tur¨ªstico por la comarca de Huesca (en la oficina de turismo, 974 29 21 70). Recorrido guiado a Mallos de Riglos, Salto de Rold¨¢n y castillo de Loarre, entre otros lugares. S¨¢bados, domingos y festivos. De 9.00 a 15.00. Precio, cinco euros. - Castillo de Loarre (974 38 26 27). Abierto a diario, de 10.00 a 13.30 y de 16.00 a 19.00. Entrada gratuita.
- Oficina de Turismo de Huesca (974 29 21 70).
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