La crisis francesa
Los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia no cuestionan el se¨ªsmo provocado por los de la primera. Ciertamente, la participaci¨®n de ayer, domingo 5 de mayo, ha sido una de las m¨¢s importantes de la V Rep¨²blica. Chirac fue elegido masivamente (con m¨¢s del 80% de los votos); Le Pen, vencido cruelmente. Es una victoria de la democracia. Pero no hay que equivocarse. Si este sobresalto democr¨¢tico demuestra la fuerza de los reflejos republicanos en Francia, tambi¨¦n pone de manifiesto que la amenaza de una explosi¨®n del sistema no debe ser descartada totalmente. Adem¨¢s, la victoria de Jacques Chirac puede acabar pareciendo, muy r¨¢pidamente, una victoria p¨ªrrica: sin duda es un presidente elegido legalmente, pero su legitimidad se ve menoscabada de entrada por el hecho de que una gran parte de la poblaci¨®n ha votado menos por ¨¦l y su programa que para cortar el camino a la barbarie de Le Pen. Al contrario que el general De Gaulle, que, tanto en 1940 como en 1958, pudo hacer prevalecer su legitimidad frente a la legalidad en una situaci¨®n de crisis, Chirac s¨®lo puede ser considerado como un presidente 'demasiado' bien elegido, es decir, mal elegido, porque en el fondo no tiene ninguna legitimidad que le permita hacer creer que ha salvado al pa¨ªs del desastre que le prepara el Frente Nacional. Y lo mismo se podr¨ªa decir si en su lugar se encontrara Lionel Jospin y la derecha tuviera que apoyarle frente a Le Pen...
Para enfrentarse a esta detestable situaci¨®n, Chirac, claro est¨¢, quiere obtener una gran mayor¨ªa en las legislativas que siguen a esta elecci¨®n presidencial. Y de hecho, una mayor¨ªa sin ambig¨¹edades de la derecha en las legislativas podr¨ªa proporcionarle los medios para reforzar su autoridad y quiz¨¢ para resistir hasta el final de su quinquenio. ?Pero permitir¨ªa esto resolver la cuesti¨®n que ha planteado la primera vuelta de las elecciones presidenciales, es decir, la de una ruptura hist¨®rica ocurrida en el seno de la Rep¨²blica? Porque, finalmente, de eso es de lo que se trata: el resultado de la primera vuelta ha puesto de manifiesto, para los franceses y para un mundo asombrado, una crisis profunda de la identidad republicana del pa¨ªs. Crisis que se debe no s¨®lo a la aparici¨®n de un voto de protesta que ha ido al Frente Nacional, sino tambi¨¦n y sobre todo a la p¨¦rdida de influencia de la derecha y la izquierda institucionales. Es el signo m¨¢s elocuente de la primera vuelta de estas elecciones. Se est¨¢ produciendo una doble disgregaci¨®n, que afecta tanto a la derecha cl¨¢sica como a la izquierda social-liberal (en la que se ha diluido el partido comunista), porque una y otra practican una pol¨ªtica y una visi¨®n del mundo id¨¦nticas, aunque todo est¨¢ hecho para que se crea lo contrario. La misma pol¨ªtica, es decir, la sumisi¨®n voluntaria al liberalismo europeo y mundializado; la misma visi¨®n del mundo, porque la izquierda ya no tiene ninguna perspectiva de futuro que proponer a las clases populares, a no ser la de adaptarse al sistema capitalista realmente existente. En Francia, esta doble crisis afecta directamente al v¨ªnculo social republicano, al Estado, y, quiz¨¢ m¨¢s gravemente, a la naci¨®n ciudadana que es su fundamento.
Todo el mundo sabe bien que el electorado de Le Pen no debe confundirse con los dirigentes del Frente Nacional. ?stos son militantes de extrema derecha neofascistas, que no esconden sus intenciones autoritarias ni sus obsesiones xen¨®fobas. Por el contrario, los electores, o en todo caso la inmensa mayor¨ªa de ellos, encarnan m¨¢s bien una reacci¨®n integrista frente a la descomposici¨®n de las estructuras de solidaridad del Estado republicano.
En efecto, veinte a?os de pol¨ªtica neoliberal han podido con la confianza del ciudadano franc¨¦s en la capacidad de justicia y de promoci¨®n atribuidas tradicionalmente al Estado. Y desde hace veinte a?os -Lionel Jospin hablaba en 1983 de un 'par¨¦ntesis liberal', pero el par¨¦ntesis result¨® ser la ley-, el Estado no ha asumido sus responsabilidades en lo que concierne al necesario acompa?amiento de la adaptaci¨®n de la econom¨ªa francesa a la construcci¨®n europea y a los efectos devastadores de la mundializaci¨®n liberal. El ciclo que ha trastornado el mercado de trabajo desde principios de los a?os ochenta desencadena despiadadamente una sucesi¨®n de flexibilidad, precariedad, paro, marginalidad, hasta desembocar en la exclusi¨®n social. Tiene su igual en la creaci¨®n de guetos, la relegaci¨®n social, el desarrollo de la inseguridad; en la sensaci¨®n, por ¨²ltimo, de una Francia que ve desaparecer, con la complicidad de sus propias clases dirigentes (de derechas y de izquierdas) su singularidad pol¨ªtica -es decir, su modelo republicano igualitario- en una Europa entregada a los intereses de las multinacionales y de las ¨¦lites financieras y tecnocr¨¢ticas. El elemento central de la crisis francesa lo constituye la ruptura entre una Francia social-liberal y una Francia relegada. El momento inquietante en la historia del pa¨ªs no es tanto Le Pen como la falta de legitimidad que afecta a la derecha y a la izquierda tradicionales. En efecto, si no se hace nada para retomar el hilo de la cultura y las pr¨¢cticas republicanas, la lepenizaci¨®n de los esp¨ªritus puede desarrollarse y llevar al advenimiento de un verdadero integrismo neofascista de masas, con consecuencias tr¨¢gicas para Francia y para el resto de Europa. Por eso la verdadera cuesti¨®n es saber c¨®mo enfrentarse a esta crisis de identidad.
Se alzan voces que llaman a una 'refundaci¨®n' de la izquierda. ?Hay que decir otra vez lo que significa hoy ser de izquierdas y, sobre todo, para hacer qu¨¦? Lo mismo se podr¨ªa decir de la derecha. En realidad, estamos m¨¢s en el ¨¢mbito de la autosugesti¨®n que en el de la perspectiva estrat¨¦gica. Toda refundaci¨®n implica hoy d¨ªa una vuelta a los fundamentos sociales que estructuran el modelo republicano franc¨¦s: ?cu¨¢l es el papel de la ciudadan¨ªa participativa, cu¨¢l el del Estado, cu¨¢les son las pol¨ªticas p¨²blicas, qu¨¦ futuro hay para la Rep¨²blica igualitaria y solidaria en una Europa comerciante? ?Cu¨¢l es el modelo de integraci¨®n de las identidades, cu¨¢l la pertenencia com¨²n? Estas preguntas superan ampliamente la separaci¨®n derecha-izquierda (que ha desaparecido de hecho, porque la izquierda hace la pol¨ªtica liberal de la derecha), sin por ello anularla: la encontramos de nuevo no en la necesidad de plantear estas cuestiones, sino en la orientaci¨®n pol¨ªtica que se da para responder a estas preguntas.
Dicho de otro modo, toda refundaci¨®n de la izquierda implica ahora un paso obligado por la refundaci¨®n del modelo republicano b¨¢sico. No es una cuesti¨®n abstracta. No plantear estos problemas puede llevar a la victoria definitiva del proceso de regresi¨®n de la identidad manipulado por Le Pen y hecho posible desde hace veinte a?os por las pol¨ªticas de la izquierda social-liberal y de la derecha. Es tambi¨¦n evidente que, en el fondo, la derecha ya no se siente seriamente amenazada por este aumento del conservadurismo: cree poder instrumentalizarlo reforzando la dimensi¨®n estrictamente policial de su pol¨ªtica. Sin embargo, arrastra una grave responsabilidad en el advenimiento de esta sociedad de la inseguridad, que no es s¨®lo f¨ªsica, sino tambi¨¦n social y de identidad.
La izquierda puede tender a hacer lo que no deja de hacer desde 1983: enga?ar a sus seguidores adoptando una postura antiliberal en la oposici¨®n y convirti¨¦ndose con la misma rapidez a las 'obligaciones' del mercado en cuanto obtiene el poder. Desde este punto de vista, el ejemplo de la mayor¨ªa plural desde 1997 ha sido caricaturesco.
Ahora bien, lo que dice claramente el voto popular de protesta es que toda chapuza de la izquierda en torno a promesas vagas y manipulaciones partidistas est¨¢ condenada al fracaso. Por el contrario, para afrontar los desaf¨ªos actuales, debe abrirse un verdadero, un gran debate p¨²blico en la izquierda, igual que en el seno de la derecha republicana: restablecer el v¨ªnculo social republicano, reformular una concepci¨®n de la ciudadan¨ªa basada en el car¨¢cter multi¨¦tnico y multiconfesional de Francia en un marco laico y reintegrar en la naci¨®n a las clases populares que se alejan de ella bien mediante el abstencionismo pol¨ªtico, bien por la adhesi¨®n a m¨ªsticas integristas y extremistas. Es la ¨²nica manera de luchar contra la falsa identidad francesa proclamada por Le Pen. Los resultados del 5 de mayo no deben hacernos olvidar los del 21 de abril. Se trata del futuro de la Rep¨²blica.
Sami Na?r es eurodiputado y profesor invitado en la Universidad Carlos III de Madrid.
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